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David Flier es el autor del artículo publicado en la web de Redacción, un proyecto de “periodismo humano que busca reconectar las audiencias y promueve la participación para lograr un impacto positivo en la sociedad”, tal como se autodefine lo que inició el periodista Chani Guyot.

A continuación, El Entre Ríos reproduce el artículo:

Funciona en Concordia y se levantó con materiales de la zona y con un diseño que aprovecha la energía de la naturaleza. La usa una escuela que apuesta fuerte a la educación ambiental y emocional. El proyecto se concretó junto a una ONG uruguaya, un estudio de arquitectura y la municipalidad, entre otras organizaciones, y afirman sus directivos que tanto el modelo educativo como la construcción son replicables.

Hace cinco años, nacía en Concordia Luz del Ibirá, una asociación civil sin fines de lucro que se dedica a la educación ambiental de distintas maneras. Por ejemplo, mediante una feria internacional, Eco Ciencia Concordia, que convoca a instituciones educativas a presentar proyectos y que ya lleva cinco ediciones. O con talleres que brinda en convenio con la municipalidad u otras organizaciones. O gracias a proyectos de conservación de áreas naturales. Y, desde hace dos años, a través de la Escuela de Formación Agroecológica (ESFA), la primera secundaria con orientación en agroecología y conservación.

La ESFA apuesta a un modelo que revincule a estudiantes con la naturaleza y que, a la vez, considere el factor emocional como una piedra angular en la educación. La ESFA, que hoy cuenta con 35 estudiantes y está en proceso de ser reconocida por el Consejo de Educación de Entre Ríos, funcionaba hasta hace pocas semanas únicamente en una casa de la ciudad de Concordia.

“El marco ideal para este tipo de educación lo da un aula sustentable, en contacto, especialmente, con entornos naturales, donde lo verde, lo natural, sea revalorizado”, dice Mariana Acosta. Ella es directora pedagógica de la escuela, docente de Biología y brinda talleres para personas mayores sobre silvestres comestibles, como parte de las actividades de Luz del Ibirá.

Acosta no habla de un aula sustentable como quien sueña una meta distante: esa aula ya existe y fue inaugurada a principios de octubre en la zona del perilago de Salto Grande, en las afueras de Concordia, cerca del límite con Uruguay.

En concreto, se trata de un aula de construcción sustentable porque aprovecha materiales locales y hace un uso eficiente de los recursos naturales de la zona. Y que aprovecha el marco inmejorable en el que está emplazada (“es un lugar impactante”, dice Acosta) para la educación ambiental en contacto con la naturaleza.
La energía de la naturaleza
Educación y sustentabilidad son los ejes de trabajo de Tagma, una asociación civil de Uruguay dedicada a desarrollar proyectos innovadores. Tagma impulsa iniciativas de escuelas sustentables en la región. Abrió una en Jaureguiberry, Canelones, la primera en su tipo en Latinoamérica, otra en Mar Chiquita, Córdoba (Argentina), y una más en Lo Zárate, Valparaíso (Chile). Además de escuelas, apoya la construcción de aulas sustentables. Hay dos en Uruguay y para la primera en la Argentina eligió trabajar con Luz del Ibirá.

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Se contó con el trabajo y apoyo de distintas organizaciones, incluido el municipio local. El diseño fue concebido en un taller de diseño participativo de la escuela y llevado adelante por el estudio de arquitectura a77.

En línea con la metodología de Tagma, a los profesionales de la construcción se les sumaron voluntarios de distintos puntos del país para levantar el aula, un proceso que tomó veinte días. Los voluntarios surgieron de una convocatoria pública y luego hubo una selección, según cuenta la web oficial de a77. Esto fue así porque en iniciativas de este tipo se considera “el factor humano y la cooperación como el pilar de los principios de la sustentabilidad”.

“El aula está construida principalmente con materiales naturales y del entorno. En Concordia este material es la madera del eucalipto”, describe Acosta. Y detalla: “Es innovadora en el diseño por la orientación bioclimática, con juego de sol y sombras que permite tener temperatura agradable adentro. También tiene un juego de ventilación cruzada desde el entrepiso”.

Sobre los materiales, a77 detalla que además de machimbre de eucalipto se usó “adobe aplicado sobre una estructura de quincha y revocado con tierra”. En su web, el estudio explica que “el cerramiento de la cubierta está concebido con paneles térmicos de 80 mm de espesor de altísima eficiencia térmica” y que “el espacio interior del aula tiene un entrepiso de 2 por 3 metros que sirve para alojar un telescopio. Dicha área de observatorio astronómico cuenta con grandes ventanales corredizos. Debajo del entrepiso, en planta baja, se alojan los dispositivos educativos que son módulos rodantes que permiten diferentes formas de uso y que fueron diseñados específicamente por el equipo de Tagma con la comunidad para cumplir con las tareas pedagógicas, de investigación y de divulgación que la escuela tiene como objetivo”.

El aula está diseñada para recolectar y almacenar con tanques cisternas el agua de lluvia y hasta el rocío. Este agua hoy se usa para regar árboles nativos y para la huerta que la escuela desarrolló en la zona. Además, se toma energía solar gracias a un panel. “Este diseño aprovecha la energía de la naturaleza”, resume Acosta.

“Los seres vivos del planeta viven en ambientes creados por ellos de manera natural. Nosotros vivimos en ambientes aislados de la naturaleza, pero deberíamos convivir en ella”, opina Acosta, quien también es autora del libro Silvestres comestibles de la A a la Z.

El aula sustentable está a unos 500 metros de la represa de Salto Grande, sobre la costa del río Uruguay. Y en medio de un espacio verde que invita a conectar y aprender de la naturaleza: el trabajo en la huerta y el senderismo son algunas de las actividades prácticas. Las clases teóricas se dan dentro del aula o en unas gradas que hay afuera del aula que forman una especie de anfiteatro.

Actualmente se desarrollan este tipo de actividades y otras como campamentos. Para el año que viene, los dos cursos que componen la escuela tendrán regularmente sus clases presenciales ahí.

El perilago de Salto Grande es un predio administrado por la Corporación de Desarrollo de Salto Grande (Codesal), organismo público del Gobierno de Entre Ríos. Su presidente José Luis Rodríguez cuenta que “fortalecer la educación y concientización sobre el cuidado de nuestros recursos naturales se ha convertido en un eje de gestión”. Y agrega: “Hace tiempo que venimos trabajando para declarar reserva natural toda la zona, por eso cuando desde Luz del Ibirá nos convocaron para sumarnos al proyecto del aula, fue un desafío muy importante. Esperamos continuar trabajando juntos en este camino”.
Educación emocional y ambiental
“Los chicos de esta escuela han buscado una alternativa diferente, en contacto con la naturaleza y con una fuerte apuesta a la educación emocional. Queremos volver la educación más amorosa. Muchos de los estudiantes han tenido problemas para adaptarse al sistema formal. Y entendemos que su aprendizaje necesita otro tipo de pedagogía”, reflexiona Acosta, quien destaca que la escuela se ha posicionado en la ciudad como una institución “transformativa” y que uno de sus referentes es el pedagogo italiano Francisco Tonucci.

“Hoy, la enseñanza tradicional tiene muchos inconvenientes. Muchos chicos sufren el hecho de mantenerse por años bajo un sistema de evaluación. Sobre todo, hablo de estudiantes con vulnerabilidades (entendidas en el sentido pedagógico), que necesitan un espacio emocional para aprender. Somos una escuela con esa alternativa. Y esto, por supuesto, es replicable”, sostiene la directora pedagógica.
Fuente: David Flier para Redacción.

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