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El Ministerio de Educación del Paraguay usó fondos de la Unión Europea para la impresión de los libros de textos que contenían errores ortográficos.

Se dice que la información horrorizó a unos pocos, y que si no pasó desapercibida para la mayoría no interesó a casi nadie ni provocó reacciones.

La historia comienza con un préstamo de la Unión Europea al Paraguay, por un monto de 180 millones de dólares, destinado a elevar la calidad educativa en el país hermano.

Razones sobraban para justificar esa asistencia si se tiene en cuenta que según el análisis de organizaciones internacionales que cuentan con especialistas en la materia “el sistema educativo paraguayo en la actualidad no compensa las desigualdades sociales existentes, sino que las profundiza" por la falta de inversión pública.

Se trata, por ejemplo, de que se destaca que la situación en ese país es sobre todo gravísima en lo que al proceso enseñanza/aprendizaje de las matemáticas – aunque teniendo en cuenta la situación que nos ocupa, cabría preguntarse cuán terrible lo será a juzgar a que lleva a pensar lo que se hace patente que sucede en relación a la de la lengua- donde de un informe acerca del panorama mundial educativo, se señala a Paraguay como el peor en matemáticas en América Latina y cuarto en el mundo, solo superando a Camboya, Senegal y Zambia.

Pero volvamos a la forma en que fue aplicado en inversiones la asistencia financiera recibida por ese país de la Unión Europea. Es que, de los 180 millones de dólares indicados, se invirtieron 91 millones de dólares en el desarrollo de dos programas de apoyo al sistema educativo. Uno de los cuales, que significó el empleo de 50 de esos 91 millones, es de donde salió el dinero para imprimir los cuadernillos escolares defectuosos.

Ignoramos cuál era la expectativa que provocó esa circunstancia entre educadores y educandos paraguayos, pero lo que existió – y nunca podía faltar porque es algo por lo que los funcionarios de la mayor parte de los países parecen desvivirse por hacerlo- es el anuncio del Ministro de Educación y Ciencia de ese país, efectuado a fines del mes pasado, por el que se daba cuenta del hecho “que 525.459 estudiantes de entre 6 y 14 años tendrían a su disposición desde el primer día de clases materiales para la innovación educativa".

Luego del anuncio, a renglón seguido el fiasco. Este se hizo presente cuando los docentes leyeron los nuevos cuadernillos del programa Matemáticas para Paraguay y se enojaron con los errores observables en los textos distribuidos, enojo que hicieron público.

¿Qué es lo que había ocurrido? Que en los textos se podía leer "clace", "calacular", "problamas". Además de números sin tilde; faltas de concordancia entre sujetos y verbos, por mencionar solo algunos ejemplos. Un alivio relativo se lo tuvo cuando se supo que el costo de los libros fue de 2.135 millones de guaraníes, equivalentes a unos 330.000 dólares, lo que representa proporcionalmente una parte menor de lo asistido, aunque de cualquier manera ello no significa no solo una nada despreciable manera de despilfarrar fondos, sino que se está frente a una mala práctica legalmente punible, aunque según también se indica esta clase especifica de prácticas terminen, de darse el caso de ser investigadas, arribando a una vía muerta.

En tanto, no debería provocar alivio, el hecho que una situación de este tipo no ocurra entre nosotros. Ya que aquí no es extraño la presencia de textos con este tipo de errores, dada la presencia de personas a las que se designan con el nombre de “correctores”, quienes cumplen un papel importantísimo en la edición de los libros que se editan entre nosotros. Es que uno puede llegar a leer, a esta altura de los tiempos, y ya ganados por la resignación, textos manuscritos o redactados e impresos apelando al sistema digital, colmado de horrores ortográficos, algo que puede verse agravado por la presencia de errores de sintaxis, que en casos extremos vuelven incomprensibles los textos que los contienen. En tanto, no podemos dejar de señalar, que omitimos indicar categorías de personas que incurren en esas faltas por razones de pudor.

En tanto el acceso a la información que hasta aquí ha sido objeto de nuestra relación, nos ha permitido a la vez tomar nota que lo relatado queda compensado, aunque más no sea parcialmente, por el hecho que los paraguayos tienen a su disposición un programa para la enseñanza de las matemáticas, de origen japonés, que de aplicarse, según se señala, permitiría llevar a cabo una enseñanza participativa, crítica y entretenida de esa materia, frente a la efectuada con el empleo tradicional de la tiza y el pizarrón.

Al respecto, no hacemos sino repetir, “ya que no estamos vendiendo nada”, se señala que en territorio rural de ese país, con poco costo, se ha efectuado una experiencia aplicando el método innovador indicado, primero en cuatro distritos y después en cinco departamentos enteros.

Se trataría la realizada, y en extensión territorial continuada de una experiencia exitosa, ya que según se afirma, “los estudiantes de escuelas públicas que aprendieron con esta estrategia tienen rendimientos en matemáticas "muy superiores" a los colegios privados de las élites de Asunción”; explicaciones que corresponde poner en boca del alto funcionario de ese país que las pronunciara.

Debe haber, a no dudarlo, quien entre nosotros dirá qué interés tiene para nosotros las cuitas – y aun los éxitos- de los paraguayos en materia educativa, cuando nuestra realidad no es sino la muestra de hasta qué punto se ha degradado nuestro propio sistema educativo, y que esa es la única realidad que es nuestro interés atender, y que debe ser el objeto único de nuestras preocupación.

Argumentaciones aparentemente razonables si se tiene en cuenta el extenso número de “reformas educativas” fallidas – algo que a tantos vuelve escépticos ante la posibilidad de un cambio más que resulte positivo- pero de cualquier manera se trata de un razonamiento estéril.

Es que siendo la nuestra, la tierra “del ensayo repetido, seguido por el error subsiguiente que es su resultado”, en una secuencia tan larga como incomprensible, no estaría de más que prestemos atención al “programa japonés” de enseñanza de las matemáticas, en el caso que ignoramos si se lo ha tenido en cuenta, para saber si conocerlo nos puede ser de utilidad, para poder establecerlo

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