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Rafael Bielsa, embajador argentino en Chile
Rafael Bielsa, embajador argentino en Chile
Rafael Bielsa, embajador argentino en Chile
Creemos que está claro, que de una manera discontinua pero de cualquier modo persistente, desde esta columna editorial procuramos empeñarnos en atender a nuestra única realidad desde perspectivas diferentes.

Todo ello con la sincera intención, encaminada no a atribuir culpas y efectuar condenas, sino a mostrarnos hasta donde hemos caído, fruto de responsabilidades compartidas –ya sea por acción u omisión-, de las que precisamente por ello nadie puede considerarse exento.

Un estado de gravedad límite, cual lo es, la de una sociedad donde casi una de dos personas viven en la pobreza, y de ellos siete de cada diez niños pasan hambre. Aunque debe destacarse de una manera positiva, la circunstancia que en la actualidad de modo afortunado, estamos dando muestras incipientes, de una toma de conciencia de esa lastimosa situación.

En lo que es la única opción para hacer posible –como lo es- que nuestra realidad renovada llegue a estar a las alturas de nuestras expectativas, las que con solidaridad y equidad en el esfuerzo, resulta posible de concretar.

Es por eso cuando en la oportunidad hablamos de “un gobierno sin rumbo” que lleva a que tampoco lo tengamos como sociedad, hacemos en esta oportunidad una referencia específica, a lo que sucede en el campo de nuestras relaciones exteriores, y sus consecuencias, cuales se traducen en la manera en la que nos insertamos en el mundo.

Partiendo del hecho que en ese campo, nuestros titubeos y contradicciones, dejan a las claras que nos encontramos ante un gobierno, el cual no marca un rumbo claro en ese ámbito.

Es que dicho, de manera harto escueta, la limitante en la acción gubernamental que significa tener que fijar una postura respecto a nuestra deuda con el Fondo Monetario Internacional, lleva a que nos mostremos como “mendicantes”, desbordantes de bonhomía, con los países del occidente del hemisferio norte.

De los cuales reclamamos el ejercicio de un acompañamiento en nuestros reclamos ante esa entidad, circunstancia que obliga a actuar como un equilibrista, frente a la manifestada -a medias- orientación de índole casi afectiva, hacia las autocracias latinoamericanas, como son los casos de Nicaragua, Venezuela y Cuba.

Una prueba indirecta de lo cual se la encuentra en la amistosa acogida que acaba de darle el Presidente de la Nación, al reconocido jurista Baltasar Garzón, al cual no solo se lo conoce por su actuación en las causas que se le sigue al ex presidente ecuatoriano Rafael Correa, sino por actuar ahora como dirigiendo la defensa de un delincuente de alto rango, a punto de ser extraditado a los Estados Unidos, donde actualmente está procesado, y que siendo testaferro de Nicolás Maduro trata de disimular esa condición, con la demostración que ambos hacen de una “amistad entrañable” entre ellos.

Dentro de ese contexto no es extraño que, según fuentes periodísticas dignas de crédito, en altas esferas del gobierno se especule con un “plan B”, para el caso que fracasen las negociaciones con el Fondo, en cuyo caso se buscará modificar radicalmente la orientación de nuestra política exterior, buscando el alineamiento con China y Rusia, de las cuales se requeriría una indispensable asistencia financiera. Que no es otra la que asegure mantener la estabilidad de un gobierno al que se lo escucha decir, y se lo ve actuar, “rascando el fondo de la olla” para hacerse de las monedas fuertes necesarias para mantener a nuestra economía viva.

De allí que ante la indefinición del rumbo a seguir en materia de política exterior – a lo que contribuye la medianía extrema de los dos sucesivos cancilleres de la actual administración- no es extraño la presencia de embajadores de nuestro país, a los que se ve actuando en el lugar de su radicación, “moviéndose a su libre criterio y por su cuenta”.

Es así que queremos creer que eso es lo que ha sucedido en el caso de nuestro embajador en Bolivia, a quien, hace de ello unos pocos días, se lo ha visto pronunciar un discurso en un acto político partidista, mientras a su lado resultaba nítida la figura de Evo Morales.

O el caso ya casi olvidado de nuestro embajador ante la Organización de los Estados Americanos (OEA), Carlos Raimundi. a quien en la propia cancillería se lo ha censurado por dejar de lado las instrucciones recibidas al momento de adoptar posturas y efectuar votaciones en nombre de nuestro país en ese organismo, y al que ante ese zafarrancho, existen quienes lo ven reubicado en la embajada de nuestro país en Nicaragua, en lo que sería para él una verdadera zona de confort.

Más grave aún, por la vecindad y estrecha relación de toda índole con el nuestro, es el comportamiento del embajador en Chile Rafael Bielsa. A este se lo ha visto primero asistiendo a una audiencia del juicio que se le seguía en ese país a un mapuche nacido en el nuestro, aunque reniega de su condición de argentino, slgo que significa introducirse en un conflicto en el cual los grupos extremos mapuches pretenden hacer “rancho aparte”, tanto de Chile como de nuestro país, conformando en nuestros respectivo territorios otra nación soberana mediante el recorte de una parte de aquellos.

Todo ello sin contar, según lo destacan otras fuentes periodísticas, sus manifestaciones en contra del candidato a presidente trasandino, José Antonio Kast, las que son criticadas no sólo por Kast sino por su rival Gabriel Boric en la contienda electoral del pasado domingo. Y hasta las descalificó el propio Gobierno argentino, al momento en que nuestro embajador maltrata a Kast, hasta colgarle el sambenito de ser “anti argentino”.

Nada que en realidad extrañe, y que queda corroborado con el hecho que el ministro Guzmán tuvo que conformarse con que siguiera en su cargo un secretario de Estado de su área, al cual aquel le había pedido su renuncia, y que se negó a hacerlo.

De lo que a la vez tenemos otro ejemplo en las posturas encontradas expresadas públicamente entre el Ministro de la Producción y el recientemente designado Secretario de Comercio, cargo que se encuentra dentro del área del primero.

De donde, como reflexión final, es la que dice de las dificultades de “cinchar parejo”, cuando el propio gobierno da muestras de un desorden de esas características a la hora de hacerlo.

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