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Cuando uno escucha al presidente Alberto Fernández puede percibir una clara disociación entre su discurso y la realidad que nos rodea. Más allá de las contradicciones en las que suele caer a diario, mucho de lo que ha dicho recientemente está en las antípodas de lo que decía en cuanta radio, diario o canal de televisión lo entrevistara hasta no mucho tiempo antes de ser ungido candidato; nuestro presidente parece estar construyendo una realidad paralela en donde lo solo que importa es el relato. Un relato que no existe o que solo le sucede a los demás, no a él.

Y esta suerte de conflicto entre verdad y relato se entromete también en un tema muy caro para todos nosotros: la vacunación contra el coronavirus. Hace unos días Fernández ya había expresado que se vacunarían unas 300 mil personas en lo que queda de diciembre y unos diez millones más entre enero y febrero. Ayer, en su primer aniversario como presidente y ansioso tal vez por darnos alguna buena nueva, volvió a insistir con esas cifras.

Alberto comentó que en los próximos días funcionarios de Anmat viajarán a Rusia para conocer más sobre el proceso de fabricación de la vacuna rusa, conocida como Sputnik V, paso imprescindible para su aprobación. Cabe aclarar que la vacuna rusa no ha recibido todavía autorización para ser administrada ni en Europa ni en Estados Unidos y que, por ahora, solo ha sido aplicada en su país de origen. Argentina ha adquirido hasta ahora 25 millones de dosis de esa vacuna del laboratorio ruso Gamaleya y 22 millones de dosis de vacunas del laboratorio Astra Zeneca. Brasil, Chile y México han adquirido por adelantado las vacunas mencionadas pero también han encargado las chinas de Sinovac. Vale la pena recordar que la vacuna de Astra Zeneca está siendo fuertemente cuestionada en Estados Unidos por ocultamiento de información y opacidad en el proceso de pruebas y testeos.

Por su parte, el laboratorio Pfizer tiene todavía que cerrar algún acuerdo en la región. Ya inició trámites de aprobación en Argentina, pero el gran condicionante es que necesita una cadena de frio de -70 grados centígrados para no echarse a perder. Junto con la vacuna de Moderna, que todavía no ha comenzado a producirse y que necesita una temperatura de -20 grados, son las dos vacunas que necesitan de una infraestructura especial, algo que no sucede con las demás. En cuanto a los tiempos, México ha anunciado el inicio del proceso de vacunación en moderados números para Enero, mientras Brasil ha comunicado que las primeras aplicaciones en su territorio se harán en San Pablo a partir del 25 de enero.

Esperanzado de que los deseos de nuestro presidente se terminen plasmando en la realidad y no terminen siendo solo otro capítulo más del relato albertista, no puedo dejar de señalar los tremendos desafíos que habrán de representar la administración de más de 20 millones de dosis entre el cierre de este mes y finales de febrero del 2021. Es que la afirmación de Fernández suena cuanto menos temeraria habido el sinnúmero de obstáculos logísticos que habrá que sortear entre ahora y entonces.

Anmat deberá verifica y aprobar una vacuna que ninguna otra autoridad sanitaria del mundo, salvo la rusa, ha hecho. Es sabido que Anmat sigue muy de cerca lo que aprueba o deja de aprobar la autoridad americana, el FDA, y esta vez no contará con su guía. Una vez cumplido ese paso, su producción deberá ser trasladada desde algún lugar del mundo, que tal vez no es Rusia, a la Argentina. En principio Rusia se ha comprometido a ocuparse del transporte, pero esa afirmación todavía está en duda.

Con la vacuna ya en casa, hará falta entonces montar un tremendo entramado de logística y distribución, entrenar gente, preparar centros vacunatorios -no solo para vacunar sino también para poder seguir de cerca a todos aquellos que recibieron su dosis-, y acceder a elementos complementarios necesarios, como por ejemplo millones de jeringas.

Cuando uno se sienta a pensar en todo eso, consciente de nuestras propias limitaciones que hacen -por ejemplo- que no hayamos podido ni siquiera organizar eficientemente un velorio masivo como el de Maradona, no puede menos que concluirse que Alberto Fernández está pecando de optimista o que tiene una irrefrenable necesidad de darnos alguna buena noticia -aunque sea una sola- antes de que termine el año. A tono con ese relato al que nos está acostumbrando el presidente, con la realidad siguiendo sus propios y alternativos carriles, es importante que aprendamos a entender lo que una palabra devaluada significa y no prestar demasiada atención a cantos de sirena. Claro, ojala esté bien equivocado y Fernández sea quien tenga razón de cabo a rabo, pero la simple verdad es que hoy las probabilidades están en su contra.
Fuente: El Entre Ríos

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