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Este viernes, en la edición digital del diario La Nación, la “señorita heart” publicó la historia de dos entrerrianos que creyeron que su amor sería imposible. Se encontraron cuando eran adolescentes, sus padres no querían que estuvieran juntos y, después de un tiempo de relación, no volvieron a verse ni a saber del otro. 15 años más tarde volvieron a encontrarse para no separarse más.

El sonido de su voz era lo más hermoso que había experimentado en la vida. Al escucharlo, Yanina sintió que su corazón le había comenzado a latir de manera extraña. El tiempo se detuvo y a su alrededor todo había desaparecido, solo quedaba él. Nunca había sentido nada semejante, su alma se había inundado de amor y en ella emergió una única certeza: estaba enamorada.

"Es el chico más especial del mundo", pensó Yanina para sus adentros en un estado de exquisita felicidad y sin saber que un muro de imposibilidades crecería entre ellos.
Un amor secreto
Él era de Concordia y ella de Paraná. Ambos, y siguiendo la tradición familiar, asistían a la iglesia evangélica y se cruzaban en ciertos encuentros. Al poco tiempo, él también distinguió su presencia, percibió la intensa química y se hizo eco de ella. Por entonces, tenían dieciséis años y se enamoraron perdidamente; sentían que estaban ante un mundo de sensaciones mágicas y nuevas, y que en él habían forjado un amor indestructible. "Estábamos tocando el cielo con las manos y, sin embargo, todo colapsó. Mi padre era muy estricto y me prohibió la relación. No fue aprobada, porque nosotros éramos de iglesias evangélicas muy distintas y mi papá consideraba que esas diferencias eran irreconciliables", recuerda Yanina con profunda emoción.

El derrumbe del lazo, sin embargo, no llegó de inmediato ni con la prohibición. La joven pareja mantuvo su relación durante dos años a escondidas. La familia de Yanina tenía vínculos muy cercanos en Concordia y los fines de semana ella aprovechaba los viajes familiares para ver a su amado en secreto. A veces, esperaban dos o tres semanas para verse tan solo por unos minutos; otras, él esperaba tardes enteras en la plaza, pero ella no podía llegar. Y los días de lluvia eran los más tristes, porque ella no podía salir. "Hasta hace un tiempo con la lluvia me invadía una angustia terrible, porque me recordaba a esos días", cuenta ella. "Sin embargo, los encuentros que se concretaban eran bellísimos. Cada vez que nos veíamos proyectábamos nuestro futuro. Soñábamos con casarnos cuando fuéramos mayores de edad", recuerda.
La esperanza de libertad
A pesar de las grandes esperanzas, cuando Yanina cumplió los dieciocho y terminó el colegio, todo empeoró. Su situación familiar entró en su mayor crisis, tornándose sencillamente fea. "Me tenían muy controlada, pero tomé coraje y decidí irme a estudiar a Buenos Aires pensando que allá, con más libertad, podríamos llevar adelante la relación sin restricciones, aunque fuese a la distancia", rememora Yanina con nostalgia en la mirada.

Sin embargo, a pesar de sus ilusiones, las malas intenciones cobraron fuerza. Lo cierto es que eran muy jóvenes aún, muy influenciables, sensibles y les quedaba mucho por aprender. La distancia y ciertos vínculos cercanos entretejieron argumentos para alejarse. "Por un lado se me acercaron personas que estaban instruidas por mi entorno para convencerme de que debía apartarme de él y, por el otro, había una chica interesada en mi enamorado. Ella y sus allegados de la iglesia comenzaron a decirle, en nombre de Dios, que yo no era la indicada para él", revela Yanina.
A los seis meses se separaron. Ambos intentaron rehacer sus vidas y olvidarse de lo vivido para siempre.
El amor fue más fuerte
Transcurrieron quince años hasta que un día lo inesperado ocurrió y sus caminos se volvieron a cruzar. Sin que ninguno lo supiera se habían mudado a pocos kilómetros de distancia, y en aquel encuentro milagroso sintieron una vez más como si la tierra se hubiera detenido.

"¡Había pasado tanto tiempo! Tanta vida, que yo ya no estaba segura de lo que sentía. Me estaba divorciando y él estaba solo", relata ella pensativa, "Lo cierto es que nunca había pensado que fuera posible volver a vernos y lo que me sucedió en ese instante es que tuve unas ganas increíbles de abrazarlo, volver todos esos años atrás y tener dieciséis de nuevo".

Ya maduros y fortalecidos, decidieron que había llegado su hora, aquella que les indicaba que debían apostar por ellos. "La primera vez que volvimos juntos a Concordia lloramos juntos. Todas las emociones afloraron, era evidente que nunca habíamos superado todo lo que nos pasó", contó Yanina.

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"Hoy estamos casados y somos padres. ¡Nuestro sueño de aquellos años hecho realidad!", exclamó conmovida y agregó: "Como creyente, creo que Dios tiene algo planeado para nosotros, por más que las personas nos interpongamos en sus propósitos. Una y otra vez vuelven las señales y las oportunidades llegan, y esta experiencia me enseñó que hay que verlas y atenderlas. Aprendí a luchar hasta el final por aquello que sé que es bueno para mí y que anhelo con todas mis fuerzas, aunque nadie me apoye ni me crea, porque lo que se anhela con amor y con un corazón puro merece ser vivido. Cuando hay sinceridad, algún día aquello que soñamos llega".
Fuente: La Nación

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