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El domingo se celebraron, en Chile, las elecciones de integrantes de la Convención Constituyente, que diseñará la nueva Carta Magna del país trasandino. Resultados inesperados, incertidumbres a futuro, dirigentes políticos reconociendo sus errores y dudas sobre lo que quedará del verano.

El año pasado hablamos del #ChileAprueba en este mismo medio. Hicimos un repaso de cómo se había llegado a decidir si se iba a votar para crear una nueva Constitución y mencionamos los pasos a seguir.

La mayoría de los chilenos optó, a fines de 2020, por votar a favor de la creación de una Convención Constituyente (CC) que redactase, justamente, una nueva Constitución, reemplazando la que rigió desde 1980 hasta la actualidad. El condimento especial de esta Convención es que debe estar compuesta por igual cantidad de hombres y mujeres (48 de unos y 47 de otros) y reserva el 11% de los escaños (17 de 155 en total) para los pueblos originarios del país.

A diferencia de lo que preveían las estadísticas, las encuestas y los análisis políticos, los grandes derrotados fueron los candidatos afiliados a los partidos o alianzas políticas tradicionales. Es decir, perdieron aquellos que dominaron el sistema político desde que la democracia regresó en 1990. Vamos Por Chile, que representa a la coalición del oficialismo chileno, que agrupa a la derecha y a la centroderecha y que se asemeja a lo que era conocido como La Alianza, sufrió una derrota fulminante. Sí, es la coalición que más votos obtuvo (24,5% del total, 38 escaños), pero lejos quedó de llegar a ocupar un tercio de los escaños de la convención (52), algo que le hubiera dado automáticamente poder de veto sobre lo que se pueda llegar a redactar durante los próximos meses.

Apruebo, la coalición que representa a la izquierda tradicional y la que más arraigada está a los principios de la Concertación (alianza de izquierda y centro izquierda que gobernó Chile durante muchos años desde la vuelta a la democracia) obtuvo tan solo 25 escaños. Es decir, el 16,1% del total. A diferencia de Vamos Por Chile, tiene más puntos de encuentro con las otras fuerzas que formarán esta Convención, pero no deja de ser una derrota tanto para ellos como para la política tradicional.

¿Quiénes salieron favorecidos en esta contienda? La izquierda radical y los candidatos independientes. Apruebo Dignidad, coalición de ultraizquierda, que agrupa al Partido Comunista y al Frente Amplio y que se autodenomina como antineoliberal (es decir, antagonista a toda la experiencia chilena posterior a la caída de Salvador Allende), obtuvo 28 escaños (18,1% del total). No sólo superó a la centroizquierda, sino que tiene todo para ser determinante en la redacción de la nueva Constitución, ya que comparte bastante de los eslóganes con los denominados Independientes.

Los candidatos independientes son los que dieron la nota. Como dijimos, superaron toda encuesta, expectativa o análisis. La Lista del Pueblo, movimiento político de izquierda, nacido en medio de las protestas de 2019 y que aspira a un “Estado ambiental, igualitario y participativo”, obtuvo 24 escaños (15,4% del total). Los demás candidatos independientes con posiciones ligadas a pensamientos de izquierda ocuparían otros 23 escaños. De esta manera, la izquierda outsider pasa a ser el grupo más influyente de los que formarán parte de la Convención. Los escaños restantes irán para independientes más centristas (4) y para los pueblos originarios (17).

¿La conclusión de todo esto? La política tradicional recibió un golpe letal. Más allá de lo que podría llegar a ocurrir en las elecciones presidenciales de este año, queda claro que todo lo construido hasta el momento puede sufrir severos cambios.

La Constitución de 1980, criticada por muchos por haber sido redactada durante la dictadura de Pinochet, sufrió modificaciones con el pasar de los años, pero sirvió como sistema de reglas durante el período de mayor progreso en la historia chilena (1990-2015). Como bien decía Sebastián Edwards, reconocido economista chileno, la generación que acompañó estos años de crecimiento económico, modernización, entendía, luego de la era pinochetista, que los acuerdos, la eficiencia y el normal funcionamiento de la democracia era vital.

El gran problema, claro está, fue que esa generación se fue diluyendo, abandonando su rol tradicional y las prácticas políticas que demandaba la nueva era. Decía Edwards, antes del plebiscito de 2020, que el rol subsidiario de la política, la falta de espacios para la negociación social y política, los crecientes desacuerdos con algunos aspectos del modelo, la formación de élites políticas y económicas que se alejaron de la gente y se relajaron, y una centroizquierda que perdió terreno frente a la izquierda más dura y pura son la base para explicar el fin del milagro chileno.

En Chile podrán volver a ganar elecciones la centro izquierda o la derecha, pero probablemente deberán lidiar con reglas y formas muy diferentes a las que se dispusieron todos estos años. Y las reglas, más allá de toda intención política, definen mucho de lo que puede aspirar a hacer un gobierno. El tiempo dirá si la locura y el descontento actual condenaron a Chile a subirse al tren del subdesarrollo, o si de todo esto saldrá una Carta Magna que estire los días de progreso en el país trasandino.
Fuente: El Entre Ríos

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