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Adrián Cormillot
Adrián Cormillot
Adrián Cormillot
“Es más importante darle lugar a la evidencia científica y dejar de lado a las ideologías”.

La Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), según su propia información, es una organización empresarial de productores rurales de la Argentina fundada en 1989, que tiene su sede en la ciudad de Rosario.

Se trata de una asociación de empresarios reunidos inicialmente con la misión de difundir y promover el sistema de siembra directa, es decir sin necesidad de labranzas para proceder al cultivo; aunque fue ampliando su campo de acción dentro del marco de lo que denomina “sistemas de producción sustentable”.

A lo cual habría que agregar que ella es parte principalísima de la verdadera “revolución agrícola” que se viene produciendo en nuestro país en las últimas décadas.

Precisamente la entidad realizó este año su XXVI Congreso Anual donde se puso el foco en la convergencia de la ciencia y la sustentabilidad, bajo un concepto expresado en un raro neologismo, cual es el de “sustentología”.

Con lo que vendría, a nuestro entender, a aplicar en el ámbito de la producción agrícola tanto la ciencia como la tecnología de una manera amigable para el medio ambiente, o expresado de una forma quizás más realista, que sea lo menos agresiva posible para con el mismo.

Una de las exposiciones efectuadas en el Congreso, que ha tenido una mayor repercusión fuera del mismo, fue la del doctor Adrián Cormillot, un conocido médico nutricionista, que al ocuparse de los productos fitosanitarios y su aplicación, se lo vio defender su aplicación de una manera que, a no dudarlo, ha de resultar agresiva para muchos grupos ecologistas y como consecuencia de ello generará chisporroteos, en un escenario tan proclive a facilitar su generación como es el nuestro.

Algo que parece explicable, si se tiene en cuenta que Cormillot comenzó su exposición “con los tapones de punta”, ya que lo hizo diciendo que “es más fácil engañar a la gente que convencerla de que ha sido engañada”, citando al escritor estadounidense Mark Twain.

Para, a continuación, señalar que en nuestro país “las críticas hacia los agroquímicos están promovidas por 'infoxicadores', teniendo por tales a los que “informan malintencionadamente y promueven información que no es veraz y que resulta “tóxica” para la ciudadanía.

Dentro de ese contexto, hizo referencia a que la disputa entre los alimentos producidos de manera convencional con los llamados “orgánicos”, corresponde a una “infoxicación”. Allí utilizó un argumento que para quienes opinan de otra manera puede sonar a un razonamiento simplista cuando no falaz, al decir que “no existen alimentos inorgánicos, ya que todo organismo vegetal o animal es orgánico. Lo que puede ser diferente es el modo en que se producen”.

Como era previsible en su exposición, en un momento dado irrumpió el glifosato, cuya utilización provoca una de las grandes batalles en las que se los ve entreverados a los grupos ambientalistas.

No se anduvo aquí Cormillot con medias tintas, ya que se lo vio disparar que “el glifosato es aproximadamente la mitad de tóxico que la sal de mesa y unas 25 veces menos tóxico que la cafeína”, recordando que ese herbicida “ha sido investigado más veces que cualquier otro producto agrícola”. De allí que destacó que “tanto la Unión Europea, como la Reunión Conjunta de la FAO con la Organización Mundial de la Salud sobre residuos de plaguicidas y la Agencia de Protección ambiental de Estados Unidos, concluyeron que el glifosato es seguro.”

No han de coincidir seguramente con él, los aludidos grupos defensores del medio ambiente cuando insistiendo sobre el tema, Cormillot aseguró “que mucha de la información que circula con respecto al glifosato, no condice con las conclusiones de los estudios científicos existentes que demuestran que el glifosato es seguro.

De allí que concluyera señalado que “en cuestiones como la del glifosato, lo más importante es darle lugar a la evidencia científica y dejar de lado a las ideologías.

Un punto en el que se viene insistiendo en el último tiempo, luego de que comenzaran a difundirse ciertas informaciones falsas sobre el glifosato.” Es que según él, el problema se debe, en parte, a que “hay mucha tecnología difícil de concebir, y cuando la gente no entiende, es propensa a creer cuestiones falsas”. Por eso, concluyó, que lo mejor es “priorizar la información con respaldo científico y argumentaciones basadas en evidencias reales”.

De qué lado está la razón es algo tanto o más difícil que establecer, el de poder convencer a los grupos que hacen de cuestiones como éstas, causas impregnadas de un fanatismo similar al de las religiones fundamentalistas. Con una diferencia, cual es que en este caso este tipo de resistencias, vienen a servir de contrapeso, de manera de impedir se caiga en desmesuras capaces de poner en riesgo el futuro de la humanidad toda.

Es que en el ámbito de las prácticas agrícolas, como en todos los órdenes de la vida, lo primero de todo es actuar después de haber abrevado en la mejor información disponible. Y al hacerlo, tener en cuenta que todo es cuestión en gran parte de cuidado y de medida. Porque es indudable que la utilización de cosas que se tienen por peligrosas debe comenzar por ser cuidosamente dosificadas en lo que respecta a la cantidad que se emplea, cuidado que debe repetirse en ocasión de su aplicación.

De donde en el caso de los agroquímicos o agrotóxicos, se hace presente una circunstancia que buscamos eludir, cual es que el problema está muchas veces no en las cosas, sino en nosotros, dada la forma en que se las usa, o que su mal uso provoca.

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