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La foto de Brenda, en un cuadro sobre el mostrador
La foto de Brenda, en un cuadro sobre el mostrador
La foto de Brenda, en un cuadro sobre el mostrador
La mamá y el hermano de Brenda Rojas, quien murió en un accidente en ruta 20, se hicieron cargo de la pastelería que la joven estaba a punto de inaugurar cuando el destino le jugó una cruel pasada que le costó la vida.

Desde el local ubicado en calle San Martín al 631, en pleno centro de Gualeguaychú, Silvia y Francisco contaron como atraviesan este doloroso momento.
“Todo lo compró con sus ahorros”
Cuesta creer que Brenda con tan sólo 20 años montó tamaño emprendimiento, pero Silvia contó cómo lo hizo: “Todo lo que está acá lo compró con sus ahorros, vendía productos de una marca de cosméticos y era ‘líder de vendedores’, tenía a más de 50 vendedoras, y luego con la venta de tortas, compró todo esto”, relató su mamá, mientras mostraba la estantería, las heladeras, los hornos, las ollas (varias de ellas aun sin estrenar) e incluso la mesada que construyó en el lugar, que “estaba pelado” cuando lo alquiló.

“Cuando falleció le dije a Francisco qué hacemos con todo esto, él la ayudaba, y me dijo vamos a seguir mamá, están las recetas… y ahora él es el patrón y cocinero, hace los brownies, los cheesecake, todo lo más difícil lo hace él”, expresó Silvia con admiración hacia su hijo de 16 años, que tiene tatuado el nombre de su hermana en su piel y que aprendió a hacer las delicias que hacía ella.

La pasión de Brenda por la pastelería arrancó de chica. “Ella hacía bizcochuelos y los vendía en la escuela, y cuando terminó el secundario quería estudiar en el Instituto Argentino de Gastronomía, en Buenos Aires, el primer año no la pelé porque no podía, era muy caro, le dije por qué no estudias acá y me decía ‘acá me enseñan a hacer bizcochuelos, eso ya lo sé hacer’, pero al otro año dije si no le doy bolilla esta gurisa no estudia, así que estudió allá todo el año, íbamos todos los sábados”, contó Silvia, quien es directora de la escuela primaria de Pueblo Nuevo “Leopoldo Herrera”, actualmente de licencia pero pronta a volver, pese a que su hija le decía que se jubile y que la ayude en la pastelería, algo que ahora su mamá hace aunque por lo pronto sin dejar su vocación de docente.
Transformar el dolor en amor
“Brenda alquiló acá, yo me agarraba la cabeza, y en abril empezó… ella falleció el 24 (de junio) y el 5 (de julio) que era el día de su cumpleaños ella inauguraba. Había empezado con su habilitación y todo…”, relató.

Con respecto a la inauguración, aclaró que “aún no inauguramos, estamos vendiendo por las redes, ella dejó un plano en su teléfono, hay un blog de notas que dice ‘pendientes’, ella tiene todo ahí lo que le faltaba, por ejemplo, comprar cortinas, cartel, ella tenía todo armadito. Faltaban detalles y nosotros estamos tratando de terminarlos como ella quería”.

Acerca de cómo afronta este duro momento, Silvia confió que “se extraña mucho, ella era pólvora, y Francisco si bien es el más chico es el que más impronta parecida a ella tiene. A Bernardo le gustan los caballos, no le da mucha bolilla a esto, le hace mal… Yo primero trataba de no llorar, lo hacía cuando estaba sola…”.

“La extraño. Éramos muy compinches… es inentendible (…). Esto (la pastelería) yo no lo hubiera hecho ni loca, cuando me dijo lo que valía el alquiler… y sin embargo lo hizo, y se puede. La enseñanza es que se puede”, aseveró la docente, que ahora está “un poquito más firme. Cada vez que me subía al auto lloraba… ahora me dan algunos ataques, pero me gusta estar acá, en mi casa no quiero estar mucho, vengo acá y no sé qué tiene…”.

“Es bravo, no lo esperaba. Seguiremos hasta donde podamos. Su sueño era ser la mejor pastelera de todas, en todo quería ser la mejor, tenía su carácter… pero tenía bien claro lo que quería”, manifestó Silvia, que reveló el apodo que le pusieron a su hija: “Le decíamos San Cayetano, porque a todo el que pasaba la puerta lo ponía a trabajar, le cebaba mates y lo ponía a rellenar alfajores.
El dolor, la risa y el llanto
Ahora, a la pastelería la llevan adelante entre Silvia, Francisco y su novia, quien “perdió la vergüenza, antes no quería ni atender, y después que pasó lo de Brenda le dijo yo te voy ayudar, y ahora hace de todo, cocina, atiende, sacó recetas…”, valoró y añadió que “no es fácil hacer tanta variedad de cosas como ella hacía, ahora le vamos agarrando la mano, pero es un trabajo tremendo, no sé cómo hacía”.

“Me duele en el alma, quisiera que ella lo esté haciendo, con sus rezongos y todo. Un día vinimos con una picada para que coma y nos dijo no se piensen que esto es un picnic, acá las tortas no se pueden mezclar con otra comida… nos echó… a las amigas les hacía poner cofias, atendían a los cadetes así”, recordó con una sonrisa y afirmó que “a veces me pregunto qué hacemos acá… y es ella, ella quiso que estemos acá”.

“El primer día que vine prendí la batidora y me cayó una cosa blanca por la cabeza… se me caían las lágrimas, y después me reía porque empecé a pensar que Brenda se está matando de risa de esto”, rememoró Silvia.
Fuente: El Día de Gualeguaychú.

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