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Un postal del basural a cielo abierto de Concordia
Un postal del basural a cielo abierto de Concordia
Un postal del basural a cielo abierto de Concordia
Sobre la muerte de Alejandra no sobran las palabras. Evitemos el silencio. Nunca es tarde para reflexionar sobre lo que será irreparable para una familia entrerriana en particular: una niña de sólo 11 años falleció entre el humo y la bruma de la noche del jueves pasado. Fue aplastada por el neumático del camión que descargaba la basura frente a campo del Abasto, en Concordia.

7 días pasaron de aquel doloroso momento que, a su vez, puso ante los ojos de propios y extraños lo invisible, lo que pasa en el fondo de ese gran patio trasero de la casa grande llamada Concordia. Es que “El Abasto”, el mayor basural a cielo abierto de la ciudad, es el depósito final de nuestros residuos.

“Muchas familias viven de la basura de todos los concordienses. Si, de la basura. La misma que vos todos los días sacás de tu hogar”, interpela la joven periodista Agustina Lorenzatto que, a su vez, nos invita a de mínima “empatizar, entender al otro”.

“Si esas familias y sus hijos estarían comprendidos en un trabajo en red institucional realmente efectivo, quizás esa niña no hubiera muerto”, admite el licenciado en Trabajo Social Guillermo Monzón y brega por redes interinstitucionales, conformadas por organismos estatales y ONGs, más efectivas.

A su turno, también consultado por El Entre Ríos, el docente y periodista Leandro Pozzi reflexiona mirando un poco más allá, al futuro que no llegará para esa pequeña: “Deberá dolernos la escuela que Alejandra no podrá terminar, el trabajo que no podrá conseguir, los amigos que no podrá visitar, sus hermanitos que no podrá volver a abrazar”.

Y entonces sugiere, nos invita, a “pensar qué vamos a hacer para que sea distinto. No en un día, no en una elección, no en un acto. Sino en muchos. Muchos brazos, muchas manos y muchas voluntades que podríamos descubrirnos cotidianamente más solidarios, más humanos y más decididos”.

“Me parece tan trágico y delicado”, reconoce el concejal Nicolás Moulins (PRO – Cambiemos). “Es terrible pensar que todos los días están pasando situaciones semejantes y todos los días la gente pone en riesgo su vida. Es realmente muy terrible”, lamenta hasta emocionarse.

Su par en el Concejo Deliberante, Carola Laner (UNA – Frente Renovador), hurga en el pasado y llega a estos recuerdos: “Desde hace muchos años la imagen del campo del Abasto siempre fue la misma, la imagen cruel y dura de seres humanos en contacto con la basura. Primero Maximiliano de 16, en el 2012 y ahora Alejandra de 11 en un terreno lindero, perdieron su vida”.

E invita a la unidad bajo una máxima: “los niños deben ser la gran coincidencia a defender y proteger. Deben ser lo que nos unen entre tantas cosas que nos puedan separar”.

La educadora ambiental Mariana Acosta habla de una de las grandes complejidades de nuestras ciudades: “Los residuos son un problema complejo, un monstruo de siete cabezas resultante de un paradigma que promociona y se sirve de la individualidad. "El otro no existe", explica: “Frente al problema de los residuos caemos todos en la bolsa, la basura es nuestra, sale de nuestras casas y nos desentendemos de ella, no son nuestro problema, que se haga cargo “el otro” y quien se hace cargo de nuestros residuos comúnmente es un inocente, en un basural o en el arroyo, en un río, en un monte o en el mar. Miles de toneladas de basura a cargo de la vida de inocentes…”, dice sin rodeos.

“Nosotros somos privilegiados geográficamente hablando”, nos recuerda y cierra su mirada de esta manera: “En países como Brasil o Paraguay aun laten esos saberes, nosotros los quitamos con Rundap. Toda Educación es política. Toda muerte es política, así sea un humano o cualquier componente de la biodiversidad, el individualismo es la verdadera mala hierba que deseduca para adoctrinar”. ¿Queda claro, verdad?

¿Cómo es el instante en que una noticia llega a nuestra cotidianeidad? ¿Cómo tomamos aquellos? Daiana Robol, periodista, lo contó desde su personal experiencia: “sentí un dolor en el pecho, se me erizó la piel, no me lograba dormir y no podía dejar de pensar en el momento del accidente. Era una nena, ella estaba entre la basura, con frio, posiblemente buscando comida; mientras nosotros nos íbamos a dormir con la cantidad de abrigo que se nos ocurriera y con la heladera llena de comida”.

“Con tristeza siento que a Alejandra la matamos entre todos, nosotros con nuestra indiferencia y el Estado con su ausencia”, concluye desde Chajarí donde desarrolla su oficio.

¿Se puede aprender? ¿Seremos capaces de empatizar con el otro, tal como sugiere Lorenzatto, con el que está más allá del que tenemos a nuestro lado? ¿Habrá un “nunca más” como pide Monzón? A continuación, El Entre Ríos, les comparte las miradas que periodistas, políticos, docentes y profesionales dejaron sobre el caso de ese pequeño sol que se apagó entre el humo y la bruma del Abasto.
“Nunca más una muerte por accidentes en estas condiciones”
Quienes por nuestro trabajo recorremos las zonas de características donde se produjo el hecho sabemos que la población allí residente presentan varias NBI (necesidades Básicas Insatisfechas).

Si esas familias y sus hijos estarían comprendidos en un trabajo en red institucional realmente efectivo, quizás esa niña no hubiera muerto.

Eso es consecuencia de una deuda de nunca pagar y cuyos indicadores, al menos para nuestra región, van en aumento, cuando deberían ser todo lo contrario. Lejos de superarnos, vemos que vamos para abajo. Los indicadores siguen dando cuenta de esto.

Redes interinstitucionales, conformadas por organismos estatales y ONG, deberían ser más efectivas. ¿Desnutrición es sólo corporal o también la hay en los valores? Nunca más una muerte por accidente en estas condiciones.

Por el licenciado en Trabajo Social Guillermo Monzón (MP 263).
Una invitación a “descubrirnos más humanos y más decididos”
Este hecho tan triste debe llevarnos a repensar profundamente en que sociedad vivimos y qué estamos dispuestos a hacer para cambiarla estructuralmente.

Cuando decimos que el neoliberalismo mata no es una simple consigna. No hay que ser demasiado inteligente para llegar a la conclusión de cuáles son las condiciones sociales, alimentarias y familiares que hicieron que Alejandra estuviera allí, que el humo y la oscuridad le impidiera al conductor del camión hacer nada, que sus hermanitos deban ver con sus ojitos cegados por la humareda como la vida vale nada, que hace tantos años es lo mismo: la precarización, la falta de luz eléctrica, el plato para llenar cada día y juntar lo que fuera de un camión.

Deberá dolernos la escuela que Alejandra no podrá terminar, el trabajo que no podrá conseguir, los amigos que no podrá visitar, sus hermanitos que no podrá volver a abrazar.

Mientras las políticas nacionales, provinciales y locales no se propongan modificar estructuralmente el neoliberalismo, mientras a la familia de Alejandra no le alcance para vivir, mientras no tengan más remedio que buscar la vida en los desechos que otros pueden elegir no comer; buscaremos las razones en el conductor, en la niña que no debía estar ahí, en la familia que no la cuidó o en el humo.

También podemos encogernos de hombros y decir que pobreza siempre hubo y que en Concordia, Campo del Abasto, también.

Pero podemos elegir pensar qué vamos a hacer para que sea distinto. No en un día, no en una elección, no en un acto. Sino en muchos. Muchos brazos, muchas manos y muchas voluntades que podríamos descubrirnos cotidianamente más solidarios, más humanos y más decididos.

Por Leandro Pozzi, periodista y docente.
“Lo único e inviolable que nos une y hermana con ese otro”
¿Qué decir cuando la muerte y la vida se encuentran, cuando las ganas de subsistir son viscerales y cuando el hambre enceguece en búsqueda de algo con que callar el rugir de la panza?

Sería pecar de ignorante afirmar frases y palabras sobre una realidad ajena a lo que uno está acostumbrado a vivir. Pero mucho peor es ser inhumano y seguir con la venda en los ojos.

No podemos opinar libre y sueltamente sobre experiencias que no atravesamos, pero lo que sí podemos hacer es empatizar.

Muchas familias viven de la basura de todos los concordienses. Sí, de la basura. La misma que vos todos los días sacás de tu hogar. El Campo Abasto es conocido por dar de comer y trabajo a muchas familias que habitan en su cercanía.

Y podríamos pasarnos muchísimo tiempo intentando depositar la culpa en alguna persona o institución. Pero mientras hacemos esto, mujeres y hombres de todas las edades revuelven los desechos desesperados.

Esta vez fue una niña. Una pequeña. Que en su desesperación por llenar la panza, terminó perdiendo la vida.

¿Hasta qué punto nos hace llegar el sentimiento de supervivencia? Claro está, hasta dar nuestra vida.

Y sobre todo ¿hasta cuándo vamos a permitir que seres humanos vivan en situaciones paupérrimas y precarizadas?

El primer paso es empatizar. Entender al otro. Intentar aun desde la distancia comprender su cotidianeidad. Al fin y al cabo hay algo único e inviolable que nos une y hermana con ese otro: la dignidad.

Por Agustina Lorenzatto, periodista y estudiante de la Tecnicatura Superior en Comunicación Social.
Vivir en riesgo
Es una tragedia espantosa. Creo que es consecuencia de todas las irregularidades, de todos los peligros que conlleva para la gente el vivir en condiciones tan extremas, como en estos casos. Uno piensa, en estos casos, también en las conexiones irregulares eléctricas, la forma de calefaccionarse, ni hablar de la falta de servicios sanitarios, la calidad del agua.

En fin, las condiciones de pobreza implican, además de la falta de recursos económicos, siempre una cantidad de peligros constantes para las personas.

Lamentablemente creo que este fue un caso de este tipo. Me parece tan trágico y delicado que mucho más no me atrevo a decir. Es terrible pensar que todos los días están pasando situaciones semejantes y todos los días la gente pone en riesgo su vida. Es realmente muy terrible.

Por el profesor Nicolás Moulins, concejal de Concordia.
Inocentes
Otra vez somos foco por estas latitudes, la pobreza se cobra otra vez la vida de un inocente. Más allá de la impericia lo doloroso de las circunstancias golpea en el corazón mismo de la sociedad, una niña y un camión de residuos. Cientos de imágenes pulularon las redes sobre como las personas abordan desesperadas un camión con residuos, en plena crisis económica los residuos son un botín para muchos desesperanzados. He aquí el nudo de la cuestión; Los residuos son un problema complejo, un monstruo de siete cabezas resultante de un paradigma que promociona y se sirve de la individualidad. "El otro no existe". Parados en la cúspide de la creación, la naturaleza pasa a segundo y tercer plano, desconectados totalmente de nuestra condición de ser vivo, nos damos el lujo de consumir a niveles desproporcionados los productos inútiles que la modernidad nos hace creer que necesitamos. El capitalismo cobra victimas en los inocentes, no en vano se sostiene sobre la competitividad de la ley del más fuerte, sobrevive quien se adapta, el que no…

Frente al problema de los residuos caemos todos en la bolsa, la basura es nuestra, sale de nuestras casas y nos desentendemos de ella, no son nuestro problema, que se haga cargo “el otro” y quien se hace cargo de nuestros residuos comúnmente es un inocente, en un basural o en el arroyo, en un río, en un monte o en el mar. Miles de toneladas de basura a cargo de la vida de inocentes…

La pobreza no es solo falta de dinero, es ausencia de recursos, ausencia de saberes que permiten sobrevivir como seres vivos que somos, somos víctimas de un mecanismo perverso que nos alejó de la naturaleza que da el alimento, nos dejamos diseñar la dieta en los laboratorios, envenenar nuestros suelos, nos dejamos convencer que el alimento cuesta dinero y tenés que ganártelo con el sudor de tu frente.

Nosotros somos privilegiados geográficamente hablando, estamos en el Neotrópico una vasta extensión que sustenta la enorme diversidad de la Amazonia, la Mata Atlántica, el Gran Chaco y encima de las Pampas el pastizal, miles de especies que llegan por huella hídrica, la inmensa cuenca que alimenta nuestros ríos y abastece nuestras costas y humedales de alimento que nosotros no sabemos aprovechar. En países como Brasil o Paraguay aun laten esos saberes, nosotros los quitamos con Rundap. Toda Educación es política. Toda muerte es política, así sea un humano o cualquier componente de la biodiversidad, el individualismo es la verdadera mala hierba que deseduca para adoctrinar.

Por la profesora Mariana Acosta, educadora ambiental.
“Los niños deben ser la gran coincidencia a defender y proteger”
Para los concordienses el "Popular" Campo del Abasto es sinónimo de basura.

Para muchos la basura es desperdicios, para otros es reciclaje, trabajo, oportunidad. Pero tristemente aun, para muchos es comida, es alimento.

Mientras para algunos la basura, representa lo que se desecha en la casa, para otros eso significa lo que se come en la suya.

Desde hace muchos años la imagen del campo del abasto siempre fue la misma, la imagen cruel y dura de seres humanos en contacto con la basura. Primero Maximiliano de 16, en el 2012 y ahora Alejandra de 11 en un terreno lindero, perdieron su vida.

Pero toda reflexión, es tardía e insuficiente, si no se encaran políticas de estado, tendientes a que los Maximilianos, y las Alejandras, con vulnerabilidad en su niñez, sean niños jugando y no buscando en la basura algo para llevar. Los niños deben ser la gran coincidencia a defender y proteger. Debe ser lo que nos une entre tantas cosas que nos puedan separar.

Por Carola Laner, concejal de Concordia.
“A Alejandra la matamos entre todos”
Eran cerca de las 11:30 horas, estaba acostada, revisando el celular para luego dormir. Recuerdo el momento en el que en el inicio de Facebook vi la inesperada noticia, en ese instante me entere que una niña de 11 años había encontrado la muerte buscando algo de su interés entre tanta basura.

Sentí un dolor en el pecho, se me erizó la piel, no me lograba dormir y no podía dejar de pensar en el momento del accidente. Era una nena, ella estaba entre la basura, con frío, posiblemente buscando comida; mientras nosotros nos íbamos a dormir con la cantidad de abrigo que se nos ocurriera y con la heladera llena de comida.

Con tristeza siento que a Alejandra la matamos entre todos, nosotros con nuestra indiferencia y el Estado con su ausencia.

Por la técnica Daiana Robol, periodista.
Fuente: El Entre Ríos.

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