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Con la provincia de Buenos Aires a punto de cerrar su reestructuración de deuda, son solo dos las que todavía quedarían en default, La Rioja y Tierra del Fuego. Todas las demás, incluida Entre Ríos, lograron reestructurar su deuda en los últimos meses y a posteriori del cierre de la reestructuración de la deuda soberana argentina, mientras que solo hubo dos distritos que pudieron seguir honrando sus compromisos sin refinanciar, la ciudad de Buenos Aires y Santa Fe.

Con el riesgo país en más de 1600 puntos, la refinanciación de la deuda soberana no ha tenido los resultados esperados, que eran darle otra vez al país acceso al mercado de capitales. Por ende, el crédito para las provincias tampoco ha resurgido, y el acceso de las compañías argentinas al crédito internacional sigue estando más que limitado. Hoy la desconfianza con la actual administración es tan grande, que nada hace vislumbrar que ni siquiera las expectativas de un cambio de gobierno en el 2023 le garanticen al país el acceso al capital que tanto necesita. Lo que indica que la deuda soberana argentina seguirá muy posiblemente en pronóstico reservado, aun cuando se haya comprado tiempo hasta el 2024. A partir de ese año la carga de vencimientos se volvería otra vez casi insoportable, con un país que se muestra incapaz de sumar reservas en dólares, aun cuando los precios de las materias primas agrícolas están en los niveles más altos de su historia.

Ese mar de dudas que azota al crédito soberano le aplica también a corporaciones y a provincias. Y como se puede ver en el cuadro que se adjunta a esta nota, confeccionado por el estudio del encomista Carlos Melconian, el caso de Entre Ríos es particularmente preocupante. Con un Banco Central despojado de reservas, lo que no le permite al país siquiera atender el flujo normal de importaciones, y con un devaluado Alberto Fernández aun en el gobierno, Entre Ríos necesitará que la autoridad monetaria le venda 200 millones de dólares para atender sus obligaciones en esa moneda. Tarea que se percibe ciclópea, pero que se ve más quimérica aun cuando uno se pone a pensar de dónde van a salir el equivalente en pesos para comprar esa montaña de dólares. ¿Tendremos una provincia con superávit para entonces?

En definitiva, a dos años vista, hoy ya sabemos que Entre Ríos, con una deuda de 500 millones de dólares, no va a poder atender sus obligaciones, mucho por culpa de la situación macro del país y un poco menos por el nuevo flujo imposible de pagos que la provincia se comprometió a honrar. Si uno observa ese mismo cuadro verá que casi todas las otras provincias tienen también vencimientos importantes, pero que en casi todos los casos caen dentro del periodo del próximo gobierno, lo que alienta alguna chance de resolución si ese mismo gobierno, del signo que fuera, es percibido como más lógico que este y munido con algún tipo de plan económico del que hoy no disponemos.

En un país que no tiene dólares, y está preso de un fenómeno que los economistas conocen como restricción externa, los vencimientos de las provincias por 1.100 millones en 2023 y más de 1.600 millones en 2024 preanuncian una parada difícil. Entre Ríos está precisamente en el centro de esa tormenta, lo que nos hace pensar a quién en su sano juicio le gustaría ser el gobernador que suceda a Bordet, con tamaño problema por resolver. Por nombrar a un par, sería interesante preguntarle tanto a Frigerio, como a Cresto, ambos muy posibles postulantes a ese cargo, qué piensan hacer al respecto. Probablemente, no tengan ni idea. Es que así estamos.
Fuente: El Entre Ríos

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