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Al titular de esa manera la presente nota editorial, vienen a cuento una de las ingeniosas “ocurrencias” del primer Perón, mechada en uno de esos largos discursos dirigidos en clásicos actos multitudinarios, a sus seguidores.

La “ocurrencia” a la que en esta oportunidad nos referimos, fue una que puso de manifiesto, cuando en una situación de dificultades económicas que atravesaba nuestro país -- las que claro está, no tenía ni remotamente algún punto de comparación con las que actualmente vivimos-- vino, como forma de tratar de restar importancia a la escasez de divisas, o sea de “monedas extranjeras fuertes” que entonces también se daba; a preguntar a la muchedumbre allí reunida, si alguno de ellos había visto en alguna ocasión un dólar”.

Y si indicamos que esa pregunta era una forma de amenguar la preocupación colectiva ante esa escasez, era en cuanto, con su habilidad dialéctica característica, venía a querer implícitamente señalar, que si ninguno de los presentes había visto en ocasión alguna un billete de esa moneda, ello significaba que las dificultades gubernamentales de hacerse con ellos, no tenía ninguna incidencia en la vida cotidiana de la población del país.

Desde ese momento hasta el actual, es mucha el agua que ha pasado bajo los puentes, y son una insignificante minoría quienes no han visto un billete de los que nos ocupa, sino que la gran mayoría de nosotros, no solo vive permanentemente atendido a las variaciones de su valor en el mercado paralelo de cambios, en el cual como se sabe se enseñorean los conocidos como “arbolitos”.

A lo que se agrega que también se da el caso la mayor parte de nosotros presumimos de ser expertos en economía, aunque sigan siendo pocos los que lo sean de verdad.

Mientras tanto, en la actualidad, tal como se señalaba en el título se hace presente la existencia de una inusitada preocupación por parte de determinados grupos de la sociedad civil por conocer los “organigramas” de determinados organismos públicos.

Es así como se asiste a verdaderos conflictos entre quienes tienen a cargo los mismos y los requerimientos insistentes de aquellos grupos que exigen contar con esa información. Algo que se engloba dentro de un estado de cosas más amplio, ya que existe un persistente esfuerzo por parte de determinados funcionarios en retacear la información, sobre todo en aquellas que de una manera directa o indirecta están vinculadas con el manejo de los recursos públicos.

Se haría presente aquí de un interrogante parecido al que se mencionaba al principio, el cual esta vez consistiría en que cuál “es el interés de conocer un organigrama, si poco y nada es siquiera los que saben acerca de qué tratan, y los datos que de ellos pueden ser extraídos, pueden conocerse por otros medios”.

Frente a posturas de este tipo por parte de funcionarios encargados de suministrar este tipo de información, corresponde señalar que según fuentes especializadas – en lo que sigue, partimos de una de ellas- un organigrama no es sino la representación gráfica de la estructura orgánica de una empresa u organización, que refleja en forma esquemática la posición de las áreas que la integran, sus niveles jerárquicos, líneas de autoridad y de asesoría.

Y que a la vez entre ellos, para el hombre cualquiera son de interés los organigramas denominados “informativos”, cuales son los que se diseñan con el objetivo de ser puestos a disposición de todo público, es decir, como información accesible a personas no especializadas. Por ello, solo deben expresar las partes o unidades del modelo y sus relaciones de líneas y unidades asesoras, y ser graficados a nivel general cuando se trate de organizaciones de ciertas dimensiones.

A pesar de ello, resultaría de interés público que a través de la red digital se estuviera en condiciones de acceder a un “organigrama analítico”. Cual es el que tiene por finalidad el análisis de determinados aspectos del comportamiento organizacional, como también de cierto tipo de información que presentada en un organigrama permite la ventaja de la visión macro o global de la misma, tales son los casos de análisis de un presupuesto, de la distribución de la planta de personal, de determinadas partidas de gastos, de remuneraciones, de relaciones informales.

En definitiva, con la elaboración y acceso a esa clase de documentos, no se hace sino cumplir con ese mandamiento, que se puede asociar al nacimiento de nuestra patria, cual es que “el pueblo quiere saber de qué se trata”.

Algo que en nuestro caso específico, y estando por circunstancias de público conocimiento la impresión de la existencia de la administración estatal de infinidad de manejos en los puede presumirse que la corrupción está presente, cabría enmendar ese mandamiento señalando que “el pueblo quiere saber en qué se gasta su plata, o sea la de los contribuyentes”.

Por lo demás, aunque las cosas no fueran de esa manera, contar con organigramas del tipo indicado, nos permitiría que tomen estado público los ribetes, hasta en muchos casos verdaderamente escandalosos, que alcanza “la empleomanía gubernamental” entre nosotros.

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