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Siempre que un niño o un adolescente se sumergen en un espacio con agua, un adulto debe estar supervisando.

Con esta premisa, los especialistas encaran las campañas de prevención este verano. Medidas que se reiteran cada temporada pero no parecen suficientes, teniendo en cuenta las tragedias que suceden año tras año. Citando tan solo un caso –en la localidad de Manuel Alberti, partido bonaerense de Pilar- un nene de 2 años murió ahogado este domingo en una pileta de lona que estaba en el fondo de su casa, con apenas unos 40 centímetros de agua.

Los descuidos de los adultos –que a menudo terminan de la peor forma- suelen fundamentarse muchas veces en que los chicos “saben nadar” o en que tienen chalecos, bracitos o flotadores, tal lo que ocurrió en departamento Tala, Entre Ríos, donde un bebé de un año y cuatro meses pelea por su vida, luego de que su madre lo dejara dentro de una pileta de lona con un salvavidas para ir a buscar la mamadera, encontrándolo boca abajo al regresar.

En los hogares, también las piscinas sin cerco perimetral o las bocas de succión, pueden provocar episodios de suma gravedad. Un caso ocurrido en Paraná y que tuvo repercusión nacional, fue el de la pequeña Joaquina, que en diciembre de 2018, cuando tenía 5 años, fue succionada por el sistema de filtrado de la pileta de su casa.

En este marco, desde el Área de Infancia de la Dirección de Salud Materno Infanto Juvenil, dependiente del Ministerio de Salud de Entre Ríos, recordaron las medidas de prevención para evitar lesiones y ahogamiento en orillas, piletas y aguas oscuras (lagos, ríos o mares).

Entre las recomendaciones más importantes, la integrante del área, Valeria Rodríguez Alcántara, destacó: “Hay que evitar que los chicos jueguen o se sumerjan en aguas no autorizadas o desconocidas, y en caso de tener piletas en las casas o si vacacionan en lugares con aguas abiertas, enseñarles a nadar y a respetar las señales de peligro. Siempre tiene que haber un adulto responsable a cargo supervisando de forma directa y permanente, y con la capacidad para asistir al niño ante una emergencia”.

“Los más chicos pueden ahogarse en poca agua y en pocos minutos, aunque tengan bracitos inflables, chalecos u otros flotadores, que no son métodos seguros de protección en menores de tres años”, indicó la pediatra, y agregó: “Por eso es vital no confiarse en que el niño sabe nadar o tiene bracitos, sino que hay que mantener la observación directa sobre ellos tanto cuando están en el agua como cuando se encuentran en cercanía a piletas o aguas abiertas, ya que en un descuido pueden meterse o caer en el agua”.

“Además, se deben proteger piscinas familiares con cercos de al menos 1 metro (ideal 1,5), con una puerta de acceso que no pueda ser abierta por los niños. Debe tener barrotes verticales que no permitan el paso de la cabeza y la separación entre los mismos no debe ser mayor de 10 centímetros”, puntualizó Rodríguez Alcántara.

Por otra parte, la profesional se refirió a los elementos de protección en las piscinas o para navegar: “Las bombas de succión pueden traer problemas, por esto, aconsejamos tapar las bocas en todas las piletas. Además, para quienes vayan a bordo de cualquier tipo de embarcación, siempre deben usar chaleco salvavidas con al menos tres broches seguros, correa inguinal y con material sintético de alta flotabilidad”.

Cabe destacar que se recomienda evitar la presencia de lactantes menores de 24 meses en vehículos náuticos (salvo en embarcaciones de mediano y gran porte, con logística de salvataje adecuada) ya que corren altísimo riesgo en caso de emergencia o naufragio. Para más información, en el documento de Consenso Nacional de Prevención del ahogamiento: “El niño y el agua” de la Sociedad Argentina de Pediatría, se detallan las normas para paseos o deportes en vehículos náuticos.
Tener respeto a las aguas abiertas
En cuanto a los riesgos de bañarse en ríos, arroyos, lagunas y lagos, se destaca que el agua turbia impide la visualización del cuerpo en caso de inmersión, y la profundidad es impredecible. Por esto, Rodríguez Alcántara señaló: “Los menores deben ingresar siempre acompañados por un mayor que los lleve de la mano, y jamás zambullirse”.

La posibilidad de supervivencia de un niño o adolescente sumergido totalmente en agua “no transparente” es inferior que en las de una piscina, más aún si hay remolinos o corrientes. “Desde pequeños deben saber que hay que tener gran respeto y prudencia por las aguas abiertas, para evitar complicaciones y lesiones”, remarcó la médica.

Cabe citar que, en Paraná, el ingreso al río en todas las playas –públicas y privadas- no está habilitado por la Municipalidad por los riesgos ante la bajante histórica.
Reglas que salvan vidas
Es esencial enseñar a niños y adolescentes que ante una caída no deben gastar energías nadando. Es mejor intentar flotar y pedir auxilio; sacarse inmediatamente zapatos y ropas, ya que nadar con esta indumentaria exige un enorme esfuerzo y no protege de la hipotermia.

Además, desde la cartera sanitaria indicaron que hay que elegir balnearios con condiciones mínimas de seguridad: boyado visible y guardavidas profesionales (entrenados en Reanimación Cardio Pulmonar –RCP- y en número adecuado según bañistas).
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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