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Antes que apurarse a interpretar, urge mirar con lupa lo ocurrido en Concordia. Primero el hecho, luego las interpretaciones. Primero los números, después las adjetivaciones.

Primer dato: entre el 12 de septiembre al 14 de noviembre, el peronismo de Concordia no pudo detener la fuga de votos. En las PASO, Juntos totalizó 47,19 %, mientras Todos alcanzó 37,10%. En las GENERALES, los encabezados por Rogelio Frigerio treparon al 53,35%, mientras Enrique Cresto, “Caro” Gaillard y cía. descendieron al 35,11.

O sea, en sólo dos meses las diferencias en favor de Frigerio se estiraron en la capital del citrus de 10 a 18 puntos porcentuales, gracias a que el PJ perdió 2 y Juntos ganó otros 6.

Podría suponerse que replicó el escenario entrerriano. Falso. En los totales provinciales, entre las PASO y las Generales la distancia entre ambas fuerzas fue casi calcada. Es en Concordia donde el PJ profundizó su declive y Juntos se potenció.

¿Fue sólo el voto de las clases media y alta el que agigantó la ventaja entre Frigerio y Cresto? Si se mira cómo votó la zona más populosa, la del noroeste, la respuesta es un rotundo NO. Muy por el contrario, los números muestran que especialmente en esa zona, la más pobre entre los pobres, el PJ, que había ganado en las PASO, acabó perdiendo en las Generales.

Lo documentan las cifras del circuito 0235, cuyos centros de votación son escuelas emblemáticas del noroeste, como, por ejemplo, Independencia, Pancho Ramírez y la número 3 Domingo Faustino Sarmiento, popularmente conocida como “Escuela El Tero”. En las PASO, en este circuito de los más humildes, el PJ se impuso a Juntos por Entre Ríos por 44,15 % a 39,26%. Apenas dos meses después, todo quedó patas para arriba: Frigerio triunfó por 46,33% contra 41,25% de Cresto.

Si se amplía la mirada y se compara lo de este 14 de noviembre con el año 2019, cuando Enrique Cresto fue reelecto Intendente de Concordia, la declinación adquiere proporciones abismales. Del 61% de entonces cayó al 35,11 de ahora. Es cierto que no es lo mismo una legislativa que la elección de cargos ejecutivos. Pero hay algo insoslayable: en ambos casos el candidato fue el mismo.

Otra comparación: en este 2021, a la familia Cresto le fue peor que en aquellas legislativas de 2017, cuando Mayda figuraba en el segundo lugar de la lista y el PJ conquistó el 44,49%, una cifra mucho más digna que el presente 35,11.

Todos estos números transparentan la hondura de la crisis que atraviesa el peronismo de Concordia, el mismo que supo “generar” varios gobernadores desde el retorno a la democracia en 1983.
Por qué el PJ de Concordia tocó mínimos históricos
Ahora bien, ¿por qué perdió el domingo último y de semejante modo? ¿Por qué tocó mínimos históricos? Ensayar una respuesta implica, ahora sí, pasar al campo de las especulaciones.

Tratándose de un fenómeno multicausal, vale ensayar una lista de cuáles serían esas múltiples causas que se habrían conjugado:

- La reacción ante la extrema pobreza, fenómeno que no es nuevo en Concordia, pero que se ha profundizado a límites exorbitantes. No es sólo desempleo, exclusión, marginalidad, informalidad. Es también drogas por donde se mire, vulnerabilidades de toda índole, armas, inseguridad. Un combo que ya no admite como única respuesta el subsidio, o la “carta de pobreza” que el municipio y la Fundación Conased ofrecían tramitar en los “abordajes territoriales”. “Queremos trabajo, no un plan”, es una demanda creciente.

- El agotamiento del modelo “familiar” crestista. La “casta”, dirían sus enemigos. Hasta el propio Enrique Cresto, en la intimidad, le ha confiado a personas de su entorno que veía con preocupación que la sociedad terminara cansándose de un mismo apellido repitiéndose en todo el entramado estatal. Es más, ya en 2017 no estaba convencido de que su hermana fuera candidata, como tampoco quiso serlo él en este 2021. Si hubiera podido, habría zafado. Suponía la derrota, aunque no semejante derrota.

- La impronta K de los otros dos lugares “competitivos” de la lista. En las barriadas de Concordia, a Carolina Gaillard y Tomás Ledesma los conocen menos que al arquero de la reserva de Sarmiento de Junín, sin desmerecer a este último.

- El experimento de un intendente que deja su cargo y, por ende, el territorio, para gestionar un organismo nacional. Es un camino poco transitado y, por lo que se ve, imprevisible. Los réditos políticos para Cresto, en el caso de que a futuro los haya, no se notaron este 14 de noviembre en su ciudad natal. El tiempo dirá.

- Las divisiones en el peronismo concordiense. Por más que intenten disimularlo, Bordet, Cresto y Francolini, por tirar solo tres apellidos de una lista mucho más extensa, hace rato que no sintonizan. Las imágenes de los dos primeros, juntos, sonriendo desde las lunetas de los colectivos urbanos, tienen más Photoshop que las modelos disimulando arrugas.

- La irrupción de un contrincante afín al peronismo, de cuna desarrollista. Tanto que el propio Enrique Cresto recuerda haberse ofrecido a trabajar, muchos años atrás, para una hipotética candidatura a gobernador de Rogelio Frigerio, por un sector del peronismo. El perfil del exministro no parece generar rechazo en el electorado peronista. No es un dato menor. ¿Acaso se puede ganar en la capital del peronismo sin votos prestados del propio peronismo?

- Un paulatino crecimiento de la oposición concordiense, de consistencia aún incierta. Desde 2015 en adelante, aunque derrotada en las elecciones para cargos ejecutivos, ha podido hacer pie en el Concejo Deliberante, otrora ciento por ciento peronista. A la larga, la alianza entre Pro y UCR puede que haya conseguido iniciar un proceso y construir una base, que por sí sola puede que no alcance, pero que se potencia cuando soplan vientos nacionales favorables.

Obvio, podrían ensayarse muchas otras explicaciones. Por caso, un electorado joven que ya no sabe de pertenencias, tampoco de ideologías férreas, que le siente olor a naftalina a las viejas consignas y que rechaza las grietas que no resuelven nada.

Pero sería un grave error si la oposición creyera “muerto” al peronismo concordiense, de aquí a la contienda de 2023. Sería subestimar a una fuerza que ha sabido reorganizarse tras las caídas y que, en momentos difíciles, también ha dado con nombres que la sacaron del pozo. Tampoco está en el ADN político de los Cresto darse por vencidos.

Además, le costará mucho a la oposición concordiense acercarse a los números extraordinarios de este 14 de noviembre de aquí a dos años, si no da con un candidato a intendente que, al igual que Frigerio, sea “digerible” para el electorado peronista, con sensibilidad social reconocida, con inserción entre los más desprotegidos, y, como si todo esto no fuera ya mucho pedir, con capacidad de conducción. O sea, necesita un jinete que pueda guiar a un “potro”, el estado municipal de Concordia, “seteado” por décadas de peronismo, donde hasta los perros que merodean el palacio municipal han comido de la mano del PJ.

Pero hay algo infinitamente más urgente e importante que las elecciones de 2023. Tanto el peronismo como la oposición, lo mismo que todas las “fuerzas vivas” (o “muertas”, diría Miguelito Segovia), es decir, el entramado de entidades intermedias, iglesias, sindicatos, ONG, harían bien en buscar ya mismo, hoy, ahora, ayer, caminos para desarrollar a la ciudad y salvar de la pobreza extrema a miles y miles de familias. De otro modo, es mayúsculo el riesgo de que se repita, y en versión recargada, la pesadilla del 8 de diciembre de 2013.
Fuente: El Entre Ríos - Revista Análisis

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