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A pesar de la cerrada defensa que hace el oficialismo, la política de compras de vacunas para combatir el COVID ha sido un tremendo fracaso. Adictos como son al relato, han preferido escudarse detrás de la bien estrecha oferta de vacunas a nivel global para explicar este desaguisado de gestión. Pero la data dura, a la que son muy poco adeptos, los condena. Sobre todo cuando se pone blanco sobre negro y se observan las enormes oportunidades de compra que dejaron pasar, ya sea por cuestiones ideológicas, por incapacidad de gestión, o simplemente por pura estupidez.

Empecemos por el principio. Al día de la fecha Argentina lleva compradas 49 millones de vacunas, lo que le permitiría administrar las dos dosis a casi la mitad de su población. Hasta el 30 de abril, por contrato, nuestro país debería haber recibido unas 31 millones de dosis, pero hasta ahora solo hemos recibido poco más de 9 millones, un déficit de casi 22 millones que se espera sea muy difícil cerrar en la semana que falta para llegar a fin de mes.

El gobierno nacional ya ha pagado una buena parte de esas vacunas, lo que está bien si se pretende participar con cierto éxito de ese mercado, pero en ese sentido la transacción con Astra Zeneca tiene algunos ribetes particulares. Argentina le compró a este laboratorio 22 millones de dosis, de las cuales más de 6 millones iban a ser entregadas para fin de Abril. Al día de hoy todavía se desconoce cuándo las vamos a recibir, aun cuando ya se ha abonado el 60% del monto pactado. Son innumerables y bien conocidos los traspiés que ha sufrido esta vacuna, cuyo promotor en nuestro país es el empresario farmacéutico Hugo Sigman, alguien muy cercano al gobierno y quien tiene además muchos de sus alfiles trabajando en simultaneo para sus compañías y para el gobierno, en lo que se sabe encierra un claro conflicto de intereses.

Esa preferencia fue posiblemente lo que hizo que el gobierno argentino descartara la oferta de 13.3 millones de vacunas que le hizo Pfizer el año pasado. Las vacunas de Pfizer y Moderna son las que se están utilizando en Estados Unidos y otros países occidentales para inmunizar a la población. Pfizer le había hecho esa oferta de venta a Argentina por la sencilla razón de que ese laboratorio había utilizado a nuestro país como principal banco de pruebas a nivel global. Finalmente, las vacunas que no nos vendió Pfizer fueron a parar a Uruguay, entre otros destinos.

Argentina decidió entonces reemplazar a Pfizer por los rusos y su Sputnik como uno de los proveedores principales. Se sabe que Rusia y China han hecho de la vacuna para el COVID un instrumento de geopolítica y han preferido vendérsela a potenciales amigos y aliados antes que aplicarla entre los propios. Fueron 20 millones de dosis las que nuestro gobierno le compró a los rusos, de las cuales hasta ahora se han recibido poco más de 5 millones.

Otro error garrafal en la política de compra de vacunas fue desestimar tempranamente el programa Covax, de Naciones Unidas, el cual colabora con las naciones de menores recursos para que puedan acceder al mercado de vacunas. Argentina podría haber comprado el equivalente de dosis como para inmunizar al 50% de su población, esto es 45 millones de vacunas. En cambio, prefirió comprar unos 9 millones de dosis, suficientes para atender el 10% de nuestra población. Otra oportunidad perdida al dejar pasar el cupo, todavía no se entiende muy bien porque. ¿Habrán pensado que nos sobrarían las vacunas? A la fecha el programa Covax ha enviado a nuestro país casi 2 millones de dosis.

En definitiva, los datos duros dicen que Argentina solo ha logrado inmunizar a la fecha, con dos dosis, el 1.8% de la población. Se entiende que no nos comparemos con países de altos ingresos como Estados Unidos o el Reino Unido, donde 26.7% y 16.2% de la población ya han recibido ambas dosis, pero sí tiene sentido hacerlo con algunos de nuestro vecinos, como son los casos de Chile, con 30.2% de la población con ambas dosis, Uruguay, 11.8%, Brasil, 4.3%, y México, 3.5%.

Obviamente, es el deseo de todos que, con algún pase de magia, el gobierno de Alberto Fernández logre que: en primer lugar le entreguen las vacunas compradas y comprometidas, y en segundo logre dar con premura con más vendedores, como los que tuvo al alcance de la mano y dejó pasar. Lamentablemente, su performance pasada parece condenarlo, y salvo un gran golpe de suerte del destino, lo más probable es que sigamos penando con más enfermos, más muertes, más encierros y segundas y terceras olas en los meses que vienen. La anhelada normalización, en una buena medida por la mala praxis descripta, debería estar con nosotros recién el año que viene. Avatares de un país que ya ha perdido casi todo, incluida la capacidad de gestión de su estado ruinoso.
Fuente: El Entre Ríos

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