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Comenzaron a circular, primero en las redes sociales y luego en algunos medios nacionales, el rumor de que el ministro de Economía, Sergio Massa, quiere ser candidato a Presidente en las elecciones de este año. Algo que estaba claro desde que abandonó su silla en el Congreso para mudarse al Palacio de Hacienda. No era 2027, como decía Massa, sino 2023, como supuso esta columna en aquel momento.

Que se hace medir, dicen los mismos rumores, y que le da bien. Como si las encuestas fueran creíbles. De todas formas, parece claro que si quiere explorar una candidatura, tiene presupuesto para hacerlo. Logros tiene menos, pero los explota bien: “La inflación no llegaría a 100%”, titulaba LN+ una nota sobre los precios esta semana. Como si hubiera motivos de celebración en que sea 95% en lugar de 100%, o en que la tasa mensual sea 5% en lugar de 6%.

La pregunta que cabe hacerse, con todo, es si los rumores y los apoyos tienen una base de sustentación sólida, o si son meros globos de ensayo, hechos posibles por la complacencia de los medios de comunicación con números económicos que no son para nada sólidos. Porque, en lo concreto, el nivel de actividad se aplacó en la segunda mitad de 2022, y la inflación acumulada en los cinco meses de gestión de Massa trepó a 33%.

Sí, es cierto que las urgencias financieras que suponía la erosión de las reservas y la acumulación de vencimientos de corto plazo de la deuda en pesos fueron sorteadas. Pero esos “logros” fueron conseguidos apenas por la introducción de artificios como el dólar-soja y el endurecimientos de las restricciones a la importación, o la compra de bonos por parte del Banco Central y la sucesión de canjes en los que las agencias del sector público, incluyendo al propio Banco Central, el FGS y los gobiernos provinciales, fueron los actores mayoritarios.

Ninguno de estos artificios brindó soluciones de fondo, sino que apenas lograron estirar el momento de la verdad.

En cierto modo, el éxito que se atribuye Massa, y que atribuyen los medios a Massa, consiste en haber logrado que lo que parecía próximo a estallar no estalló. Con el correr de los meses sabremos si eso fue o no conveniente para las chances electorales del oficialismo, en general, y del Ministro, en particular. Porque si evitar un estallido cambiario o monetario a mediados de 2022 termina en un estallido más cerca de las elecciones, el esfuerzo habrá sido en vano.

Esta semana, la agencia de calificación de riesgo Standard & Poor´s (“S&P”) rebajó la calificación de la deuda en pesos argentina a la categoría de “default selectivo”. Mientras desde el Palacio de Hacienda, se celebraba otro canje “exitoso” de deuda, que redujo los vencimientos del primer trimestre de 2023 en $2,9 billones, la calificadora puso el foco en que esos vencimientos fueron apenas estirados hasta el segundo semestre de este año y en que tuvieron una aceptación baja entre los acreedores del sector privado.

El informe de prensa de S&P resaltó que, contrariamente a lo ocurrido en los canjes previos, esta transacción ocurrió en condiciones desfavorables debido a la probabilidad de default (baja participación de los acreedores) inherente a la muy limitada capacidad de extender los plazos de vencimiento de la deuda. La gente de S&P no parece sensible a las necesidades proselitistas del Ministro.

Las agencias calificadoras no son grandes pronosticadoras, pero no es ese su rol, sino el de medir cuán vulnerable es un crédito. El crédito argentino, al parecer, tiene baja probabilidad de ser cobrado según las condiciones contractuales, según S&P.

Es curioso que las medidas “del corazón”, en las que basa el Ministro el globo de ensayo de su candidatura, enfatizan la dilación de la hora de la verdad como un logro, las medidas duras de las estadísticas sugieren que las vulnerabilidades estructurales de origen no sólo no han sido reducidas, sino que en algunos casos han empeorado.

El año 2023 se presenta desafiante. Es arduo discernir si en el devenir de los meses será más importante la probabilidad de que haya un cambio en la Casa Rosada o si, por el contrario, será más importante la probabilidad de que haya un descalabro en la deuda en pesos, que haga que los artificios que mantienen a la economía en coma inducido deban ser desconectados, desatando un escenario caótico que desnude que la gestión de Massa no es, como nos quiere hacer creer, un milagro.
Fuente: El Entre Ríos

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