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Usan métodos levemente diferentes, pero todas las consultoras coinciden en algo: de cara al balotage Luis Lacalle Pou aventaja a Daniel Martínez con una distancia de entre cinco y ocho puntos.

Las elecciones del último domingo de octubre fueron como el pitazo final de un partido reñido. Al menos para dos tercios de los uruguayos que, tras los resultados de esos comicios, “creen” que Luis Lacalle Pou será el próximo presidente de la República.

Incluso entre los electores que dicen que en el balotage votarán por el oficialista Daniel Martínez, el 29% percibe que el líder nacionalista vestirá la banda presidencial. Y el dato -el más contundente de las mediciones de los últimos dos años- parece ser una muestra del humor del electorado a menos de una semana del desenlace en las urnas.

El último Índice Winner de Factum -como esta consultora le llama a la percepción que tiene la opinión pública sobre quién será el próximo mandatario-, revela que entre los votantes de Lacalle Pou la casi totalidad considera que su candidato será presidente (95% así lo piensa).

Este cambio de percepción de los oficialistas y opositores hace que, recién ahora, la distancia de los presidenciables en el Índice Winner sea de 37 puntos (65% a 28%) y ponga fin a la estabilidad mostrada durante el año.

Es que este 2019 había empezado con un empate en el Índice: 47% a 47%. Luego el candidato frenteamplista obtuvo una leve ventaja que, tras las elecciones internas, terminó invirtiéndose (siempre levemente) a favor de Lacalle.

La creencia colectiva de que los blancos gobernarán está fundamentada en dos aspectos. Por un lado, los resultados del 27 de octubre demostraron que la coalición “multicolor” concentra al 54% del electorado. Si bien no todo el abanico opositor se inclinará por Lacalle, es probable que lo haga en la lógica “continuidad versus cambio”. Por otro, las encuestas posteriores a la primera vuelta vienen confirmando ese favoritismo.

De hecho el último sondeo de Factum, difundido ayer martes en TV Ciudad, dice que el 51% votaría a la fórmula Lacalle -Argimón. El 43%, por su parte, se inclinaría por Martínez-Villar. El restante 6% no apoyaría a ninguno de los presidenciables y sufragaría en blanco o anulado.

Mediante 13 variables, Factum distribuye a los indecisos. Eso, y unas diferencias metodológicas, hacen imposible su comparación con las encuestas presentadas por otras consultoras. Pero más que diferencias, lo que se aprecia entre los distintos sondeos son coincidencias.

Lacalle aventaja. Ese favoritismo es más claro en el interior en donde el líder blanco cosecha el 58% de intención de voto. En Montevideo, a la inversa, el ganador sería Martínez. Eso va en sintonía con lo demostrado ya en la elección de 1971, en que el Frente Amplio había sido la segunda fuerza en la capital.

La otra tendencia revelada por las encuestas es que la coalición retendría a la gran mayoría de sus votantes de octubre y también lo haría el oficialismo. El 98% de quienes apoyaron a Martínez declara que lo volverá a hacer. Mientras que Lacalle se queda con el 99% de sus electores, el 83% de los colorados y el 84% de los cabildantes.

Entre los votantes de los “otros” partidos es donde la torta está más repartida. El 28% va por Martínez, el 30% por Lacalle y el 42% irá por blancos y anulados.

La consultora Cifra publicó ayer el cruce de variables de su última encuesta y, además de coincidir con la tendencia general, muestra que, desde octubre, Martínez tuvo su mayor crecimiento en el interior (porque es allí donde cuenta con un margen mayor).

¿De qué sirve conocer la prospección de quién ganará si lo que vale es el voto en la urna? La encuesta es, por definición, una foto del momento. Esas imágenes suelen estar distorsionadas por aquello que la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann dio en llamar “el espiral del silencio”. Sucede que hay quienes, por temor a quedar aislados, prefieren ocultar su opinión y se dejan influenciar por lo que dicen las mayorías. Es decir, existe quienes ocultan su voto porque se sienten parte de una minoría amenazada.

El Índice Winner podría desentrañar, en parte, a ese electorado oculto. Incluso “puede darse otros efectos entre los menos politizados: que se suban al carro del favorito”, dice el sociólogo Eduardo Bottinelli.

En menor medida, aunque pierde peso de cara a una segunda vuelta en que no se define un Parlamento, podría ocurrir el efecto inverso: el elector se inclina por quien va perdiendo porque “el partido ya está liquidado”.

En 2014, el Índice Winner señalaba que Tabaré Vázquez era claro favorito, aun en la primera vuelta. Sin embargo, antes de octubre, la intención de voto no era tan clara. La percepción de ganador vino a demostrar que había un clima favorable al Frente Amplio, pero “no tan fuerte como en 2009 o 2004”.

Este conjunto de variables van acercando a Lacalle al sillón presidencial aunque, aclara Bottinelli, la elección todavía no está cerrada.
Fuente: El País de Montevideo

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