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Desde Nueva York, y en lo que se considera como un gesto de reprobación y hasta de censura a la política anti migratoria del presidente Trump contra mexicanos y centro americanos, el Instituto Cervantes ha presentado su informe anual dedicado a señalar el número de hispano hablantes, haciendo a la vez una suerte de escueta prospectiva, ya que la previsión que se formula es que para 2060, EE UU sea el segundo país hispanohablante del mundo después de México.

Al mismo tiempo se ha destacado que el castellano es en la actualidad la lengua oficial en 21 Estados y la utilizada, con diferentes grados de dominio, por 580 millones de personas, tres millones más que en el informe de 2018 — un levísimo crecimiento por razones demográficas— y que suman ya el 7,6% de la población mundial.

Cabe destacar que los dos primeros puestos son para el inglés y el chino (950 millones) y luego el tercer lugar lo ocupa el francés, mientras que el castellano es “el cuarto idioma más poderoso del mundo”.

A la vez de los 580 millones de hispanohablantes, “483 millones tienen el español como lengua materna”, precisa el estudio (el año pasado eran 480) lo que lo sitúa como la segunda del mundo tras el chino mandarín. En este apartado, México es el primer país con más hispanohablantes nativos (casi 122 millones), seguido de Colombia (49,4), Argentina (44) y España (43).

Todo ello sin contar a los que el Instituto Cervantes considera como inmigrantes de lo que él denomina el “grupo de competencia limitada”, que son los que se manejan en español, aunque con alguna precariedad (75,2 millones en todo el planeta) y “el grupo de aprendices” (estudiantes), que son 21.882.448.

A este respecto el informe señala que el interés por aprender esta lengua “es especialmente intenso en EE UU —son ocho millones de aprendices, el 37% del mundo—. A punto de que se consume el Brexit, el 31 de octubre, los británicos perciben “el español como la lengua más importante para el futuro”, se añade. Otro polo atractivo para el español es Brasil, donde hay 6,1 millones que lo estudian, y Francia (2,7 millones).

Por otra parte, y continuando con la relación del informe debe señalase que con “el cuarto lugar del español en el mundo en cuanto a su influencia sale de medir su peso en diversos ámbitos.”

Así, como idioma para el comercio, “en las importaciones de los países que lo tienen como lengua oficial ocupa la tercera posición (9%)”; el inglés es el 31% y el chino, el 16%. Sin embargo, está por delante del alemán (7%) y el francés (5%).

Si hablamos de las relaciones diplomáticas, “el español ocupa la tercera posición en la ONU y la cuarta en la UE”, aunque el Cervantes lamenta “su representación insuficiente” en ambos foros internacionales, la salida del Reino Unido del club europeo y la batalla en la Red.

Son a la vez interesantes las cifras que se dan a conocer acerca del uso del castellano en la Red. A ese respecto el estudio señala que el castellano está en el tercer puesto (el 8,1% de los 4.200 millones de usuarios lo hace en este idioma), una vez más tras el inglés (25,4%) y el chino (19,3%), aunque “es la segunda en Facebook, Linkedin y Twitter”. En esta última ocupa ese segundo lugar incluso en ciudades como Londres o Nueva York.

No se deja de lamentar en tanto, en el informe la escasa influencia que nuestra lengua tiene en el campo de la lengua y de la tecnología. Allí, según se señala, ”la presencia del español es anecdótica y está relegado claramente a un plano secundario”. Como compensación mejor es la situación en el mundo editorial. España es el tercer país exportador de libros del mundo, después del Reino Unido y Estados Unidos; el octavo en producción de volúmenes y el noveno por valor de mercado en el sector editorial.

Y en lo que respecta a la producción cinematográfica España es el octavo país en cuanto a producción de películas en todo el mundo. Otras dos naciones del ámbito hispánico, Argentina y México, se encuentran en las posiciones 11 y 12.

No obstante, el informe lamenta que su uso en los filmes sea “inferior al del francés o el alemán”.

Hasta aquí el castellano en cifras. Mientras tanto, debe recordarse el hecho que desde su origen, cuando lo registró en palabras señeras, su misión aludiendo al hecho que la Real Academia Española – a lo que ahora habría que agregar instituciones hermanas dispersas en el mundo- “fija, brilla y da esplendor” a las palabras de nuestra lengua.

Algo que viene a asignarle una tarea ciclópea a instituciones de este tipo en el cuidado del idioma, en las circunstancias actuales donde se hace presente un cúmulo de causas que contribuyen a su deterioro.

En primer lugar, la globalización y aun antes de que se asista a una consolidación de ese fenómeno en zonas de frontera entre Estados con distintos idiomas oficiales, se ha venido a generar una suerte de “lengua franca” que no es otra cosa que un híbrido en el que se entremezclan palabras de distintas lenguas. En casos, incorporadas literalmente, es decir sin modificación alguna, y en otros en nuestro caso “castellanizando”, por ejemplo palabras inglesas o francesas, que pasan a ser parte de nuestro vocabulario como “anglicismos” y “galicismos”.

Por otra parte, es notorio que somos cada vez más mal hablados, como consecuencia de la imperfecta formación de muchos de nuestros comunicadores sociales que muchas veces con su comportamiento parecen dar a entender que su misión reside en hablar y hablar, acortando como un pecado la dimensión de los silencios, por lo que se llega dando la impresión que nos ametrallan con palabras, que en ocasiones son sin ton, ni son.

Referencia la precedente, referida al leguaje oral, en el que no queda constancia de lo que es una transgresión evanescente, a diferencia de lo que sucede con la lengua escrita, donde queda de una manera ostensible la presencia del error ortográfico o de la incorrecta construcción gramatical, consecuencia de una notoria falencia en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Sin olvidar que asistimos al avance aparentemente irresistible de la “grosería” invadiendo las interacciones, en desmedro de las maneras “decentes”, una palabra ésta que explicablemente se utiliza cada vez menos.

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