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De frases desafortunadas, de eso se trata esta nota. Alberto Fernández ha sido últimamente protagonista exclusivo de muchas de ellas. Tanto que hasta sus propios compañeros del Frente de Todos desearían que abriera menos la boca. O que si lo va a hacer, ya no lo haga de manera improvisada como hasta ahora.

Allá, por abril del 2020, en los comienzos de la pandemia, Alberto dejó inscripta en bronce la frase por la cual seguramente se lo recuerde durante mucho tiempo. Incluso es muy posible que quede en todos los libros de historia. Defendiendo su posición de entonces de cerrar todas las actividades en todo el territorio nacional, dando así inicio a una muy férrea cuarentena, dijo: "No lo dudé nunca: prefiero tener 10% más de pobres y no 100.000 muertos". “De la muerte no se vuelve, de la economía si”.

Como todos sabemos hoy, la cuarentena en Argentina fue una de las más largas y estrictas del mundo. En el medio, la economía colapsó -el año pasado, el producto bruto cayó 10%- y llegamos al triste récord de ser el país número 11 en cruzar la barrera de los 100 mil muertos. Aquel número que Alberto tiró aquella vez al azar, terminó volviéndose una triste realidad. Y los 10% más de pobres muy posiblemente también, o se está muy cerca. Hoy ya hay un 42% de pobreza en Argentina, como nunca antes. Y lo más dramático es que ese número, que bien podría subir más, parece estar tomando el carácter de permanente.

"No podría vivir en paz sabiendo que, pudiendo evitar una muerte, dejé que esa muerte ocurriera. No quiero pensar lo que sería en mi conciencia dejar que mueran 40 mil. No duermo más, no vivo más en paz. Entonces yo esa duda nunca la tuve", agregó aquel día. Y cerró: "El dilema entre economía y salud es falso”. "No podría vivir en paz sabiendo que, pudiendo evitar una muerte, dejé que esa muerte ocurriera".

Eran otros tiempos, claro. Su popularidad estaba en su pico, y nada hacía presuponer que la pandemia se extendería tanto tiempo y tan profundamente como lo hizo. Y además, y esto tal vez sea lo más relevante, el gobierno se tenía cierta confianza -infundada- en poder manejar, de manera más o menos decorosa y en simultáneo, tanto la crisis sanitaria como la económica.

Hoy los resultados muestran otra cosa. Una economía en ruinas, producto de una tremenda mala praxis, una galopante desconfianza, y una inflación reprimida y altísima, cómodamente instalada en la zona del 50% anual. Tampoco ayudó, es cierto, el punto muy bajo en que dejó Macri a la economía.

La gestión sanitaria en todo este periodo fue tan mala como la económica o aún peor. Se testeó poco y mal y ni aun con todo el tiempo transcurrido hemos logrado mejoras. Perdimos además un tiempo precioso en el proceso de compra de vacunas, por razones que muy posiblemente tengan más que ver con inoperancia que con ideología. Se dejaron pasar por nuestras narices millones de vacunas que fueron a otro lado. Y lo que es peor aún, en los primeros días en los que las vacunas comenzaban a estar disponibles. Ahí está tal vez la principal razón de la gran cantidad de muertes, que podrían haber sido tal vez menos de la mitad -según dicen los que saben- si se hubiera podido disponer de un mejor y mayor programa de vacunación que hubiera incluido a las americanas como Pfizer.

Tiene razón Alberto, de la muerte no se vuelve. Pero de la vergüenza tampoco. Hoy, resultado tal vez de la peor gestión estatal mundial -cuando se la compara contra la de otros países de altos y medianos ingresos-, tenemos solo un triste récord para mostrar. Un número dantesco de muertes, y una economía en llamas. Alberto, ¿de eso cómo se vuelve?
Fuente: El Entre Ríos

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