"Walter Bou es un jugador subvalorado por los periodistas en general y por la cátedra en particular. Tiene mala prensa porque no ejerce la seducción ni el filtreo, ni es romántico en términos futbolísticos. Bou tiene una relación carnal con la pelota; para él, el área es la cama y el arco un telo, donde llega, hace lo que tiene que hacer, paga y se va.
Darío Benedetto, sin ser un jugador sobrevalorado, se lleva los beneficios de ser el chico bueno de la película. Juega lindo y bien. Es elegante, fino en sus movimientos, galante hasta para sacarse de encima a un central. Su buena fama, algo exagerada quizá, le ayuda a disimular sus lagunas goleadoras. Sus adornadas definiciones sobreviven mejor al paso del tiempo porque no se pudren en el congelador de los recuerdos. Y sus intervenciones adjetivan su influencia en el juego más allá de la eficacia final que tienen las mismas.
En cambio, los goles de Bou, más ordinarios, ásperos en su concepción, rutinarios en esencia, se amontonan en méritos sin tanto peso. Los hace con tanta facilidad que parecen obra de la casualidad, de la buena fortuna. Nada más alejado de la realidad: Bou economiza belleza por su estilo de sencillez extrema y rara vez le erra al arco: si no es gol es porque el arquero rival se lució. El entrerriano resuelve en dos movimientos lo que a otros les toma un semestre, y en modo directo y letal contradice a los fundamentalistas de la tenencia. Fuera del área hace lo mismo: con él la jugada nunca se atasca ni vuelve a empezar. Bienaventurados los jugadores renegados y sin cartel, que hacen pagar con goles el precio de la subestimación".
