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En veinte años el estado ha doblado su tamaño en relación al tamaño de la economía argentina. Lo que a principios de este siglo fue poco mas de 20%, hoy supera el 40%. Lo que explica el interés de los políticos por manejarlo y sobre todo manejar sus cajas. El estado es la empresa más grande del país y sus cajas se manejan de manera poco profesional, siendo generosos. Y nadie paga por incompetencia. Casi nunca por corrupción en el manejo de esos dineros públicos.

Tamaña herramienta de poder ha hecho que la profesión de político se haya vuelto atractiva como nunca antes. No son requisitos tener un buen curriculum, poder mostrar experiencia laboral, o haber ido al colegio o a la universidad. Alcanza con sumarse a la rosca política y si uno no es muy ducho para moverse al menos acercarse a alguien que lo sea. Después asaltar el estado, y hacer del mismo un botín no es tan difícil. Lamentablemente, ese es el último y único plan que hoy pueden mostrar, lejos de cualquier proyecto serio de país y de estado. Salvarse ellos mismos, punto.

Aunque es odioso hacer nombres, una organización como La Cámpora es un buen ejemplo de esta situación que se esta describiendo. Es un proyecto de poder, que consiste en ubicar en lugares estratégicos del estado a tanta gente de la agrupación como sea posible. La idea es acumular poder, no para transformar la sociedad y hacerla progresar sino para que los únicos y mezquinos intereses servidos sean los suyos.

En estos tiempos de pandemia y crisis económica, en el gobierno se rasgan las vestiduras y hablan permanentemente de todo el esfuerzo que hace el estado. Esfuerzo feroz financiado por más impuestos, obtenidos exprimiendo un sector privado que está en la ruina económica, o en su defecto por emisión espuria de dinero. Avalancha de billetes que tiene su correlato en grandes números de inflación, inflación que sufren sobre todo los más pobres , quienes por lo general no tienen ningún empleo formal y muchas veces ni siquiera un plan social del estado.

La contracara de los más postergados son los empleados públicos, nacionales, provinciales o municipales, con la clase política en su cima. Cobran todos a fin de mes, llueve o truene, no pagan ningún impuesto, y encima ahora ya llevan más de un año trabajando a media máquina. O no trabajando en absoluto.

Desde el presidente para abajo no se les mueve un músculo de la cara cuando se les pide que hagan algún sacrificio y se niegan. Se le han sugerido formas varias de colaboración, pero la única posible es que en el estado todos se bajen el sueldo, todo en su justa proporción, claro. Desde el presidente para abajo. Ese debe ser lisa y llanamente su aporte, el cual si es temporario o permanente se podrá dirimir en el tiempo una vez que las cosas mejoren.

Mientras tanto, quienes han cooptado el estado y controlan sus cajas ni siquiera hacen bien su trabajo. No compraron vacunas, producto de una supina inoperancia, dinamitaron la economía con cierres demasiado prolongados e inútiles, y para peor de males se dedicaron a pisotear todos nuestros derechos individuales.

Desde aquellos con cargos políticos hacia abajo, todos en el escalafón del estado tiene que hacer su aporte para sacar esto adelante. Todos quienes trabajamos en el sector privado ya hemos el nuestro , pagando mas impuestos, perdiendo el empleo, o cerrando nuestras empresas, la gran mayoría pymes sin remedio. Cualquier medida en ese sentido seria una bocanada de confianza y compromiso que nos podría hacer pensar que de esta se sale, y se sale bien. Sin sacrifico colectivo nos espera solo más dolor, debacle, postergación, y una incertidumbre que tal vez ni siquiera la próximas elección presidencial, dentro de poco más de dos años, logre disipar.

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