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El despido de un grupo de trabajadores de una empresa dedicada a la fabricación de muebles en Villa Elisa, es una muestra indirecta, no solo de la situación crítica que en el momento actual atraviesan las pequeñas empresas –algo que no significa que a las de mayores dimensiones les vaya mucho mejor en innumerables casos- sino de los problemas que aquejan a los aserraderos de la costa del Uruguay de nuestra provincia, dedicados al aserraje de rollizos de eucalipto.

Se trata de un estado de cosas preocupante, si se tiene en cuenta la cantidad de capital que está en juego, y además en momentos como los actuales la amenaza, que es en muchísimos casos más que eso, que enfrentan los trabajadores y una infinidad de empresas ajenas a la actividad, pero profundamente imbricadas con ella.

A esta situación se ha arribado por la sumatoria de una infinidad de factores que convergen en un escenario complejo. Se debe así tener en cuenta primero – aunque no es precisamente el importante - un factor que cabría considerar como coyuntural cual es la intensa y sostenida lluvia que virtualmente ha colocado en una condición de paro forzoso a los trabajadores de los montes en el que obtienen los rollizos, lo que como consecuencia provoca la paralización de los camiones encargados de su transporte a los aserraderos, independientemente de las dificultades más o menos permanente que las empresas transportistas sufren para realizar el acarreo, como consecuencia de estado de los caminos de acceso a las plantaciones.

La consecuencia es obvia y no consiste en otra cosa que la carencia en los aserraderos de rollizos para aserrar.

A ello se debe agregar otra causa también coyuntural, pero en este caso de duración incierta, por más que es de esperar que sea lo más corta posible, cual es la profunda caída que registran los niveles de la construcción, sobre todo en el caso de las empras dedicadas a la construcción de distintos tipos de viviendas privadas, cuya demanda tiene una crucial importancia para este tipo de producción.

Como si lo expuesto fuera poco, a ello se debe agregar una presión impositiva que cabe considerar excesiva por no decir insoportable, la erogación que significan los costos laborales, que representan un monto que se aproxima al doble del importe de la masa salarial que reciben los trabajadores no solo de esta actividad, ya que se trata de un estado de cosas generalizado, y para no hacer más larga la enumeración, hacer referencia al elevado costo de la energía eléctrica, abultado como está su costo específico, por una sumatoria de impuestos que se incluyen y que surgen de una manera ostensible de las facturas en ese concepto recibidas.

Mientras tanto, en el caso específico de la industria provincial del mueble, según se nos ha informado, se da la presencia de una circunstancias más, cual es la “desventaja comparativa” de las empresas locales del rubro frente a las radicadas en otras zonas, la ventaja comparativa dice que un país debe especializarse en las actividades donde más beneficios tiene, que no quiere decir especializarse en todo lo que hacen otros limitantes del cono urbano capitalino. Ámbito donde en el proceso productivo se hace presente el empleo que utiliza la mano de obra de trabajadores informales, cuya jornada laboral se prolonga sin variantes del precio por el trabajo realizado durante muchas horas más, a lo que se suma la duración de tiempo retaceado de las vacaciones que se le otorgan.

Miradas las cosas desde una perspectiva inversa de una “ventaja comparativa”, inconcebible en los países que funcionan cumpliendo con todas las exigencias en la materia. Es que en la terminología económica se entiende como “ventaja comparativa” aquéllas que tienen que ver sobre todo con la “competitividad” de la actividad empresarial, resultado entre otras cosas de la actualización tecnológica permanente, de la calidad de su fuerza laboral, y de la presencia de “externalidades” como es el caso del costo del transporte y del aligeramiento por parte del estado de la mayor parte del “papeleo”, que como se sabe complica la puesta en marcha y la subsistencia de cualquier actividad productiva.

Pero si bien no es difícil de entenderlo, lo es de digerir, que entre esa ventajas se encuentre “la evasión fiscal”, promovida por el Estado de una manera indirecta, como consecuencia ya de de su falta de capacidad, ya por su negligencia. Algo que conviene saber: no es el caso aludido el único que se da entre nosotros.

A su vez, debemos señalar que se escuchan quejas vinculadas al hecho que en otros ámbitos de la actividad económica, se implementan medidas diversas –independientemente del exitoso resultado de su aplicación- como son la de reducir o posponer el monto de los impuestos a pagar, o el otorgamiento de lo que se conoce como “créditos blandos”, atentos a sus plazos y su tasa de interés, en ese tipo de medidas de “emergencia económica”. Medidas que nunca han estado dirigidas especialmente a la actividad que nos ocupa.

Cierto es que ha sido una tradición en nuestro país, el prestar una atención especial a la promoción de la actividad forestal, a través de la implementación de una serie de acciones, cuyos resultados cabe considerar a ojos vista como exitosos, pero ese tipo de incentivo no se hace presente en el sector maderero. Donde, para dar un ejemplo, existe un “nicho”, en el que no se termina de arrancar, cual es incentivar la construcción de viviendas familiares, partiendo de la utilización como insumo básico de la madera.

Como se ve todo viene complicado. Pero la vida nunca ha sido fácil y los que dicen lo contrario mienten o en realidad se han mantenido siempre al margen de todo. Hay tanto que hacer en tantas áreas, sin olvidar…las cuitas de los madereros.

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