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A menos de un año del asesinato que conmocionó a Gualeguaychú, los periodistas especializados en casos policiales Maurio Szeta y Mauro Fulco publicaron "Nahir, la historia desconocida" (editado por Sudamericana), un libro en el que intentan revelar la identidad de la joven de 19 años, con toda la evidencia de la causa.
Sinopsis
Todas las historias tienen un final. A las estrategias, los careos, las exposiciones, los intricados análisis de la personalidad. A las horas de encierro, las manías, la vida nueva como presidiaria. A la transformación en la vida familiar, a las peleas y discusiones en el seno íntimo, a las explícitas convulsiones que se dieron en todo Gualeguaychú. A todos esos elementos, y a más también, les llegó la hora del final. El proceso por el cual comenzó a desentrañarse la verdad. Qué pasó aquella noche calurosa del 29 de diciembre. Qué y por qué. Y, sobre todo, qué consecuencias tendría.

La letra fría de una causa es solo eso, letra fría. No transmite dolor ni alegría, no sirve para dimensionar el drama en su justa medida. No expresa los daños colaterales de una muerte violenta. Es, apenas, un esbozo de una realidad mucho más fuerte, irreversible, sentimental, emocional.

Los expedientes relatan apenas un instante de una historia de vida. Son desapasionados, letra fría. Cuando los jueces redactan una sentencia, deben incorporar los elementos secuestrados en la causa.

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Si uno se ciñe únicamente al texto de un fallo, podrá ver que en el caso Nahir Galarza -o en el caso Fernando Pastorizzo- se secuestró la siguiente evidencia: una vaina servida calibre 9 milímetros y un proyectil de igual calibre. También se secuestró un arma de fuego de puño tipo pistola calibre 9 milímetros marca DGFM, licencia FM Browning, número de serie 45735, con cargador, con 9 cartuchos de igual calibre. Hasta acá, fría letra de expediente. Basta imaginar esa pistola empuñada y disparada por Nahir y la espalda de Fernando atravesada por un primer impacto. Cara de dolor y agonía. Una caída con la moto encima y un segundo disparo de remate, de fusilamiento.

Tal vez, por la posición del tirador y de la víctima, basta imaginar que, después de atacar a Fernando por la espalda, Nahir lo tuvo de frente, lo miró y le descerrajó su segundo tiro. Todo duró segundos nada más. Suficiente para llevarse la vida de Fernando y convertir a Galarza en asesina, un rótulo del que no hay vuelta atrás.

En apenas unos segundos, una vida se apagó y la otra cambió para siempre. Nahir dejó de ser Nahir, y Fernando no fue más.

Respiraciones, jadeos, salivas, secreciones, pelos. De eso los expedientes no hablan, solamente certifican.

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