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La mendocina Sagasti, clave de la expropiación
La mendocina Sagasti, clave de la expropiación
La mendocina Sagasti, clave de la expropiación
La intervención-expropiación (no queda claro el final) de Vicentín desnuda el improvisado proceso decisorio del Gobierno

En la entrevista concedida a La Nación luego del anuncio de la expropiación de Vicentín, Santiago Cafiero descartó la idea de una junta nacional de granos, y aseguró que no quieren el default ni devaluar. Subrayó que “me parece que tenemos que tratar de generar certidumbre”.

Conceptos que, tras las idas y vueltas que sucedieron al anuncio, pasaron al terreno de la ficción. Si algo medió entre el anuncio del lunes, la reacción popular del martes, la reunión entre el presidente y el titular de la empresa el miércoles (en la que el Ejecutivo parecía más urgido que la empresa por salir del embrollo), y la sensación de que la medida sería revertida el jueves, fue la sensación de que el anuncio había sido fruto de la improvisación. Si ese es el proceso decisorio del gobierno, sólo podrá generar incertidumbre; todo lo contrario de lo que proclamó Cafiero.

Durante la ronda de prensa en la cual se efectuó el anuncio (https://www.youtube.com/watch?v=dTYaZd924iw), la improvisación quedó en evidencia. Allí, el Presidente comenzó hablando de “intervención”, al igual que su Ministro de Producción. Pero la cuestión mutó cuando la senadora mendocina Anabel Fernández Sagasti no sólo extendió el alcance de la medida a la “expropiación”, sino que la llevó a cuestiones tan abstractas y fantasiosas como la “soberanía alimentaria” y la regulación del precio de los alimentos. Conceptos de los que luego se hizo eco el Presidente.

El poco respecto que la figura del Presidente despierta entre las filas del kirchnerismo, y en especial de La Cámpora, fue patente. Que una senadora cuyos principales méritos incluyen haber perdido por goleada su elección provincial y ser una discípula dilecta de la Vicepresidente pueda no sólo contradecir al Presidente, sino incluso alterar su discurso, pinta dos atributos que son claves para entender a la administración: es inconsistente y carece de autoridad. Atributos de las cuales sólo puede derivar una administración de mala calidad.

Las groserías legales del DNU de expropiación de Vicentín, en el que se conjugan violaciones de principios constitucionales, del derecho comercial y de los procedimientos judiciales, dan cuenta de un desconocimiento y una improvisación que chocan de frente contra el tono doctoral del cual el Presidente reviste sus discursos.

A las groserías legales se suman los costos económicos: mientras el ministro Guzmán busca salir del default ofreciendo a los bonistas un bono atado a las exportaciones, el DNU busca intervenir en el mercado exportador. ¿Queremos realmente salir del default? ¿Llegamos al DNU tras un exhaustivo análisis, o por un arrebato? Por lo pronto, la reacción popular, empresarial y mediática no fue bien calculada.

La mala calidad de la gestión es evidente en la repetición de errores de los que hay que regresar. Sin duda, el condicionamiento permanente que supone la figura omnipresente de Cristina Fernández podría ser una causa de la sobreactuación del Presidente. Pero también podría haber una causa más banal: no hay un plan para ningún tema de la gestión.

Al avanzar por impulsos, el Presidente toma medidas con altos costos políticos de las que luego recula: la liberación masiva de presos, la declaración de “utilidad pública” (parece que está gustando el calificativo) para los insumos de la medicina privada, y ahora lo de Vicentín, con ese aroma a “125” que tan presente debe tener el Presidente.

La falta de estrategia, ese no saber qué hacer, transpira en muchos ámbitos de la administración. En la economía, todo parece subordinado a la resolución del problema de la deuda. Tema que, vale decir, también fue mal manejado pues el default ocurrió, aunque Cafiero hable de él en tiempo futuro. Pero, a la vez, tema muy sobrevalorado, pues aunque sea imprescindible para evitar males mayores, no aporta soluciones para la recesión, la inflación y la pobreza.

También transpira improvisación el manejo de la cuestión sanitaria, limitada a sucesivas extensiones de una cuarentena cada vez más permeable. Así lo manifiesta el desafiante aumento de la circulación de ciudadanos que, angustiados por penurias económicas y a la luz de las escuetas cifras de contagios y muertes, cada vez la sienten menos tolerable. El Gobierno no tiene un plan para salir de la cuarentena, y menos aún para salir del desastre económico que la cuarentena produjo.

Quien sí tiene una estrategia clara es Cristina Kirchner. Ella imaginó a un Alberto Fernández de transición, que acomodara la herencia de Macri, le permitiera ganar con holgura las legislativas de 2021 y le allanara el camino para lanzarse con confianza, ella o algún delfín por ella elegido, a las presidenciales de 2023.

Pero la estrategia no contaba con que sus dos principales mascarones de proa, Alberto Fernández y Axel Kicillof, estuvieran tan poco preparados para la misión y pusieran en riesgo la meta. Por eso se inmiscuye cada día más en la gestión, a veces también ella de manera improvisada. Lo que quizás no perciba la Vicepresidente es que la gestión empeora a medida que crece su influencia. Como en el affaire Vicentín. Un asunto que no sólo suma incertidumbre a la economía y la negociación de la deuda, sino también a la estrategia política.
Fuente: El Entre Ríos

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