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Juan Carlos Lucio Godoy
Juan Carlos Lucio Godoy
Juan Carlos Lucio Godoy
De los 65 años de existencia de Río Uruguay Seguros (RUS) como empresa aseguradora, Juan Carlos Lucio Godoy forma parte de su conducción desde hace 45. No es un gerente clásico. De extracción radical, tuvo su recorrido en política: fue el primer intendente del retorno de la democracia en Concepción del Uruguay, en el año 1983, y cumplió mandato como diputado nacional en el período 2003-2007. En 2015 fue candidato a vicegobernador por Cambiemos junto al productor agropecuario Alfredo de Angeli.

El presidente de RUS habla por fuera del cassette y ya poco quiere saber de aventuras políticas, cuenta el sitio NBS. Está comprometido con los destinos de una compañía aseguradora que arrancó, allá por 1958, con la impronta de un grupo de pequeños empresarios entusiastas del Rotary Club. Surgió para defender los intereses de la región entrerriana y para venderles a los vecinos del pueblo. No había actuarios ni perfiles profesionales adecuados; muchos de los talentos vinieron desde Buenos Aires para cumplir la misión. Si bien ese perfil de inserción y apoyo a la comunidad, según Godoy, sigue vigente, a lo largo del tiempo RUS fue transformándose.

“Hoy es un modelo diferente de la empresa tradicional: es dinámico, un poco disruptivo y muy digitalizado”, apuntó. En cada etapa de la vida institucional de la aseguradora, Godoy estuvo ahí manejando los hilos y encarando la estrategia productiva.

—¿Cómo ve al sector del seguro en Argentina?

—Bueno, es un sector en la Argentina, y como tal, es el reflejo de un país no desarrollado y de América Latina, en un mundo complejo. Cuando nosotros nacimos estaba la Guerra Fría, era un mundo bipolar. Hoy tenemos un mundo multipolar, donde Inglaterra pasa de una inflación del 2% al 11%, y Estados Unidos pasa del 2 al 20%. No podemos “copiar y pegar”; como empresa tenemos que ir inventando criterios permanentemente. Entre la irrupción de la tecnología en el mundo y el desorden mundial que existe, tenemos casi el carácter de sobrevivientes en esta Argentina. Hoy no podemos girar al exterior para pagar el reaseguro y hay dificultades en siniestros fuera del país, porque tenemos dificultades para pagarlo por los convenios que tenemos con las empresas de Uruguay, Chile o Paraguay.

Hay una competencia de precios que no es buena, con empresas que no están acompañando la inflación. Un productor de Mendoza me decía que RUS está caro en esa provincia. Nosotros vendemos al precio que tiene lógica económica y hay empresas que no lo están haciendo.

—Y a ello, hay que sumarle la situación política…

—Es un sector que está viviendo una complejidad inédita. Nunca vivimos una situación como ésta. Tuvimos un 2022 muy malo por la cuestión política. Cuando se tuvo que elegir a un nuevo ministro de Economía, a mitad de año, se generó una distorsión muy grande de precios, con ausencias de importaciones —y con la imposibilidad de conseguir respuestos para resolver siniestros—, tampoco hubo un reacomodamiento de tarifas de acuerdo a la inflación. Acabo de ver el balance del 31 de diciembre de 2022: económica y financieramente mal no nos va, es un muy buen balance. De cualquier manera, no estamos bien; hay dificultades de todo tipo en el mercado para cobrar y vender. Y hay una competencia de precios que no es buena, con empresas que no están acompañando la inflación. Un productor de Mendoza me decía que RUS está caro en esa provincia. Nosotros vendemos al precio que tiene lógica económica y hay empresas que no lo están haciendo.

—¿Hay una guerra tarifaria en el sector que los complica?

—Si, es así. Tenemos una guerra tarifaria inentendible, porque eso tiene patas cortas. Estamos en una Argentina sin divisas y no estamos pudiendo pagar en el exterior las cosas que necesitamos tener. El dinero se acaba rápidamente.

—¿Tiene alguna expectativa de que la situación se estabilice en el mediano plazo?

—Sí, obviamente, lo político va a cambiar este año. Las rispideces ya mismo han bajado. Tenemos un 2023 donde no ha habido una conflictividad política como la que hubo en 2022. El desequilibrio en los precios relativos del año pasado fue consecuencia de discusiones políticas, no de cuestiones económicas o técnicas. Tengo la expectativa de que ese cambio político que se va a producir inexorablemente —habrá, al menos, cambios de nombres en el Gobierno— va a traer una paz que no digo que sea absoluta, pero va a ser relativa y puede morigerar algunos picos de situaciones tensas. En Argentina sabemos que se remarca por las dudas, sobre todo los formadores de precios, porque no hay confianza respecto al futuro. Creo que si cambia el modelo político, la expectativa inflacionaria y de desequilibrios va a bajar. Eso puede hacer que la tendencia hacia adelante sea más tranquila y la competencia tenga más racionalidad.

—¿Cuál es el rol del empresariado en esta necesidad de estabilización? ¿Juega a favor o en contra?

—El empresariado no está jugando bien y no se le puede echar la culpa a la política solamente. Hay errores políticos, obviamente, porque son errores humanos. Pero el sector empresarial no puede estar jugando a la especulación permanentemente. Uno puede ubicarse de un lado o del otro desde el punto de vista ideológico, pero ahí, en la vida política, no está el fondo del problema. Es un problema de todos. La empresa es un actor económico, pero también es un actor social que no puede jugar solamente a la rentabilidad porque se pierde el compromiso con la comunidad, que es el cliente, el ciudadano, el trabajador o la trabajadora. El sector empresarial no lo veo unificado y tampoco lo está en el seguro. Tenemos cámaras por todos lados, no hay una unidad de criterio y una política del sector que discuta en el ámbito público para fijar determinadas reglas de juego. Estamos todos dispersos y eso no es bueno.

—Durante muchos años tuvo una participación política activa. ¿Está pensando en volver a disputar cargos públicos?

—No, para nada. Se ha deteriorado mucho la vida política. Cuando me tocó ser el intendente más joven de mi ciudad, había mucha pureza. Peleamos por la democracia en los 70, por una vida en paz y sin muertes. Nosotros estudiábamos para hacer un discurso y, la verdad, me da pena escuchar a algunos dirigentes. Hoy diría que la clase política está casi mirando de reojo a la sociedad, con grupos de poder y sectores están encerrados en un comité. Tengo la necesidad, como ciudadano, de ver un proyecto de país y no lo estoy viendo. Hemos perdido un tiempo enorme y no creo que lo podamos recuperar rápidamente. No tengo ganas de estar en un lugar así y en un cargo público intrascendente. Prefiero dedicarme a la empresa y a defender un proyecto con la filosofía de ser un actor económico y social para la comunidad.

—¿Cómo ve la articulación entre el sector privado y el sector público? ¿Hay alguna posibilidad de trabajar en conjunto?

—He sido un defensor del trabajo en conjunto con la actividad privada, hicimos un parque industrial en Concepción del Uruguay cuando me tocó gobernar. Creo que no hay otra solución que la articulación público-privada porque al Estado no le alcanzan las ideas ni el dinero para resolver los problemas del país, y el sector privado puede lograr una actividad económica sustentable y con empleo, pero no tiene proyecto. Es una obligación ciudadana ser parte de un proyecto colectivo entre el Estado y la vida privada. A ese tren yo me subo.

—¿Cómo está parado el sector asegurador frente a la sustentabilidad y la adecuación al cambio climático?

—Lo veo bastante flojo de papeles. La sustentabilidad para mí tiene tres patas: ambiental, económica y social, con temas como la diversidad de género, la defensa de la equidad y la distribución de los ingresos. No puede ser que cada vez menos gente tenga más dinero, y haya gente siendo más pobre. Somos firmantes del Pacto Global de Naciones Unidas que tiene diez principios, entre ellos, la defensa de los derechos humanos, de los derechos laborales y del medio ambiente. Eso lo hacemos todos los días. En 2004, cuando firmamos, éramos solo dos empresas aseguradoras adheridas. Hoy somos cuatro o cinco, pero el resto no tiene un aporte de ideas en medio ambiente. Y nada menos que el seguro puede hacerlo, porque suele cubrir catástrofes climáticas en siniestros de autos (como el granizo) o del sector agrícola, ganadero e industrial. Tenemos una obligación de prestar más atención a la defensa de la sustentabilidad.

—RUS invirtió en edificios sustentables que disminuyen el gasto energético y las emisiones de carbono. ¿Se puede replicar en otras empresas del sector?

—Requiere voluntad y fondos. Pero los fondos no son cuantiosos; es más importante la decisión, la voluntad y la filosofía de vida que la plata. Nosotros promovemos todos los deportes porque creemos que promueve el equilibrio social. Por ejemplo, en el turismo carretera (TC) de la ciudad plantamos árboles, pusimos energía solar en los edificios del autódromos y recogimos la basura generada. Con esto estamos compensando la liberación de carbono con acciones que tienen un equilibrio.

—¿Qué necesita el sector asegurador para crecer? ¿Qué hace falta?

—Educar mucho para el seguro. Como diputado hice un proyecto de ley que apuntaba a esto, pero alguna funcionaria me decía que eran las empresas las que tenían que hacerlo. Alguna vez en Argentina se educó para el ahorro. Con el seguro hay que hacer lo mismo. Por ejemplo, en el campo no hay lugares donde ponerse una vacuna y en el interior no existen las prepagas. Ahí hay un seguro de salud que nadie vende. Falta una cultura aseguradora generada desde el Gobierno y las empresas para que el productor asesor de seguros (PAS) llegue al ciudadano con coberturas que no tiene.
Fuente: NBS

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