Es con esa disposición de espíritu, que comenzamos por señalar que el primer país que le dedicó un día a nuestro "hermano vegetal"-dicho esto remedando a San Francisco de Asís- fue Suecia en el año 1840, según lo explica una crónica de época, cuando los suecos, tan adelantados en tantas cosas como son "tomaron conciencia de la importancia que tienen los recursos arbóreos, de la necesidad de enseñarle a los niños acerca de estas plantas, y del cuidado que se les debe brindar y practicar la conservación de los mismos".
Siguiendo la misma referencia, cabe señalar que "años después muchos ciudadanos suecos viajaron hacia Estados Unidos y llevaron con ellos la herencia cultural del día del árbol, lo que trajo como consecuencia que los estadounidenses en 1872 establecieran su día especial del árbol. A partir de allí comenzaron a hacerlo los otros países del continente y del mundo.
En lo que respecta a nuestro país, como en tantas otras iniciativas que nos muestran su estampa de auténtico gigante, el principal impulsor de la actividad forestal fue Domingo Faustino Sarmiento, quien en un discurso pronunciado durante su presidencia subrayó que "el cultivo de los árboles, conviene a un país pastoril como el nuestro, porque no solo la arboricultura se une perfectamente a la ganadería, sino que debe considerarse un complemento indispensable", agregando, con esa honestidad frontal que lo caracterizaba, que "la Pampa es como nuestra República, tabla rasa. Es la tela en la que ha de bordarse una nación.
Es necesario escribir sobre ella ¡Árboles! ¡Planten árboles! "De esa manera, sin pretenderlo siquiera, dejó formulado lo que inexplicablemente no se ha advertido, que nos encontramos ante un verdadero axioma: los árboles son los verdaderos mojones con los que ha de bordarse una nación.
No debe mientras tanto extrañarnos, que en la actualidad haya caído prácticamente en el olvido que el 29 de agosto de 1900, el Consejo Nacional de Educación, en base a la iniciativa del Dr. Estanislao Zeballos, determinó que en esa fecha se efectuara la celebración al "Día del Árbol", cuyo festejo se concretó a partir de 1901. Para completar la reseña que constituye una parte de la presente nota, cabría agregar que el "árbol forestal argentino" es el quebracho colorado chaqueño, que no debe confundirse con la "flor nacional" que, como es sabido es el Ceibo.
Es por lo mismo que no podemos menos que felicitar a los pobladores de las localidades donde ese día ha sido motivo de celebración, como es el caso de Ubajay, donde
ayer se plantaron árboles autóctonos en su Plaza San Martin, los que fueron provistos por el Parque Nacional El Palmar y dio motivo a un acto rodeado de las formalidades que el acontecimiento exige.
Se nos ha hecho saber que en la Escuela de El Brillante tanto en la primaria como la secundaria, la recordación de la fecha dio motivo a ceremonias en que se plantaron dos árboles en el jardín/parque del establecimiento.
Una circunstancia, la referida, que por una asociación que no es contra natura, lleva a destacar dos circunstancias.
La primera está referida al hecho que al efectuarse una importante reparación en la Comisaría de La Picada, no fue repuesta una hilera de árboles añosos que sombreaban su frente, en lo que parecería una adaptación de la máxima que durante el menemismo se utilizaba dentro del programa de sistemático desguace de nuestro sistema ferroviario, imperativo que parece haber calado hondo, y que se expresa en la constante, transformada casi en regla, que indica "árbol que se cae o que se mata, es seguido por la presencia de un hueco que se tapa, sin reemplazar al fenecido".
Y como una cosa lleva a la otra, debe agregarse que nada ha cambiado en ese lugar en relación a una situación que en su momento hiciéramos notar con preocupación, cual es que en los planes de "vivienda sociales" allí encarados -no queremos hablar de un deber incumplido por parte de los funcionarios locales municipales, ya que suponemos que está imperdonablemente ausente una exigencia de ese tipo, como uno de los requisitos a llenarse para concretar este tipo de programas- no se contemple el arbolado de los nuevos barrios.
Hubo un momento –ignoramos si esa práctica continúa- en que hasta se contemplaba que cada vivienda entregada contara en uno de sus ambientes con una pequeña biblioteca empotrada con libros.
Si focalizamos la atención en nuestra ciudad, y miramos hacia atrás, no podemos dejar que quede en evidencia un penoso retroceso en materia de arbolado urbano, que si hubiera que condensarlo en dos frases, mostraría que se ha asistido a una política de "tabla rasa"(tabla rasa, es lo que señalaba Sarmiento) acompañada por la aplicación extendida y a la ver modificada de la advertencia menemista referida a que "ramal que para, ramal que cierra".
Es que la estrategia hasta casi natural cuando no fruto de una intuición, cultivada en personalidades de nuestro pasado como fueron Herminio Quirós y Lucilo González, que hizo que el nuestro fuera en su momento en nuestra provincia conocido como "el pueblo de los árboles" hemos llegado a la situación actual. Un estado de cosas en el que no es el más grave de sus síntomas el hecho que ese verdadero "túnel verde" que mostraba la calle 12 de abril con sus tipas, ha dado paso a esa misma calle mostrando dos hileras de lapachos apestados y que corren peligro de muerte (no es la ocasión, para hacer referencia a la forma que pudo en su momento dar respuesta alternativa a frentistas de esa calle a los que las tipas les causaban molestias, sin necesidad de llegar a un "arboricidio", en el que a un odio irracional a esos árboles por parte de frentistas que sobre-reaccionaban frente a problemas reales, se agregó el resentimiento de algún funcionario, incómodo con los vecinos de una calle que consideraban absurdamente como una calle "paqueta").
No es extraño que en nuestro medio se haya asistido a una curiosa "tercerización" por parte de la Municipalidad respecto a sus obligaciones en relación al arbolado urbano, circunstancia comprobable si se atiende al hecho que el empresario local Salvador Mistreta, es merecedor de una distinción que nuestro Concejo Deliberante podría instituir y otorgarle como premio a "el hombre que plantaba arboles" tal cual es el título de una vieja novela.