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“Entre todos, vamos a poner a la Argentina de pie”, reza uno de los slogans de campaña del candidato a presidente Alberto Fernández. “Si se puede”, cantan y repiten como un mantra los seguidores de Mauricio Macri. Ambos presidenciables hablan (de una manera u otra) en términos súper esperanzadores, como si salir de la situación actual del país dependiera solamente de factores internos, nacionales. Bueno, ojalá fuera tan simple.

Los argentinos creemos tener problemas excepcionales, cuando en realidad las cuestiones que nos aquejan como Estado son iguales a las que puede atravesar cualquier país en el mundo. Problemas en la balanza de pagos, falta de inversión extranjera, pobreza, inflación, inseguridad, narcotráfico... y la lista podría seguir. Pero desde mi disciplina, las relaciones internacionales, sobresale un factor inquietante: somos una potencia media declinante. ¿Qué significa esto?

Básicamente, no contamos con los recursos, las instituciones y la capacidad de incidencia suficiente como para “importar” a nivel mundial. Veámoslo con datos. En el Índice sobre Poder Nacional de 2019 , elaborado por Powermetric Research Network, existe una jerarquía de poderes en el sistema internacional: superpotencia, potencia mundial, gran potencia, potencial regional y potencia local. Según ese estudio, la Argentina era una potencia local en 1992 y en 2017 ya no lo era. En el índice sobre Desarrollo Humano de Naciones Unidas , la Argentina ocupaba el lugar 34 en 2005, el 40 en 2015 y el 47 en 2018. En el índice de Competitividad Global de 2018 que publicó el World Economic Forum, la Argentina se ubicó (por debajo de países como Trinidad y Tobago, Jamaica y el Líbano) en el puesto 81 .

Tal vez estos números no significan nada si no le damos un poco más de contexto a la persona que lee estas líneas. Por eso, procederé a mostrarles datos que ejemplifican las relaciones de la Argentina con los principales vínculos a nivel mundial: Brasil, América Latina, Estados Unidos y China.
Brasil
En la relación con el país vecino, la Argentina ha perdido sucesivamente márgenes de maniobra. Sobre todo, considerando que Brasil es el mayor socio comercial de nuestro país. O, poniéndolo en criollo, si a los brasileños les va mal, a nosotros nos puede ir peor, ya que en dicho mercado está el primer destino de las exportaciones argentinas. En términos de balanza comercial, la misma ha dado saldo negativo para nuestra economía desde el año 2002 y de manera progresiva .

En el año 2017, se llegó a un pico histórico de déficit comercial de 8.662 millones de dólares. Eso se traduce en que le compramos más de lo que les estamos vendiendo. ¿Cómo está la situación en el 2019? En los primeros 9 meses del año, las importaciones totalizaron 7.441 millones de dólares (caída interanual del 40,3%) y las exportaciones quedaron en 7.815 millones de dólares (un 4,8% menos interanual), lo que nos deja en superávit comercial por primera vez en 17 años. Sin embargo, no cantemos victoria: la variación lleva marcada a fuego el impacto de la devaluación del peso tras las PASO.

Interrogantes para el futuro: ¿cómo resultará el acuerdo UE-Mercosur para las economías y las relaciones entre ambos países? Y, claro, suponiendo que el mismo se ratifique en los respectivos parlamentos. Llegado el caso que Fernández ganara las elecciones, ¿cómo sería la relación con Bolsonaro?
América Latina
Si ponemos un pie más allá de Brasil, nos encontramos con América Latina. ¿Qué parámetro podemos tener de referencia a la hora de hablar sobre cuán bien o cuán mal nos está yendo? Aquí podemos tomar las proyecciones de crecimiento 2019 en relación al PBI, elaborado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de Naciones Unidas. Allí, se establece que la región en su conjunto crecerá un 0,5% para 2019.

Si miramos al ranking de países, primero figura República Dominicana con 5,5%, segunda Panamá con 4,9%, tercera Bolivia con 4,0%, cuarta Honduras con 3,5%, y quinto Perú con 3,2%. Más abajo, Brasil tiene un pronóstico de 0,8%. ¿En qué lugar estamos nosotros? Miremos la parte de debajo de la tabla. Venezuela (en profunda crisis política) está 20° con un pronóstico de -23%, luego le sigue Nicaragua con un -5%, y en 18° lugar venimos nosotros, la Argentina, con un pronóstico negativo de -1,8%.

Otro dato de color lo constituye la evolución del salario mínimo (medido en dólares) en la región en el período 2009-2019: los argentinos nos encontrábamos al inicio con la remuneración más alta de la región: 417 dólares. En 2019, ese indicador bajó hasta los 277 dólares. Este gráfico lo ilustra con mucha facilidad:
Interrogantes a futuro: ¿cómo evolucionará la relación entre los países latinoamericanos en cuanto a integración? ¿Qué esquemas se priorizarán o no?
Estados Unidos
Si miramos hacia la potencia hemisférica, la situación es extraña. Mientras el gobierno de Trump y el mundo en general apuestan hacia un mayor proteccionismo económico o priorizar sus economías nacionales, la Argentina encaró una apuesta al multilateralismo y a “salir al mundo”. A pesar de existir una gran relación interpersonal Macri-Trump, el mandatario estadounidense es un enorme signo de pregunta: su personalidad chocante y su impredecibilidad no son de fiar. Si bien es cierto que su apoyo fue clave para conseguir el financiamiento otorgado por el Fondo Monetario Internacional, la realidad es que sus posiciones pueden variar en un abrir y cerrar de ojos.

Interrogantes a futuro: ¿contaremos con el apoyo del gobierno estadounidense para renegociar la deuda? ¿Se podrá avanzar hacia una relación más madura, responsable y beneficiosa para ambos Estados?
China
El gigante asiático es un motor para la economía argentina. Pero, ¿a qué costo? Desde el año 2003, las cifras del comercio con el dragón chino han cegado a nuestro país. En un primer momento, se creía ingenuamente que las relaciones con China redundarían en inversiones para potenciar nuestro desarrollo industrial. ¿Con qué sentido los chinos invertirían aquí para producir bienes que pueden fabricar allá y a mucho menos costo? Entonces, las relaciones devinieron en una “reprimarización de la economía” argentina. Le vendemos productos de soja y derivados, cueros y pieles, aceites crudos de petróleo y otros productos primarios, mientras que importamos circuitos electrónicos y productos con alto valor agregado.

Lo más interesante radica en los vínculos políticos establecidos en los últimos años. A raíz de la necesidad argentina de obtener fondos, se han firmado varios acuerdos swap de monedas con el gobierno chino que, si bien presta dinero y no pone condicionalidades económicas, habría que preguntarse a cambio de qué recibimos ese dinero. Una gran incógnita la constituye la base espacial instalada en la provincia de Neuquén. Se rumorea que la misma posee tecnología dual, que le permitiría convertirse en menos de 48 horas en una base militar. Y digo se rumorea, porque no se conocen los detalles del acuerdo.

Interrogantes a futuro: ¿qué espera China de sus vínculos con nuestro país? ¿Existe algún margen de maniobra para aprovechar la relación? ¿O predominará una lógica de dominación Norte-Sur al estilo de viejos recuerdos?
Para cerrar
El contexto mundial actual no es tan permisivo como en la primera década del siglo XXI. Existe una relación tirante entre las potencias mundiales (EE.UU. y China), de disputa comercial y de hegemonía. La política exterior es un instrumento estatal para desarrollar las relaciones internacionales de un país. Lo particular de esta política pública es que tiene que lidiar con un ámbito no maleable, no manipulable, que representa el mundo. Y, evidentemente, los datos muestran que no influimos en lo que pasa. Pero también, que los países que nos rodean han sabido acomodarse a los tiempos actuales y sacar provecho de la situación.

Los márgenes de maniobra para el futuro gobierno argentino serán bastante estrechos. Pero, mientras tanto, los candidatos hablan de que generarán empleo, que vendrán buenos tiempos, y que todo estará bien. Que las respuestas están acá.La realidad es mucho más compleja que eso. ¿Podremos “poner a la Argentina de pie” de esta manera? ¿”Sí se puede”? O... ¿Será que nuestra clase dirigente no ha sabido interpretar la realidad?
Fuente: El Entre Ríos.

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