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En una de sus habituales alocuciones, Alberto Fernández, mientras se refería a los planes IFE y ATP iniciados en plena pandemia, hizo alusión al gran sacrificio que está haciendo el estado fondeando este tipo de programas. Si uno hubiera tenido la oportunidad de la repregunta -quienes lo entrevistan por obra u omisión suelen obviarle momentos incómodos-, uno no hubiera dudado en pedirle que se explique y dé algunas precisiones. ¿De qué sacrificio habla Alberto? En el estado, si se exceptúa a los trabajadores de la salud y a las fuerzas de seguridad, los únicos que hacen realmente un esfuerzo importante por estos días son quienes trabajan en la Casa de la Moneda, hoy funcionando al tope de sus posibilidades mientras imprime crocantes billetes.

El único sector que realmente ha hecho y sigue haciendo un sacrificio a nivel económico es el sector privado, donde se ha realizado la gran porción del ajuste que ha provocado la parálisis en la actividad. Allí se perdieron cientos de miles de trabajos, muchos más que los que dice el gobierno, y también se redujeron sueldos, la mayoría de las veces de manera drástica. Ahora también se amenaza con subir impuestos, incluido el de los grandes patrimonios.

A contramano de lo que sucede en el mundo, donde se suelen bajar impuestos para hacer arrancar la economía, aquí se pretende gravar a quienes debieran apretar el gatillo de la inversión, precursora del empleo. Y con este tipo de medidas, más que invitarlos a invertir, a los dueños del capital se los está invitando a radicarse en otro lado, donde las políticas son más amables y menos confiscatorias. Esto es, a irse con su música a otro lado, con sus instrumentos en mano por supuesto. El gobierno siente que no tiene costo político alguno extorsionar a los que más tienen, nadie los va a defender, pero se equivoca al pensar que un país se hace sin ricos. El mejor ejemplo es Venezuela, donde los bolivarianos los expulsaron a todos, ellos son los únicos pudientes que quedaron, y el país hoy se debate entre la miseria y el hambre. ¿Ese es el modelo a seguir?

Mientras tanto, encabezados por Alberto Fernández y Cristina Kirchner, los políticos han mostrado cero capacidad de esfuerzo y sacrificio. No se vio reducción de sueldos y tampoco de los múltiples beneficios de los que disponen. Y como tampoco parecen muy dispuestos a hacerlo en algún otro momento, decidieron entonces -por solidaridad o conveniencia- obviar de este ejercicio al resto de los empleados del sector público. Es más, tamaña actitud de egoísmo hasta envalentonó a algunos gremios de trabadores estatales, quienes ya no dudan en pedir una recomposición salarial mientras la tasa de desempleo se dispara a niveles no vistos desde hace 20 años. Si usted se quedó sin trabajo, o se quedó sin ingresos y pucherea aun cuando haya tenido suerte con algunos de estos programas temporarios de ayuda, sepa que desde el Presidente para abajo todos siguen cobrando lo mismo en tiempo y forma. Financiados claro con el esfuerzo del estado, que emite billetes a una velocidad nunca vista.

Mientras tanto, del otro lado del río, las cosas son muy diferentes. El presidente uruguayo Lacalle Pou reconoció presiones al principio de la pandemia para subir impuestos al patrimonio, como una forma de cerrar el déficit, pero se negó categóricamente. Expresó su pensamiento de la siguiente forma: ¨No es el estado el que saca adelante a la población. Es el particular el que prende los motores¨. Y agregó: ¨Si en el medio de la pandemia castigamos al que emprende, al que da laburo, al que produce, al que innova, al que comercia, ese va a aquedar en la vera del camino¨.

En Uruguay fueron aún más lejos, siempre a contramano de las actitudes populistas de nuestro Alberto. El gobierno uruguayo estableció un impuesto del 20% para el Presidente, ministros, legisladores, y todos los funcionarios públicos que ganan más de 1.900 dólares por mes. ¨Quisimos dar la señal¨ dijo, Es el estado el que tiene que hacer el primer esfuerzo y no los particulares¨. Cuando hablaba de esfuerzo, claro está, no se refería a lo mismo que Alberto; Lacalle Pou no estaba pensando en darle a la maquinita y entregar billetes crocantitos.

Todo lo aquí dicho debería ser materia de reflexión. Por aquí seguimos insistiendo en hacer siempre lo mismo convencidos de que la próxima vez nos va a llevar a un resultado diferente. Lo de la debacle argentina no es de ahora y ya lleva 70 u 80 años. Por conveniencia o malicia las prácticas se repiten. Se entiende entonces que el gobierno de Fernández insista con las mismas recetas. Lo que es un insulto a la inteligencia es pretender que el resto de los argentinos coincidamos con este recetario del desastre. Solo nos alcanza con mirar hacia atrás y ver el rastro que venimos dejando desde hace tanto tiempo. Mientras tanto, las posturas de Lacalle Pou, ensayadas a solo unos pocos kilómetros de donde el destino nos plantó, nos parecen más propias de otro planeta. Aunque no parezca, así de lejos estamos.
Fuente: El Entre Ríos

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