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Si bien la cuarentena que hice ha sido cabal y continúa aún, sin duda me ha apartado del mundo, por lo cual el juicio que sigue puede ser apresurado o falso. Creo que esta pandemia ha sido la primera pandemia atea en la historia de la humanidad. Las iglesias retrocedieron ante los científicos, en lo que quizás hubo sabiduría, pues es más doloroso ver que la oración fracasa que ver a la ciencia mostrar su impotencia. Ver que el fracaso es del gobierno, es entre nosotros una centenaria costumbre y puede llegar a ser un espectáculo entretenido o divertido, según la maldad de cada uno. Pero no fue tal la impotencia de la ciencia, veamos.

Un rasgo interesante en la historia de esta peste; y hay tantos...., es lo ocurrido con los medicamentos que se usaron. Desfilaron algunos como nuestros ministros: de todopoderosos al olvido. Vean sino lo ocurrido con la hidroxicloroquina. Se la sintetizó a partir de la cloroquina en 1946 (pronto será centenaria) como un remedio antipalúdico y reemplaza entonces a la quinina, monopolizada por la Corona Española, que la extraía de las cortezas de los árboles de la especie Cinchona, presentes en el Perú. Luego se supo que es útil en enfermedades reumáticas, si bien el mecanismo no se conoce todavía. Fue aconsejada públicamente por el presidente de un gran estado, pero estudios de cierto rigor la descartaron. Y una droga novísima, el remdesivir, que fue activa en algunas virosis parecidas en territorio africano y cuyo tratamiento cuesta alrededor de u$a 2.500, tampoco mostró resultados benéficos. No es un remedio para países quebrados, no sé si alguno lo es.

Dos viejas vedettes resucitaron: la colchicina y la dexametasona. Mi viejo médico, q.e.p.d., amaba la colchicina. Se extrae del bulbo de una planta común alrededor del Mediterráneo, un crocus, que da una flor modesta al fin del invierno. Ingresó en el tratamiento de la gota en 1763 por un médico vienés Anton von Störk, famoso por sus conocimientos de herboristería y pocos años después Benjamín Franklin, que era también un gotoso, la introdujo en los Estados Unidos. Fue el gran tratamiento de la artritis gotosa aguda: un comprimido por hora hasta que calme el dolor o aparezcan vómitos y diarrea o.... En general las dos cosas ocurren juntas, pero el enfermo quedaba agradecido ya que el dolor suele ser muy intenso. Es también excelente para la prevención de los ataques. La aparición de los AINE (indometacina, ibuprofeno y otros) la desplazaron, pero sabemos que las vedettes resurgen: ahora se usa para prevenir la recurrencia de la pericarditis, en la fiebre mediterránea familiar, en incluso en la enfermedad coronaria, en el postoperatorio de la cirugía cardíaca. Su utilidad para la enfermedad por COVID 19 se afirmó con un estudio canadiense sobre 4.500 pacientes. Disminuyó la necesidad de hospitalización en un 25%, la necesidad de ventilación mecánica en un 50% y cayó la mortalidad en un 44%, previniendo la gran tormenta inflamatoria, que si bien compromete casi todo el cuerpo, muerde feo el pulmón.

La otra vedette es la dexametasona. Su historia comenzó en 1843 cuando Tomás Addinson, en Inglaterra describió la insuficiencia de las glándulas suprarrenales, enfermedad que lleva su nombre. Casi un siglo después las hormonas cuya carencia provoca la enfermedad fueron sintetizadas en Estados Unidos a partir de la bilis de buey, obteniéndose la cortisona. En 1948 El Dr. Philip Hench inyectó por primera vez cortisona a una enferma con artritis reumatoidea, con una espectacular y transitoria mejoría. La dexametasona, es 20-30 veces más potente que la cortisona. Se usa frecuentemente para tratar procesos inflamatorios agudos, el edema cerebral, el asma bronquial, etc. Se vio que disminuye la mortalidad en forma significativa en pacientes con COVid 19 que tienen neumonía grave bajo oxigenoterapia o asistencia respiratoria mecánica y la indicación en estos casos parece hasta ahora precisa. Tenemos pues dos viejos remedios muy baratos en comparación con los más nuevos, muy útiles.

Precisemos: “vedette” (del latín "videre", el jinete alejado de la tropa que hacía de vigía y centinela, luego el actor cuyo nombre en los carteles tenía las letras más gruesas, el personaje que se destaca en un ámbito y suscita admiración) o algo así vemos que ha ocurrido con la Ivermectina.

Fue descubierta por S Omura, quien aisló del suelo de un campo de golf una bacteria del género streptomyces que la produce allá por los 60 y fue sintetizada por William Campwell en 1981, recibiendo ambos el Premio Nobel en 2015. Se trata de un excelente antiparasitario, desde las formas más graves hasta los piojos y sarna. A principios del 2020, un laboratorio de Australia informó que los cultivos con el virus causante de Co-Vid 19 eran esterilizados en 48 horas por la Ivermectina. Tomás Mann dijo alguna vez que en nuestra civilización todo hecho se convierte en un hecho político (no encontré la cita). Algo así vemos lo ocurrido con la ivermectina. Hay reparos en cuanto a la seguridad de las dosis elevadas que deberían usarse para el tratamiento en humanos. En nuestro país varios gobiernos provinciales la aceptaron como tratamiento de la población afectada cuando en realidad creo que no hay estudios rigurosos y desperdiciando la posibilidad de así realizar uno. De cualquier manera el ANMAT se manifestó en contra, pero el Instituto Nacional de la Salud de los Estados Unidos, que había vedado ese uso, levantó la sanción. Este medicamento sería de utilidad en otras enfermedades no parasitarias, como la rosácea y el hígado graso no-alcohólico, que es una epidemia silenciosa en nuestra civilización; pues aunque no lo creamos, estas epidemias también existen, y suelen ser mortíferas. Sepan que el doctor Omura no era un loco raspando el suelo de un campo de golf, estaba buscando bacterias productoras de nuevos antibióticos dada la necesidad imperiosa de encontrarlos, urgidos por la multirresistencia de los gérmenes hospitalarios, provocados por un uso excesivo los antibióticos conocidos.

Las ascidias, llamados chorros de mar, son unas pequeñas criaturas marinas, de pocos mm a 20 cm de largo. Cuando larvas tienen un pequeñísimo cerebro y médula espinal que al fijarse en el suelo o en una roca, ya adultos, se reabsorben, y queda solo su tubo digestivo que filtra el agua de mar que por él pasa y de ella toman su alimento. Alguien vio en estos seres una metáfora de los empleados públicos: conseguido el puesto... De estos pequeños bichos, que semejan más plantas que animales, se extrae una sustancia llamada plitidepsina, que es muy útil en algunos tumores de los ganglios y la médula ósea, en particular el mieloma múltiple. Se ha visto que es un potente antiviral, el más potente hasta hoy según algunas publicaciones, pero habrá que esperar hasta los ensayos bien planeados y documentados, seguramente en marcha. El laboratorio que la estudia es español; las ascidias son comunes en Ibiza y otras costas mediterráneas.

Creo que no podemos menos que maravillarnos que tanto se conozca de una enfermedad que lleva apenas poco más de un año castigándonos. Hay cientos de vacunas en estudio, así como otros medicamentos. Algunos serán útiles, otros descartados. Se los busca perfectos, como la llave justa para cada cerradura. Sin duda estos remedios están en la sabia naturaleza. En el bulbo de una flor para los gotosos, en la corteza de un árbol para los palúdicos, en las hormonas que producimos: la cortisona que produce esa "carnaza" que tenemos sobre los riñones es la madre de la dexametasona. No me extrañaría que en un yuyo insignificante esté la llave de la inmortalidad. Entre nosotros, preferiría uno contra la estupidez. Imaginen un planeta con inmortales estúpidos.
Fuente: El Entre Ríos

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