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Analizando el sentido de ese refrán, y buscando reforzar la explicación de una figura que resulta clara de por sí, se ha señalado que la misma es un llamado a la discreción.

Y en ese sentido, se aclara que resulta una apelación “a la acción de pescar, cuyo éxito depende del descuido del pez que no advierte el peligro, y abre la boca para morder el anzuelo, lo que es, por sí mismo, la causa real de su perdición”.

Lo mismo se advierte en el caso de muchas personas que se meten en problemas a consecuencia de no saber callar, con olvido de que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras.

No resulta en balde volver sobre ese llamado a la discreción al que nos referíamos, ya que por ésta se entiende, según el Diccionario de la lengua, “la prudencia y sensatez para formar un juicio y tacto para hablar u obrar.”

Consideraciones todas que cabe asociar a la frecuente habla de los políticos, que con “esas metidas de pata” se convierten en alimento para respuestas cizañeras, aún en el caso que ellas sean sustancialmente correctas, pero no por esa circunstancia se las ve despojadas de diversos grados de malevolencia.

Algún lector nuestro propenso a caer en este tipo de pecado -reiteramos, el de la malevolencia-, seguramente supondrá que nos estamos refiriendo a las palabras escuchadas en boca del exgobernador Urribarri en un acto de celebración del “Día del Militante”, con las que, refiriéndose a sí mismo, señaló que “uno es lo que hace”. Palabras a las cuales en su caso, y sin que sea necesario ser prejuicioso, se les puede dar un significado opuesto al que fuera su intención al formularlas.

Ni tampoco a los dichos de la vicepresidenta en un acto celebrado en La Plata, con la misma motivación, cuando se la vio repitiendo una frase de las preferidas de Perón que, a pesar de su antiquísimo origen, sigue siendo de permanente actualidad, cual es la que señala que todo deber ser “a su medida y armoniosamente”. Aunque si la mesura da la impresión de no haber sido nunca una de sus cualidades, no podemos dejar de esperar que después de lo dicho, la incorpore de aquí en más, para bien de todos, a su personalidad.

O tampoco, a su afirmación escuchada en el mismo acto, manifestando que “acá lo único nuevo somos nosotros”, cuando antes se la había escuchado decir que “podemos volver a hacer una gran Argentina, porque una vez lo hicimos”. Frente a lo que habrá que preguntarse si están confundidos los que piensan que ella es parte del actual gobierno; y que, independientemente de ello, no corresponde considerarse gestora o parte de “lo nuevo”, cuando en el mejor de los casos, lo suyo no sería otra cosa que una resurrección.

Mientras tanto, nuestro propósito principal radica en prestar, la que consideramos especial e indispensable, atención, a las consideraciones del senador nacional rionegrino Weretilneck, cuando da razón del “alzamiento” del Senado de la Nación, contra una sentencia de nuestra Corte Suprema de Justicia, había señalado la existencia de maniobras fraudulentas en la designación de uno de sus miembros para integrar el Consejo de la Magistratura de la Nación.

Es que Weretilneck, para justificar su decisión de sumarse con su voto a ese “alzamiento”, luego de hacer referencia al hecho de que entre los derechos de los miembros del Senado, se encuentra el de organizarse en función de sus intereses políticos o coyunturales. La mayoría y la minoría no es una cuestión estanca. Es una cuestión dinámica, que se conforma a partir de intereses, o de acuerdos o de temas puntuales.

O sea que para el mencionado senador lo importante son los “intereses”, en función de los cuales se puede ir zigzagueando según el tenor de los temas puntuales. ¿Y los principios? Los principios… Aquí se hace presente el recuerdo del célebre cómico Groucho Marx, y su cínica frase -más cínica que humorística- en la que señalaba: “Éstos son mis principios, y si no les gustan, tengo otros”.

De donde, queda claro que con la explicación de su postura en la cuestión aludida por nuestro senador, desnuda lo más profundo de su personalidad y también la de tantos otros. Algo que despierta el temor de que nuestra sociedad esté avanzando, de una ya prácticamente sin ley, a una sin principios.

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