Desde el organismo oficial señalaron que el caudal descargado desde la alta cuenca permanece “en gradual disminución”, por lo que la bajante extraordinaria “seguirá siendo motivo de especial monitoreo diario”. Asimismo, explicaron que la perspectiva al 30 de noviembre próximo “es aún desfavorable, con probabilidad cierta de extenderse en los subsiguientes dos meses, por lo menos” y pidieron mantener atención sobre “la captación de agua fluvial para consumo urbano”.
El caudal entrante al delta del Paraná viene de registrar un comportamiento descendente durante todo agosto, con una “leve mejoría” al principio de septiembre, pero que “se disipará rápidamente”, con un promedio de 7 mil metros cúbicos por segundo, muy por debajo de lo normal.
En ese sentido, el Instituto del Agua prevé que las próximas semanas continuará disminuyendo, y la tendencia climática para fines de octubre no permite esperar una mejora sostenida en las lluvias regionales, con niveles inferiores a la media, por lo que “todo el Delta queda muy dependiente de las oscilaciones provenientes del estuario”.
La bajante extraordinaria, que se pronostica se acercaría a la peor situación hídrica detectada desde el año 1944, viene afectando la vida ambiental, económica, productiva y social de ciudades costeras en Entre Ríos. Las alturas actuales ya superaron las marcas de 1971 (0,50 metros), las de 2020 y 1970 (0 metros).
Hay que remontarse a la década del ‘40 para registrar una situación más compleja que la actual. En ese momento, el río marcó -1,40 (debajo del nivel del mar) metros frente a Paraná, al igual que en Diamante (-1,38), Victoria (-41) y en La Paz (-1,11).
