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Por estos días, las tapas de los diarios se ocupan en abundancia de la nueva fórmula de ajuste jubilatorio. Hasta aquí, el gobierno de Alberto Fernández se ha limitado a dar aumentos arbitrarios y no tan generosos, situación que un año normal -y no de pandemia y crisis económica como este- no hubiera pasado tan desapercibido como ha sido el caso.

Ahora, se ve en la acuciante necesidad de tomar el toro por las astas y reducir un déficit insostenible, y es sabido que, considerando lo importante que es la línea de jubilaciones dentro del presupuesto nacional, es allí donde se debe hacer el ajuste que realmente haga la diferencia. Argentina necesita un estado que funcione de manera responsable y sustentable y cierta inflexibilidad a la baja del gasto hacen que este rubro sea el candidato natural al hachazo.

La propuesta del Frente de Todos consiste en ajustar las jubilaciones de acuerdo a una fórmula que combine en partes iguales los avances en la recaudación por un lado y un índice de variación de los salarios formales por el otro. Las principales espadas del gobierno defienden esta propuesta con determinación, aun cuando el impacto sea tan malo o peor aún que aquel que propusiera el gobierno de Macri en el 2017 y que terminó con la plaza del Congreso arrasada.

Los costos de ser oficialismo. Este giro pragmático del que hoy somos testigos, que incluso incluye a camporistas como Fernanda Raverta de Anses, es típico de quien tiene la responsabilidad de gobernar. Del otro lado de la vereda, la oposición alega que su fórmula, que ajustaba por inflación, era más justa y que la alta inflación que se avecina no hará sino limar aún más las alicaídas jubilaciones actuales. Desde lejos, el FMI ya ensaya también cierto rechazo, sugiriendo que atar las jubilaciones al crecimiento de la recaudación impositiva evita que el estado pueda mejorar sus números – esto es equilibrar sus cuentas- cuando se supone que lo haga, en época de vacas gordas.

La realidad es que desde hace muchos años el jubilado en nuestro país viene siendo sistemáticamente engañado. Todos los gobiernos le prometen reivindicaciones que luego no pueden cumplir mientras siguen conspirando contra la sustentabilidad del sistema. Durante el kirchnerismo, por ejemplo, se decidió sumar al sistema previsional unas cuatro millones de personas que no tenían aportes en un acto de demagogia, y aun a sabiendas de que el sistema no podía soportar una carga adicional así. Y en todos los gobiernos, no importa el color, se han favorecido regímenes especiales, tanto a nivel nacional como provincial, donde la mas de las veces los beneficiados tiene o han tenido alguna conexión con la política.

Para empeorar aún más las cosas, se siguen sosteniendo, sobre todo en algunos de los sistemas provinciales, unas edades tempranas de retiro que no se condicen con una nueva realidad donde la expectativa de vida se ha incrementado de manera significativa. Esto es particularmente cierto para aquellos que se jubilan de ciertas áreas del estado. En definitiva, todas estas cuestiones -y algunas otras más- nos han llevado al delicado e insostenible equilibrio donde por cada uno que aporta al sistema previsional hay otro que retira. Esta proporción de uno a uno es una formula impracticable, sobre todo cuando se puede observar que sistemas que funcionan más o menos normalmente necesitan tres, y hasta cinco, aportantes por cada jubilado.

Reparar el sistema jubilatorio, sacarlo de su virtual quiebra, no es in embargo tarea privativa del actual gobierno. Tienen que cesar, eso sí, los sempiternos cantos de sirena, y las promesas imposibles de cumplir que dejan la palabra de nuestros políticos totalmente devaluada. La solución definitiva pasa por mostrar la realidad a todos y cada uno de nuestros ciudadanos, por mas cruda que esta sea, e iniciar luego un esfuerzo de reconstrucción del sistema previsional que incluya a todos los sectores y fuerzas políticas.

Pasarse la pelota unos a otros, mentirse, injuriarse, seguir en la tesitura del reproche y la chicana entre oficialismo y oposición no conduce a ninguna parte. Esta oportunidad es ideal para iniciar este camino de elaboración conjunta. Hasta que no se pongan todas las cartas sobre la mesa y nos hablen con la verdad no tendremos salida a este intringulis, no importa cuál sea la formula.

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