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En apariencia es Alberto Fernández, pero en realidad sería Cristina Kirchner quien ha decidido jugar juegos peligrosos. A riesgo de que muchos de nosotros podamos intuir que el gobernador de Buenos Aires Axel Kicillof está pintado, alguien decidió desviar un contingente de policías y los mandó a protestar a Olivos, tal vez a sabiendas de lo que vendría a posteriori. Mientras algunos hablaban de desborde institucional, otros comprendían que la maniobra era otra: involucrar a Alberto -nacionalizando un conflicto local- y sacarle la plata que Kicillof, y Cristina y su cohorte de La Cámpora necesitaban.

Cuando se disipó la polvareda, quedó bien claro lo que había pasado. A Horacio Rodríguez Larreta, jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires y hasta ahora benevolente opositor para fastidio de la vicepresidenta, le limaron 1.1% -de los 3.5% del total que le tocan a la ciudad en concepto de coparticipación- para otorgárselos a Kicillof y a la provincia. Mucho se había hablado de este tema antes de comienzos de la pandemia, pero fue tal vez la presión de la policía bonaerense la que le dio finalmente la excusa a Cristina, con el estos días desaparecido Berni a sus órdenes, para dar el zarpazo. Plata para la provincia y relación entre Alberto y su ¨amigo¨ Larreta dinamitada. Dos por uno. Ahora parece que Larreta no tendrá otra que judicializar su reclamo si alguna vez quiere volver a ver esos pesos, aunque Kicillof no la tendrá fácil, seguramente ahora le llegue la arremetida de otros gremios.

Lo que se estima serán ingresos perdidos para la ciudad por 35 millones de pesos para este 2020, bien podrían convertirse en 45 mil millones el próximo. Tamaña cantidad de dinero se suma a las grandes cifras en transferencias extraordinarias que el estado nacional le ha transferido a los bonaerenses este año. La provincia de Buenos Aires se ha quedado con el 52.1% de todas las transferencias realizadas a las provincias en el periodo en curso, más de 800% de aumento contra el año anterior. Tucumán, segunda, le sigue de muy lejos con poco más del 200% de incremento. De las demás, incluida Entre Ríos, solo unas pocas han logrado superar la inflación.

Claro que tamaña inyección de liquidez no asegura nada, menos aun cuando el gobierno de Kicillof ha demostrado ser errático, casi caótico de a ratos, mientras deja vislumbrar una casi crónica crisis de liderazgo y autoridad. Cristina a la distancia no puede paliar ese déficit, mucho menos su hijo que hace las veces de delegado personal, pero tamañas transferencias aspiran a apuntalar la performance del peronismo en aquella provincia, ya con las elecciones del año próximo en mente. Está claro que hoy a Cristina Kirchner solo le importa mantener su base de poder, y esa está sobre todo en el conurbano. Alberto Fernández y el resto de los gobernadores son solo accidentes menores en su geografía.

Lo que nos trae de vuelta a Entre Ríos. Resulta que a pesar de ser reconocido como uno de los referentes del peronismo del interior, Gustavo Bordet tendrá que estar bien atento a los juegos de poder del kirchnerismo duro. A diferencia de lo que se percibe sucede con esta actual administración, lidiar con el gobierno anterior, incluyendo a Frigerio y otros, fue para nuestro gobernador casi un juego de niños. ¿Tendrá que acudir de ahora en más a la ayuda de Jorge Barreto, de Carolina Gaillard, de Juancho Huss, o hasta de Stefania Cora como empoderados camporistas cada vez que el gobierno provincial necesite una mano para mantener lo que nos corresponde? O peor aún, ¿volveremos a tener alguna vez lo que nos corresponde? En una situación por demás complicada, definitivamente la peor desde la anterior crisis del 2001 y 2002, el kirchnerismo a ultranza está demostrando que no toma prisioneros. Y en el esquema actual de poder hoy no parece que haya nadie en nuestra provincia ni en la república que pueda ser capaz de defendernos de la blandura de Alberto y de lo iracundia de Cristina. Se vienen tiempos aún más difíciles.
Fuente: El Entre Ríos

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