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“Estoy renunciando, justamente para que mis hermanas y hermanos, dirigentes, autoridades del Movimiento al Socialismo (su fuerza política) no sean hostigados, perseguidos y amenazados.”

Con estas palabras, y en un escueto video, Evo Morales Ayma se vio obligado a renunciar a la Presidencia Constitucional del Estado Plurinacional de Bolivia. ¿Por qué decimos que se vio obligado? Porque unas horas antes ese mismo día, ese 10 de noviembre, el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Williams Kaliman, leyó un comunicado en el que le sugerían renunciar a su cargo obtenido en las urnas electorales en 2014.

Con este hecho lamentable, se produjo así la interrupción del orden democrático en Bolivia. Este orden democrático tan frágil, tan escaso, en el que casi 14 años de presidencia continua y democrática parecían una hazaña: hubo muchos presidentes de facto, 4 dictadores y otros tantos golpes de Estado a lo largo y a lo ancho de su historia. Sin embargo, ¿cómo llegamos a esta situación actual? ¿Qué pasó en el medio?

Evo Morales lleva tres mandatos al frente de Bolivia. El primero bajo el antiguo régimen constitucional que estuvo vigente en ese país hasta 2009 y los siguientes dos con la Constitución que su gobierno promovió y promulgó. Precisamente alegando ese cambio de Constitución, Morales logró que su primer periodo no fuera contabilizado a la hora de buscar la reelección para su tercer mandato en 2014.

Todo comenzó el 20 de octubre, día de las pasadas elecciones generales en el país vecino, en las que Evo Morales concurrió a las urnas para obtener así un cuarto mandato presidencial. Estodesató 3 semanas de protestas en todo el país contra su reelección, amotinamiento de policías y pérdida de apoyo de las Fuerzas Armadas incluido. El malestar, básicamente, emana de su intento de re-re-reelección - ni siquiera sé si está bien decirlo así, pero es lo que ocurrió.

En primer lugar, el pueblo había dicho que “no” a su intento de presentarse a elecciones para el cuarto mandato, en un referéndum realizado en el 21 de febrero de 2016. Allí, y por un margen de 2%, el pueblo no autorizaba a anular las limitaciones que posibilitarían su oportunidad de presentarse nuevamente a elecciones. Parecía así que, tras finalizar su tercer mandato, el exlíder cocalero volvería a su casa. Pero la cuestión no quedó acá.

Al año siguiente, en 2017, el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) emitió un controversial fallo a favor de las intenciones del mandatario. Se explicó que se decidió declarar la aplicación preferente de los derechos políticos esbozados en la Convención Americana de Derechos Humanos por encima de los artículos de la Constitución, que limitan la cantidad de veces que una persona puede ser reelecta.

El fallo se produjo debido a que el partido de Evo Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS), presentó un recurso abstracto de inconstitucionalidad contra la limitante constitucional a los mandatos consecutivos.Además, se declaró "inconstitucionales" a los 5 artículos de la ley electoral boliviana que limitaban la cantidad de periodos continuos que puede tener cualquier autoridad boliviana elegida por voto popular, establecido en dos.

Volviendo a las elecciones del último 20 de octubre, el toque de gracia a la situación se produjo cuando la oposición y los observadores internacionales comenzaron a presionar ante la lentitud de las autoridades para proporcionar el resultado final de los comicios. El principal candidato opositor, el expresidente Carlos Mesa, denunció abiertamente un fraude. La temperatura iba en aumento, y las primeras protestas populares comenzaban a aflorar.

A los dos días, el 22 de octubre, el Gobierno y el Tribunal Supremo Electoral propusieron que se realizara una auditoría de todo el escrutinio. Tres días después, el viernes 25 de octubre, se dieron a conocer los resultados finales y Morales fue declarado oficialmente ganador con el 47,08 por ciento de los votos frente al 36,51 por ciento de Mesa: superaba los 10 puntos porcentuales exigidos para evitar la segunda vuelta.

Es en este punto en el que ocurre algo totalmente paradójico y poco serio: la oposición, la Organización de Estados Americanos (OEA), la Unión Europea, Estados Unidos, Colombia y Argentina exigieron un balotaje para terminar con las sospechas de fraude. Esto se dio incluso antes que la OEA comenzara con la misión de auditoría que finalmente denunciara irregularidades. El descontento popular alcanzó niveles insostenibles.

A pesar de haber llamado a "nuevas elecciones nacionales que, mediante el voto, permitan al pueblo boliviano elegir democráticamente nuevas autoridades", la persecución opositora no cesaba. Quema de casas de dirigentes relacionados a Evo, amotinamientos y abandono de las Fuerzas Armadas desencadenaron el golpe. Se produjo así, entonces, una ausencia de una formalidad de presidencia que daba lugar a un vacío de gobierno.

A la renuncia de Evo Morales, se sucedieron las de los que le seguían en el escalafón del poder ejecutivo: el vicepresidente, Álvaro García Linera; la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra; y el presidente de la Cámara de Diputados, Víctor Borda. La circunstancia ha hecho que haya aceptado la presidencia interina, siempre con la exigencia de convocar nuevas elecciones, Jeanine Áñez, vicepresidenta segunda del Senado.

Áñez,expresentadora de televisión y que milita en la hasta ahora alianza opositora Plan Progreso y Convergencia Nacional, fue proclamada el 12 de noviembre como presidenta. Iba a ser en la Cámara Alta, en una sesión extraordinaria en el Parlamento, pero esta se suspendió por “falta de quórum” al negarse a participar en ella el Movimiento Al Socialismo. Así se consumó institucionalmente el golpe, en una sesión sin quórum, que carece de validez.
¿Cómo entender todo lo que sucedió?
Si tuviera que hacer un breve análisis de todo lo acontecido en Bolivia en el último mes, podríamos extraer las siguientes conclusiones. Me parece que son extensivas al resto de América Latina, por la similitud de contextos:

1. La caída en la satisfacción con la democracia: si tomamos como referencia la encuesta anual que hace la consultora Latinobarómetro, la caída en el apoyo a la democracia es sostenida en los últimos años.

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2. Debemos separar el descontento popular de la acción de los sectores radicalizados: si bien el descontento de la población ante el accionar de Evo Morales existió, debemos separarlo del destino final que tomaron los acontecimientos.

Allí, emergieron figuras polémicas como las del líder de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho y la ahora presidente Jeanine Áñez. Ambos poseen una visión neoliberal y un fanatismo religioso católico que roza la insania. “La Biblia ha vuelto al Palacio (de gobierno)”, exclamaban. Hay que tener cuidado con la apropiación de demandas populares que articulan estos grupos, porque desdibujaron el sentido de las protestas;

3. Es preocupante la participación de las Fuerzas Armadas en la política. Esto es un factor que creíamos resuelto, tras la página negra en la historia continental que viviéramos con las últimas dictaduras militares. Pero bueno, de repente nos encontramos con la participación de militares en la coalición de gobierno de Bolsonaro en Brasil, con el Ejército reprimiendo las protestas sociales en Chile y con la “sugerencia” de renuncia a Evo por parte de las Fuerzas. Dejémoslo bien en claro: los militares pertenecen a los cuarteles. Su mero intento de participar en la política es antidemocrático.
Para pensar
¿Está muriendo la democracia? En su famoso libro de 2018 “Cómo mueren las democracias”, Steven Levitsky y Daniel Ziblattescribieron bajo la tensión que ha introducido el fenómeno Donald Trump en Estados Unidos. Sin embargo, sus ideas son perfectamente aplicables a las nuevas democracias de América del Sur.

Los autores señalan que el primer paso que produce efectos en cascada en detrimento del sistema democrático, es la ausencia de “tolerancia recíproca”."Cuando la tolerancia recíproca existe, reconocemos a nuestros rivales como ciudadanos leales que aman a nuestro país tanto como nosotros", explican.Y, justamente, esto es una de las piedras angulares de lo que está pasando en Bolivia: los candidatos se reconocen como enemigos, no como opositores.

Por un lado, la oposición no reconoció los resultados de la elección. O, lo que es lo mismo, no reconoció como válidos a sus interlocutores del sistema político. Por el otro, el gobierno de Evo trata de imperialistas a sus opositores y flexibiliza los límites de la Constitución. La polarización de la opinión pública pareciera no permitir reconocer esto: o se está con Evo (al que los detractores llaman el zurdo, el indio, el “dictador”) o se está con la oposición (la supuesta “República”). Cuando, en realidad, la situación es muy compleja.

¿Evo Morales flexibilizó los límites constitucionales? Sí, claro. ¿La gente estaba descontenta por ello? También. Pero también es cierto que se empujó a un presidente constitucional a renunciar, con intervención de las Fuerzas Armadas. Y es sumamente necesario recalcar que Morales ofreció realizar una auditoría, y no fue aceptada. También llamó a nuevas elecciones, y no fue suficiente: el golpe, ya estaba dado. Áñez vino a dar una supuesta institucionalidad a un hecho totalmente antidemocrático. Vino con la función de “llamar a elecciones”, y aún no lo ha hecho. ¿En qué quedamos?
Fuente: El Entre Ríos.

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