Atención

Esta imágen puede herir
su sensibilidad

Ver foto

Compartir imagen

Agrandar imagen
Se nos ha escuchado repetir hasta el cansancio y en todos los tonos y formas imaginables, que la nuestra es una sociedad “bloqueada”, como consecuencia de trabazones entrecruzadas que la paralizan. Algo del que son un ejemplo diversas opiniones vertidas en el transcurso de la reunión que se celebrara en Colón del 1º Encuentro de Bibliotecas Comunitarias de Fronteras, organizado por la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares, inaugurado por el presidente de ese organismo y que contó con la presencia de representantes, aparte de la casi totalidad de las bibliotecas populares del departamento, con sus iguales de Alvear, Santo Tomé, Puerto Iguazú y San Martín de los Andes de nuestro país, de la directora de la Biblioteca Nacional del Uruguay y de la Biblioteca Municipal de Paysandú, de la Red de Bibliotecas Comunitarias, del Estado brasileño de Río Grande del Sur, a la vez que otro organismo oficial paraguayo. Del objetivo de la reunión hemos dado cuentas en nuestra edición dominical, y nos resulta de interés volver sobre la misma, para referirnos a una cuestión que cabe considerar como fundamental para el éxito de esa iniciativa de “hermanar” bibliotecas, con la aspiración de que ello tenga consecuencias sinérgicas en toda la región, tomado desde una perspectiva cultural.

Paradójicamente, la misma nada tiene que ver con el objetivo de la convocatoria, pero alcanzarlo depende en gran parte de ello. Es que, junto a la opinión que al pasar se escuchó por parte de los participantes de las bibliotecas del departamento, tanto en el caso de las correntinas de Alvear y Santo Tomé, como la misionera de Puerto Iguazú, todas ellas vinieron a coincidir en el obstáculo que representa la necesidad del pago de un peaje para poder cruzar la frontera en uno u otro sentido. Inclusive, la representante de Santo Tomé no dejó de decirlo, con toda crudeza, cuando afirmó que “estábamos más comunicados en la época que los cruces se hacían por lanchas de pasajeros, que lo que sucede en la actualidad con el puente que ‘une y a la vez separa’ a esa ciudad de Sao Borja”.

Dicho de otra manera, es escaso lo que hacen los puentes en materia de integración “vecinal” -no se habla de la macro economía- yendo más allá de las idas y venidas en los contactos comerciales legales e ilegales entre las ciudades de ambas costas; idas y venidas que acompañan al sube y baja de la relación en el valor de nuestras respectivas monedas.

Y resulta verdaderamente inexplicable que el organismo que se ocupa, en teoría al menos, de la administración de nuestro río, no haya hasta la fecha encontrado una solución al problema.

De allí que haya quienes sostengan que la explicación pasa por el hecho que los representantes en el organismo de los dos países, al vivir como parecen hacerlo en una “burbuja aurea”, con una clara alusión a las generosas retribuciones dolarizadas que ellos perciben, a la vez que en su gran mayoría no son otra cosa que una forma de premiar la fidelidad política - como sería el caso del flamante miembro correntino de ese cuerpo- lo que se supone, e inclusive puede ser que mal se suponga, como una manera de “equilibrar la coalición gobernante” -si se tiene en cuenta la filiación radical que se atribuye al designado- es la de contar con plazas en los niveles más bajos de la pirámide administrativa, en las que poder colocar a algunos amigos o compañeros políticos.

Desmentir este tipo de imputación, que por otra parte nos parece hasta cierto punto injusta y demasiado cruda, se daría porque desde ella y siguiendo negociaciones, si es necesario en escalones superiores de los respectivos países, se ha dado una solución efectiva al problema de la “integración vecinal” entre las poblaciones de ambas orillas.
Fuente: El Entre Ríos (edición impresa)

Enviá tu comentario