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Hace unos días, con el dólar blue tocando casi los 200 pesos el gobierno entró en una especie de ataque de pánico y Alberto Fernández decidió entregarle todo el poder a su Ministro de Economía Martin Guzmán, terminando con las pujas en esa área del gobierno. Guzmán, que hasta ese momento era reconocido como Ministro de la deuda paso a ostentar también el cargo de Ministro del dólar. Con un par de semanas transcurridas desde el inicio de esta nueva etapa, se puede decir que logró su cometido. La caída del peso no solo se paró sino que se revirtió de manera notable, alcanzando ayer niveles inferiores a los 160 pesos en el mercado blue. Por lo menos hasta ahora, Martin Guzmán salió exitoso de la prueba.

Además de mayores restricciones, intervenciones, y represiones varias, Guzmán optó también por un cambio en su discurso, en un giro que se podría interpretar como semi-ortodoxo. Durante estos días habló mucho con los medios y también con muchos empresarios, prometió mayor disciplina fiscal sugiriendo para el 2021 la posibilidad de un déficit fiscal incluso inferior al menos 4, y se comprometió a no pedir mas adelantos del Banco Central, emisión pura, para financiar el déficit del tesoro. En su reemplazo, salió a tomar deuda indexada en dólares, absorbiendo miles de millones de pesos que desbordaban el mercado. Se expuso así, es cierto, a potenciales denuncias penales en el futuro, pero por lo menos logró frenar -aunque sea temporariamente- a la catarata de pesos que por su exceso tienen ahogado a los mercados y a la economía desde hace muchos meses.

Finalmente, y tal vez a regañadientes porque no le quedaba otra, el gobierno, en la figura de Guzmán, entendió que había llegado el momento de atacar la cantidad de pesos en la calle. Ese exceso de pesos había sido precisamente uno de los motores que impulsara a todos los tipo de dólar, en una carrera loca que los había dejado a todos ellos en el rango de 180 a 200 contra un oficial por debajo de 80. El otro motor principal es la falta de confianza de lo que nos ocuparemos en seguida. El principal mensaje que esa brecha cambiaria impresionante, y solo conocida en Venezuela, le dejó al gobierno es que los déficits interminables son imposibles si se los va a financiar casi únicamente imprimiendo billetes.

A regañadientes, tal vez Guzmán -aunque no todavía el resto del gobierno- empiece a entender que un estado quebrado, sin acceso a crédito, y sin palancas para recaudar impuestos productos de la gran crisis económica, no está en condiciones de ser el ancla de la recuperación económica. El estado argentino no es un estado fuerte, sino más bien todo lo contrario, y no dispone casi de recursos, salvo de la emisión de pesos, para tratar de recuperar la inversión y el consumo. Demasiado poco en verdad, una aspiración inocente casi, sino fuera particularmente preocupante.

A la avalancha de pesos sin respaldo, la que incluso hace creer a muchos en el sector publico que son un mana inagotable, hay que agregar, como les decía más arriba, la crisis de confianza. Los agentes económicos, entiéndase como aquellos que hacen algún tipo de inversión -grande o chica- en la Argentina, no le creen al gobierno. Y más allá de la palabra devaluada del presidente, y de sus infinitos actos contradictorios, no parecen confiar tampoco en la actual dinámica del poder. En una frase, no les queda claro si quien está a cargo es Alberto o su vicepresidenta, quien como todos sabemos decidió ungirlo presidente.

Esta falta de liderazgo claro en lo político, sumado a la falta de un plan de ruta, por lo menos por parte de Alberto, ha hecho que los argentinos que pueden invertir no lo estén haciendo. Incluso con medidas como el todavía por aprobarse impuesto a las grandes fortunas, que ni siquiera son tan grandes, están logrando que esos mismos argentinos decidan irse del país, sobre todo a Uruguay donde los están recibiendo con los brazos abiertos.

Entonces, con emisión desbordante, que gracias a la pandemia no se ha materializado en los precios -pero acuérdense de aquel dicho de que en los cementerios la inflación es cero-, sin plan económico , por lo menos hasta hora, y sin liderazgo político claro, tenemos todos los elementos como para que se produzca la tormenta casi perfecta. Agréguenle la cuarentena, y el adverbio huelga.

Para revertir tamaña crisis, que incluso supera en proporción a la del 2002, son varios los elementos que están faltando. A saber, una conducción política única y preclara, un equipo económico reputado, creíble, y con gran autonomía, Guzmán lamentablemente no da la talla en ese sentido, un plan económico serio y consistente, y el apoyo del FMI. Hoy el gobierno fantasea con un apoyo del Fondo sin restricciones, pero eso luce como improbable aun cuando se cumplieran las condiciones anteriores.

La paz cambiaria de estos días, aunque bienvenida, necesitará mucho más que palabras y medidas de represión. Argentina tiene muchos pesos, no tiene dólares, de hecho hoy las reservas netas son negativas como en el ultimo tiempo del segundo gobierno de Cristina, y tiene una brecha superior al 100% que hasta el mismo gobierno sabe no hará posible una sostenida recuperación económica.

En ese contexto, el ganar tiempo de Guzmán -un puente de 60 a 90 días dice- tal vez sea en realidad seguir perdiéndolo. Por antipáticas que sean, el gobierno tendrá que tomar eventualmente medidas que le permitan controlar la situación macro y salir así de una espiral que nos promete un verano mas que caliente. Dadas las cosas, no seria impensado ver para entonces, otra vez, el dólar jugueteando con la marca de los 200 pesos. Lo que sería el prolegómeno de varias otras cosas por venir, ninguna por cierto demasiado halagüeña.

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