-Me parece que él es más famoso, je. Pero bueno, lo hizo sin intención y después se sintió un poco mal por eso: tenía cara de "qué macana me mandé", pero es entendible. No le dije nada para que no se sintiera mal. Es un chico que lo hizo de inconsciente nomás. ¡Cuando lo vi, me quería morir! Porque era un regalo para ‘Pity’ en su despedida y se dio esa situación. El tema es que mi nene es muy pasional con el fútbol.
-Pero le quedó el mejor recuerdo igual, no se lo olvida más.
-Eso sin dudas (risas).
-¿Juega mejor el padre o el hijo?
-Yo creo que él va a ser mejor, va a ser un buen jugador. Juega de volante, medio delantero. O sea, tiene características distintas a las mías. -¿Decís que es más habilidoso que vos?
-Sí, es diferente.
-¿Lo seguís mucho en su día a día con la pelota?
-Trato de ir a verlo cada vez que puedo, siempre deseo que se divierta jugando al fútbol y que haga amigos. Eso es lo más importante. Está en una escuelita en La Plata que se llama 12 de Septiembre y disfruta mucho de estar ahí.
-¿El día de mañana lo ves en River?
-Él decidirá lo que quiera hacer. Por ahora, solo quiero que disfrute y que la pase bien.
Sonríe el jugador oriundo de María Grande en el comienzo de la charla con Olé. Y no sólo al recordar la picardía de su hijo, sino también al reparar en la revancha que le dio el fútbol. Esta Libertadores, de hecho, fue un premio doble para él. Primero, porque le permitió ser parte de un hecho irrepetible y, segundo, porque en lo personal no le fue fácil el camino. Muchas veces en el ojo de la tormenta y con vaivenes futbolísticos que se traducían en críticas por parte de los hinchas, Casco siempre se vio obligado a jugar contra el rival y contra la tribuna.