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Ana Escobar tiene 29 años, es de Gualeguaychú, pero vive en Cracovia, Polonia. Junto a Adrián Luppi, bailarín de Tandil, quien es su pareja en el tango y en la vida, contaron su experiencia. Anita comentó que lleva 12 años de aprendizaje en el mundo del tango, varios de ellos en Buenos Aires. En “principio bailaba en forma independiente, hasta que lo conocí a Adrián. Él estaba en Madrid y yo en Polonia”, detalló la bailarina entrerriana, que se inició en la escuela de Nina Fuentes.

“Coincidimos en un trabajo en Cracovia, nos conocimos en una milonga, bailamos, pasamos a ser pareja de baile primero, y de vida después”, relató.

Adrián mencionó que vivían “en dos países totalmente diferentes el uno del otro”. Dijo que los españoles son “parecidos a nosotros, no así los polacos. Finalmente nos instalamos en Polonia en lo que iba a ser una experiencia de unos meses y ya llevamos más de un año trabajando y dando clases”.

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Ana destacó que de “pronto tuvimos que empezar a aprender polaco, y si bien en las clases nos manejábamos con el inglés, algunos trabajos son en polaco”. También destaca que hubo que “adaptarse a su cultura, muy diferente a la argentina, con el detalle que ellos quieren aprender de la nuestra”.

Dijo que la polaca es una sociedad diferente, donde las personas se saludan con la mano, no con un “abrazo o un beso como estamos acostumbrados”. Es así que costó un poco dar los primeros pasos en el tango. Sin embargo, con el correr de los días, se fueron “haciendo tangueros, se acostumbraron al abrazo y hoy son un poco argentinos”. Acotó que además de tango, también hacen folklore.

Ana comenzó en el mundo del 2x4 a los 17 años en un “mundo en el que predominaba la gente mayor, algo que fue cambiando con el correr del tiempo, y hoy estamos viendo gente inclusive menor a los 17 años”.

Detalló que le gusta ver a los chicos “bailando tango, folklore y no reggaetón con letras poco interesantes, cuando tenemos nuestros bailes, que en el caso del tango tiene mucha literatura, poesía, historia”.

Reconoció que el tango, como todo, va “cambiando las interpretaciones, pero siempre se va representando la época”.
Mucho más que una danza
Estudió en el club “La Viruta”, donde “participan 50 personas por clase en Buenos Aires. Fue a perfeccionarse luego de haberse iniciado en el ballet en el Instituto de Nina Fuentes.

Contó que cuando tomó la experiencia del tango se dio cuenta que “no se trataba simplemente de una danza. Es mucho más que eso, una forma de vida, algo social que me atrapó. Y una vez que estás en esto, te atrapa y no salís”.

Se califica como una “bailarina emocional”. Cuando adolescente escuche, en la Asociación Musical, cantar a Mario Gebhart -tanguero de la ciudad- “Amor desolado”, dije “tengo que bailar esto porque las letras del tango son increíbles. No son historias tristes, depresivas cómo se las quiere definir, todo lo contrario, tienen mucha vida”.

También se define como una “bailarina social que va a las milongas y baila, no de espectáculo”. Acotó que baila con “todos y lo hago como cualquier otra persona, además en el tango no importa la edad. Se dice que se tiene que contar con cierta elasticidad, ser joven, conceptos que no son verdaderos, porque para el tango no hay edad”.

El tango se ha ido aggiornando a los tiempos que corren y hoy “se puede bailar en cualquier lado de zapatillas, como un tango urbano, algo más social, algo que no se veía”.

Remarcó que el tango tiene un plus y es que se “puede entender la letra y a la vez conocer nuestra historia, el lunfardo y estoy más que segura de que el tango va a crecer en Gualeguaychú”.
Fuente: Diario El Día

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