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En esta oportunidad, me permitiré compartir un artículo que, junto al doctor Roberto Vola Luhrs (*), publicamos en el año 2009. La razón es que en las últimas semanas se han comunicado conmigo varias personas para transmitirme que habían sido desvinculadas de sus empleos…Tiempos difíciles.
El despido menos sufrido, una nueva oportunidad
“La clave para la superación está en los significados y re-significados de la ecuación hombre-situación-despido”.
Año 2009


Nuestros alumnos de la universidad abren los ojos impávidos. Ellos están por graduarse de Licenciados en Recursos Humanos. Somos casi colegas… les acabamos de decir que se preparen, porque desde este momento, de largada profesional, por lo menos dos veces serán despedidos. Por favor, “resalten las palabras por lo menos”.

Volvemos a insistir, no estamos bromeando. Permítannos firmar el papel en que lo han escrito, para que, cuando vivan la situación, recuerden este momento.

No queremos hoy referirnos a las políticas de personal que tratan acerca del apoyo a aquel trabajador que necesita una ayuda especial por el trance de tener que afrontar los efectos de una desvinculación, sino sobre la ecuación hombre-situación-despido.

Quien pierde su empleo pierde bruscamente el estado de seguridad. Si bien la pérdida produce en forma inmediata un problema económico, también provoca dificultades familiares, suspicacias entre los que lo rodean (“quien sabe que pasó…”), pérdida de prestigio y de estima en sí mismo.

Una persona sin trabajo se siente insegura de su propio valer, gran incertidumbre y vacío interior. Sentirá culpa y vergüenza, aunque no pueda definir exactamente de qué. Se preguntará: “¿por qué a mí?”… y jamás encontrará una respuesta que lo satisfaga. Morirá sin resolver el enigma.

Se presenta un panorama sombrío, el trabajador suele hundirse en un estado de depresión y angustia al sentirse desvalorizado por aquella empresa con la cual, seguramente, se sentía identificado-fidelizado. Es su propia identidad la que se resquebraja.

La pérdida del empleo “obnubila” el pensamiento creativo, trabando toda iniciativa y acción superadora de la situación de crisis. El síndrome se presenta como un ataque a las relaciones personales y profesionales, pone en discusión los valores tradicionales ligados al trabajo tales como: la seguridad, la pertenencia a un grupo social afín, el sentido de trabajo-familia, de esfuerzo por la “camiseta”, el de renunciamientos a aspectos personales en pos de la organización, y sigue la lista…

La capacidad de enfrentar una situación de pérdida del empleo está entonces ligada a la capacidad de desligarse de anteriores ataduras. Se ha relacionado la pérdida del empleo con el proceso de duelo. El duelo es la muerte de una identificación anterior: “yo soy… mi nombre y apellido de tal empresa”. La capacidad de enfrentar una situación de pérdida del empleo estará, entonces, ligada a la capacidad de desligarse de anteriores ataduras.

Este proceso de duelo será tanto más largo y penoso cuanto más haya sido su entrega, el grado de compromiso que personalmente tenía asumido con la empresa, el grado de identificación entre esta y su vida. La paradoja es que estarán más vulnerables las personas que más fuerte vínculo hayan desarrollado con las empresas que aquellas que hayan tenido un vínculo débil.

Jamás recomendaríamos cultivar con las organizaciones un vínculo débil, para estar mejor preparado para el momento del despido. Hay que saber tener entrega, pasión y compromiso siempre: en la relación con un empleador y en el saber despegarse del pasado, cuando deba tomar otros rumbos. Superar el sentimiento de derrota porque no hay derrota alguna. Hay simplemente un cambio de reglas de juego, de jugadores y del entorno.

Debemos aprender que las Organizaciones no tienen sentimientos; en todo caso, son los sentimientos de otros jefes o colegas que responden por situaciones/intereses organizacionales o personales vinculados a sus necesidades y que generalmente suelen ser el origen de los despidos o desvinculaciones.

En este sentido la entrega y la pasión se debe relacionar con tener muy en claro que como trabajadores ofrecemos nuestros conocimientos, habilidades y actitudes a cambio de una retribución que podremos considerar justa o no, equitativa o no.

En un sentido profesional “vendemos nuestra fuerza de trabajo bajo ciertas condiciones y reglas de contratación” las cuales desde el principio incluyen la posibilidad del despido, pero también de la renuncia voluntaria por parte del trabajador.

La motivación está ligada al compromiso y a la entrega, pero hay una motivación mayor aún, es la de sentirse libre en relación con el vinculo laboral.

Ser consciente que el despido es una posibilidad en toda relación de trabajo es el primer paso para lograr ese sentimiento de libertad, que además y vaya paradoja, nos hace mas atractivos para la Organizaciones.

La clave, para la superación, está en los significados y re-significados, entre el pasado que hay que abandonar y el futuro que deberá planificarse en el presente. El tango reza que hay que saber amar y saber sufrir el desamor para volver amar. De eso se trata, salvando las distancias…

Suele haber cuestionamientos personales acerca del propio talento. Nada tiene que ver el talento con el despido. Talento es lo que le sobra a la gente, la cuestión de base siempre es determinar en dónde y cuándo aplicarlo. No existen malos trabajadores o trabajadores sin talento; sí existen trabajadores ubicados en la tarea/función incorrecta. Nadie pierde una pizca de su talento el día después al despido. Es más, nos inclinamos a pensar que la oportunidad de potenciarlo es mayúscula. Es el mejor momento para, de una vez por todas, tomar el control del crecimiento personal y profesional.

Están los que sugieren que el talento es algo que uno tiene o no. Que forma parte de la “arbitraria y normal distribución” que hace la naturaleza, en la que en un extremo vale la pena haber nacido y en el otro, no. ¡Y hasta están los que juzgan el talento de los otros! Quedarán atrapados en su propia soberbia cuando les toque dar el paso al costado.

Siempre hubo y habrá en el mercado laboral oportunidades y dificultades. Para quienes les va bien no todo es cuestión de suerte. Para los que tienen un momento de dificultad, no es mala suerte. Quien es despedido no debe dramatizar y pensar que ha sido el “chivo expiatorio”, tampoco su grupo familiar debe ser el “chivo emisario” de frustración alguna. Esta es una cuestión de adultos y debe resolverse como tal.

Hay que pasar a la acción, no sin antes tomarse un tiempo para la reflexión. Para encarar la búsqueda de empleo será necesario tener claro el proyecto de vida personal y profesional analizando la reinserción desde las aptitudes, deseos y aspiraciones propias actuales y futuras. Esto implicará una mirada hacia uno mismo, preguntándonos ¿Cómo me veo hoy? ¿Cómo me gustaría verme en el futuro? ¿Qué acciones debería emprender para lograr lo que me propongo? ¿Qué conocimientos, habilidades, aptitudes poseo hoy y cuáles demanda el mercado?

La reinserción se alcanzará desde una actitud positiva y desde las fortalezas, sin espíritu de revancha ni de demostrarse ni demostrar nada a nadie. No ha “perdido” y ahora debe “ganar”. Es un continuo, una transición, un momento para un nuevo despegue donde será nutritivo el análisis de las oportunidades desde la experiencia particular, las habilidades específicas, los conocimientos, actitudes y valores con los que comulgo.

La desvinculación, pasado el momento de shock, nos permitirá re-significar el presente-futuro y será una buena oportunidad para desarrollar una actividad más acorde con los intereses y aspiraciones más profundas.

(*) El Dr. Roberto Vola-Luhrs es Licenciado en Recursos Humanos egresado de la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Ciencia Política. Socio fundador de Voyer Internacional. Académico en distintas universidades de Latinoamérica y reconocido conferencista en temas de su especialidad.
Fuente: El Entre Ríos

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