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Ya se escribió todo, o tal vez casi todo, sobre la brutal agresión sufrida por los jugadores de Boca el sábado pasado, cuando su ómnibus fue emboscado por barras de River Plate en las inmediaciones de la cancha de este último. Hubo expresiones de vergüenza, tristeza, incredulidad, bronca, frustración, y siguen los sustantivos. También hubo análisis varios de la situación, pero el que más llamó mi atención fue aquel donde se abordó la naturalización de lo sucedido esa tarde.

Nadie se sorprendió, ninguno rasgó sus vestiduras ante lo violento e incomprensible del hecho. Nadie dijo “imposible que algo así haya sucedido”. Como si fuera cosa de todos los días. Y lo que lamentablemente sí es cosa de todos los días. Seres humanos que parecen animales violando la ley y todos los códigos de conducta posibles paras atacar, agredir, herir, robar o matar a alguien del prójimo. Esto sin que nadie se asuste, y muchas veces con la adhesión, complicidad o complacencia de algunos sectores de la sociedad. Como si fuera algo natural.

Lo que hicieron estos hinchas o pseudo hinchas, no tiene nombre. Tampoco el resto de las múltiples escenas de salvajismo e irracionalidad que se pudieron ver en vivo y en directo por la televisión. Espectáculo dantesco a la vista de todos, tal vez fueron quienes estaban en la cancha en ese momento, esperando por un partido que nunca comenzó, los únicos que se vieron privados de tan terrible visión.

"La pregunta nos la hacemos todos: ¿Qué nos pasa como sociedad? Tomamos como natural conductas que parecen más propias de animales que de seres humanos"

La pregunta nos la hicimos todos: ¿Qué nos pasa como sociedad? ¿Por qué toleramos esas conductas? ¿Por qué parecemos habernos acostumbrado a ellas? ¿Cuándo nos dejó de parecer que esos comportamientos estaban mal o no correspondían? ¿Y por qué? ¿Será que le hemos perdido el miedo, tanto a la censura moral de toda la sociedad como a la rigurosa vara de la ley?
Lo que nos lleva a otro tema. Tal vez como resultado de nuestra propia historia, la doctrina Zaffaroni, en referencia a Eugenio, claro, parece haber tomado el lugar más prominente en la biblioteca de nuestros jueces y de la sociedad toda. Se ha perdido el respecto a la ley, a nuestras instituciones y también a la autoridad.

Eso también pudo verse en las escenas del otro día. Por un rato la escena era policías persiguiendo a barrabravas y delincuentes. Pero enseguida lo opuesto -también lo indebido y lo impensado- barras y delincuentes, ¿no son lo mismo?, persiguiendo a la policía. O a la fuerza de seguridad que fuera y que estaba apostada en la esquina más cercana. Pudo verse a prefectos, policías de la ciudad o de la federal insultados, escupidos, vilipendiados, mucha veces en la figura de chicas jóvenes con casco y temblando como hojas detrás de la protección de sus escudos. La tibieza de las fuerzas de seguridad involucradas puede justificarse en varias razones. Pero esa autoridad dudosa, tímida, miedosa responde en gran medida a la reticencia a ejercerla como corresponde.

Ningún policía, prefecto o gendarme quiere ser apercibido, amonestado y eventualmente perder su empleo. Es un lujo imposible.

"Tiene que haber un intermedio. No puede haber represión indiscriminada pero tampoco desprecio y burla por la ley y la autoridad sin que nadie pague las consecuencias"

Por Dios, es que tiene que haber un intermedio. Nadie quiere represión indiscriminada, ese no es claramente el camino. Pero tampoco que se tome a la policía como un "punching ball". Y menos a manos de bandidos y delincuentes, que se terminan escondiendo en la indiferencia y la abulia de la mayoría de nosotros. No decimos nada. No hacemos nada. Y consentimos en que la vara con que la sociedad mide cual debe ser la actuación de quienes se supone deben cuidarnos y asegurar de que la ley se cumpla sea puesta por Bonafini, el MST, el Partido Obrero, la CETIP y donde se descuiden, Luis D´Elia.

Hemos perdido la referencia moral. Y definitivamente estamos confundidos respecto de quienes deben ser nuestros referentes morales. Debemos recuperar eso y también a nuestras instituciones, incluido el respeto perdido por la ley. Hasta que eso no cambie tendremos que seguir sufriendo un terrible cocktail de inseguridad, corrupción, violencia, muerte, narcotráfico, que hace cada día más difícil, casi imposible, nuestro cotidiano vivir. ¿Por qué tenemos que seguir viviendo así?
Fuente: El Entre Ríos Edición Impresa

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