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El exfuncionario provincial condenado por delitos de corrupción Hugo Righelato rompió el silencio en una entrevista con el programa Cuestión de Fondo (Canal 9 Litoral), donde recordó su año y ocho meses en la Unidad Penal, la violencia del sistema penitenciario y el abandono a él y su familia por parte de quienes consideraba “compañeros”. Pese a haber confesado en un juicio abreviado, Righelato sostiene que no cometió delitos ni que es un coimero, pero que prefirió evitar las presiones sobre su familia. Además, aseguró que en el Estado nadie hace nada sin el conocimiento de su superior, regla que vale para la corrupción y también en las irregularidades por las que lo condenaron.

-¿Cuántos años estuvo cumpliendo la pena en la cárcel?

-En la Unidad Penal estuve un año y ocho meses. En realidad, al momento de dictarse la sentencia el juez dice “usted en tres meses tendría que estar saliendo porque estuvo cinco meses con prisión domiciliaria; cumpliría los ocho y estaría afuera”. Bueno, no fue así. Aparentemente lo que expresa la Ley no está expresado en la realidad cotidiana del cumplimiento de las penas.

-¿Qué le pasó cuando usted llegó a la cárcel? ¿Cómo se preparó para ese momento y cómo lo vivió?

-En realidad, uno después de haber pasado muchas instancias previas, llega un momento que dice “Bueno, voy a la Unidad Penal y puedo descansar”. Así fue. Pude descansar, por lo menos dormir, evadirme un poquito, y así fue, aunque no fue así al principio. Llegué de noche, me recibió una guardia la primera vez. La segunda instancia ya había ido, así que ya conocía toda la metodología. Llego a la noche, esa primera vez, con una custodia policial que me baja, me recibe la guardia de la Unidad Penal y me hace parar contra un paredón. El jefe de Guardia pasó y me dijo “No mires para ningún lado”, me tomó la cabeza y me la pegó contra la pared. Esa fue la bienvenida. Me desmayó por el golpe. Después me llevaron a enfermería y la médica me dice “es estrés”. Son situaciones que uno vive, uno lo asume. Es una metodología de ese momento, aunque posteriormente hubo cambios que mejoraron un poquito. De cualquier manera, el primer día dormí en una celda en el piso, se escuchaban hasta las ratas. Al día siguiente me llevaron al pabellón. Te hacen desnudar delante de todas las guardias. Cinco días seguidos tuve que ir y desnudarme delante de las guardias.

-Todos sabían que usted no estaba allí por un crimen, sino un delito de corrupción.

-Estimo que sí, lo que pasa es que su forma de actuar es con todos iguales. Al acceder, en esa condición ya de privado de la libertad, uno pierde muchos derechos, hasta para protestar, y ni siquiera conviene protestar. Posteriormente me llevaron a un pabellón, donde conviví inicialmente durante tres meses, y después obtuve la preventiva domiciliaria, estuve cinco meses. Posteriormente, cuando decido hacer el juicio abreviado, ahí sí fue exactamente lo mismo. De cualquier manera, el procedimiento fue distinto. Fui de día, a mí ya me conocían, ya sabían quién era, entonces fue un recibimiento distinto. Si bien igual cinco días de ir a desvestirse delante del grupo de guardia, que habrán sido 15, 20 personas por día. Esto es muy fuerte. Es una denigración. Yo comprendo las cosas que han pasado más allá del tipo de causas, hay personas que no están preparadas para este tipo de cosas. Yo tampoco estaba preparado.

-¿Qué fue lo más duro y difícil que le pasó en ese año y ocho meses?

-Lo que uno tiene que saber es que está aislado, inicialmente las visitas pueden llegar a ser dos veces semanales, entonces tiene que programarse para esto. Leer mucho, logré después de varios meses poder salir a trabajar dentro del penal, trabajé en la construcción, pero no pasé escenas muy fuertes, como muchas veces se puede llegar a pensar en una cárcel. Yo por lo menos estaba en un sector donde no había muchas complicaciones. Era donde estaban expolicías y por delitos de corrupción… estaba con Vicente Bioletti, con Antonio Vitale, y muchas personas, después ingresaron la gente de los contratos. Después pasé a un sector con un poco más de libertad, que tenía un patio más amplio.

-Cuando ingresaron Juan Pablo Aguilera, Gustavo Mena o Alejandro Almada ¿le pidieron algún consejo o no?

-Conversamos de muchos temas, pero hay un código dentro de estos ambientes de que de las causas no se hablan. Cada uno tiene sus causas, su problemática, podemos hablar de la familia, de cualquier cosa, menos de las causas, con respecto a las causas jamás hablé con ellos. Sí estuve con Bilbao, con Mena, estuve compartiendo en el penal, pero ya con Aguilera no, que de entrada fue a un sector que estaba preparado para la recepción de los que recién ingresaron. En su momento, es donde se crea ese sector que uno no va directamente a un pabellón donde quizás puede correr un riesgo.

-Cuando llegó Aguilera, a través de su suegro Héctor "Pitín" Almada, llevaron mercadería, heladeras, cocina. Habrán revolucionado bastante esa zona.

-En cada pabellón los presos tienen su heladera, se les permite entrar. Pero sí, cuando entraron ellos por supuesto choca a la visual por ser la gente que era. Uno para entrar tiene que pasar meses.

-¿Y qué pasa con esos presos relacionados a la política que los reclusos saben que tienen algún patrimonio?, ¿les reclaman algo a ese nuevo recluso o no sucede así?

-No hay un reclamo directo, pero sí es un pedido, “conseguime cigarrillos”, es más para la supervivencia dentro del penal.

-¿Cuándo ingresó usted a la administración pública?

-Yo ingresé el 13 de diciembre de 1987, en el primer gobierno de Busti.

-O sea que los conoce a todos.

-Por supuesto.

-Usted fue militante del peronismo desde muy joven.

-Estuve en la junta electoral durante 16 años.

-¿Cuánto tiempo fue funcionario?

-Funcionario fui 14 años. En el gobierno de Montiel era empleado, cumplía funciones en Obras Sanitarias, y pude conseguir trabajar en el Enhosa y gestionar obras, en el segundo año del gobierno de Montiel.

-¿Cuánta gente de la clase política lo fue a ver en ese año y ocho meses en la cárcel?

-De la clase política yo recuerdo una sola persona, que fue José Carlos Ramos, exdiputado nacional del PJ y actual cónsul en Paraguay.

-¿Nadie más?

-Únicamente él.

-¿Cuánto le dolió que nadie más lo fuera a ver en todo ese tiempo?

-En el estado que uno vive, se da cuenta de que lo único que le queda ante cualquier adversidad es su familia. No quedan amigos. Hay algún amigo que me visitó, un amigo que es realmente un hermano que iba y me visitaba, Juan Feltes que murió hace poco, compañero mío, él iba y me acompañaba y se quedaba, comía conmigo fideos con manteca.

-Usted en Obras Sanitarias hacía muchos trabajos para gente del interior, tenía una relación muy fuerte con los intendentes. ¿Cuánto le dolió esa ausencia?

-Lo que sucede es que, en realidad, yo opté siempre en mi vida de no tener rencores, de no vivir con ningún rencor ni nada. Quien estuvo o no estuvo conmigo es problema de ellos y de su conciencia, si nadie me fue a ver no me dolió, porque me hubiera dolido que no fuera un hijo a visitarme, pero lo demás, en política uno sabe que tiene compañeros, hoy yo creo que el peronismo está olvidado de lo que es esa palabra, porque a las familias de los compañeros no se los abandona, pase lo que pase, y eso fue mi enseñanza desde chico. Al compañero que le pasó algo, bueno o malo, nuca se lo abandona, jamás. Así que asumí que quienes no se animaron a ir, o quienes no ofrecieron, aunque sea solidaridad con la familia no es un compañero, así que no me puede doler.

-Usted va juicio abreviado donde reconoce las imputaciones ¿por qué optó por eso y no esperó el juicio oral?, ¿o sintió que le habían soltado la mano desde el poder?

-En realidad, fue una decisión muy personal, muy conversada con mi familia, un periodista me preguntó “¿por qué no te defendés?” Puedo defenderme, pero la presión familiar y hasta persecución podría haber dicho que hasta el día de hoy existe, me llevó a aceptar lo que seguramente podía defender. Quizás todavía estaría en juicio, pero todavía estaría en tapas.

-Incidió su familia, específicamente.

-Sí, nada externo. Mi decisión fue conversada con mis familiares, con mi entorno, y decidí terminar con una situación que en estos casos políticos son muy duros, porque pasó algo, cualquier cosa, y aparecía el nombre de Righelato y de mi familia. Entonces opté por eso. Seguro que me podía defender, todos mis actos dentro de la administración pública eran supervisados por el Tribunal de Cuentas, pasaron tres veces por el TdeC, absolutamente todos, y si usted profundiza mi condena, no es ni por haber sido coimero, yo no tenía relaciones con empresas, directas de obras, que se podría decir que es lo fuerte de cualquier ente que ejecuta obras importantes. Me podía defender, todo estaba respaldado, pero el desgaste personal era más grande porque la presión que uno tiene, que uno mismo se admite, familiar, sobre todo, no vale la pena. A veces uno sacrifica. Yo camino por la calle tranquilo, nadie me recrimina nada. Puedo contar anécdotas: un día salgo del supermercado, una señora que no me acuerdo quién es, me dice “no sé lo que usted hizo, pero yo estoy agradecida porque a mi casa la tengo gracias a usted”. Así.

-Pero estamos hablando de que la justicia lo condena por hechos de corrupción, incluso le expropia dos viviendas. Usted era director, siempre había dos estructuras superiores ¿Considera que le soltaron la mano? ¿Le hubiera gustado que se investigara más para arriba?

-Hay algo dentro del Estado: absolutamente nadie hace nada si el superior no lo sabe.

-Usted quiere decir que cualquier irregularidad que se le imputó a usted, uno o dos superiores estaban en conocimiento.

-Por supuesto. Porque si bien lo que yo prestaba era un servicio de emergencia, si venían de una ciudad que no tenía agua, yo tenía que actuar inmediatamente. Tenía los elementos, pero todo trámite dentro de la administración pública demora de una semana y media a 15 días. Yo tenía que actuar inmediatamente. Yo no podía dejar dos días sin agua a una ciudad. No eran irregularidades, se hacían todos los procesos y se realizaba el trabajo sin antes tener la aprobación final. Todos sabían que era así. Nadie puede dejar sin agua por un proceso administrativo. Esta era la situación, que es lo que a mí más me acusan, de haber beneficiado a empresarios amigos, que en realidad no eran empresarios amigos porque en la provincia de Entre Ríos hay cuatro o cinco personas que pueden realizar un pozo de semejante magnitud y a todos se les daba trabajo de acuerdo a su disponibilidad. Y todo esto era conocido, porque yo no inventaba la emergencia. Me llamaban y me decían “en Tala falta agua”, me llamaban los superiores o me llamaban los intendentes. Y al otro día o a los dos o tres días estaba solucionado. Por supuesto que se sabe. De cualquier manera, esto es una cuestión personal poder tomar estas decisiones. Si yo hubiera pensado primero en todo lo que me podría haber acarreado, seguramente no lo hacía y mucha gente hubiera quedado sin agua por mucho tiempo. Estando yo en la cárcel, en la primera oportunidad, la ciudad de Gualeguaychú se quedó casi una semana sin agua. A mí no me hubiera ocurrido eso.

-La corrupción existe en el Estado, usted fue condenado por delitos de corrupción, ¿con esto usted está marcando que por allí quienes están en estamentos superiores participan de hechos de corrupción en una cadena donde usted era un eslabón y por allí les resulta muy difícil desterrar esas prácticas?

-No, porque no hay un hecho de corrupción, no hay un vaya y venga, un “te doy esta obra para que me des dinero”, puede ser una desprolijidad administrativa pero absolutamente a nadie le pedía que aporte absolutamente nada. Tengo una anécdota de no hace mucho. Uno de los poceros se encontró con el gobernador Bordet y le reclamó un pago de mi época. Le dice: “Es de la época de Righelato, pero yo le voy a decir una cosa: ese señor jamás me pidió un centavo para darme la obra”. Me lo contó personalmente. Yo en realidad dejé mi vida ahí, dejé 14 años de mi vida donde uno pierde muchas cosas por una convicción. Decidí hacer un juicio abreviado por el hecho de que las presiones familiares hay que preservarlas. Porque es lo único que nos queda en la vida, son los hijos y la familia, me lo demostró estando en una cárcel, y eso es lo que preservé.

-Pero usted en el juicio abreviado reconoce cosas por lo cual la Justicia incluso le expropia inmuebles al sostener que se incorporaron a su patrimonio de forma irregular ¿Qué respuesta tiene para eso? ¿A usted le fue bien económicamente porque era funcionario y a su vez trabajaba en la parte privada?

-Yo trabajaba para la parte privada con mis herramientas, con mi personal, pero aparte tengo toda una historia de trabajo. Yo no nací con la administración pública, trabajo desde los 19 años. Dentro del ofrecimiento que se me hace me dicen “tenés que entregar porque si no tenemos que comprobar si los pozos fueron concretados realmente y eso llevaba tiempo”. Yo no quise, no me importaba perder nada económicamente. En ese momento te importa tu tranquilidad y salir de una situación que jamás he vivido ni acostumbraba a vivirlo. Alguno hace mucho me dijo “fuiste un cagón”, capas que sí, pero yo vivo tranquilo.

-Usted menciona que todos sus actos fueron vistos por el Tribunal de Cuentas, un argumento que Urribarri y sus abogados insisten en remarcar ahora, pero el TdeC tiene estructura preparada y logística suficiente para comprobar estas situaciones de los pozos…

-Había un ingeniero que controlaba en los últimos años. Nosotros detectábamos la problemática, hacíamos un proyecto o una forma de trabajo, se hacía el presupuesto bien detallado con el detalle de la obra, se elevaba a la Secretaría, que tenía continuamente gente del TdeC que hizo observaciones, pero no eran observaciones que objetaban la contratación en sí. Y se salvaban. Regresaba ese expediente, se ejecutaba la obra y volvía a la Secretaría para ser auditada nuevamente por el TdeC.

-¿De qué vive usted ahora?

--Yo estoy jubilado, al haber entrado en el año 87 tenía la capacidad de poder jubilarme. Intenté trabajar dada mi experiencia con una empresa, tratando de dirigir algunas obras, pero fui vedado de eso. No por la Ley, sino una decisión de algunos funcionarios tanto municipales como provinciales que no querían que yo esté en las obras. No tengo acceso. Así que bueno, vivo de mi jubilación, hago algunos trabajos, tengo algunos proyectos.

-¿Se arrepiente de algo de lo que le pasó?

-Yo en mi vida no me puedo arrepentir de lo hecho, porque si lo hice en algún momento lo hice con una convicción, en toda mi vida. Así que no puedo arrepentirme de algo que no hice. Lo que sí, si me tocaría nuevamente no lo haría de la misma manera. No haría cosas que puedan llegar a comprometerme, sería más precavido y pensaría más en mí que en una necesidad.

-Después de estas ausencias que usted sintió en ese año y ocho meses en la cárcel, ¿salió y retomó alguna actividad vinculada al justicialismo o dijo “hasta acá llegué”?

-No, yo considero que la etapa ha finalizado, ya con mi edad creo que todo aquel político que no asuma que hay que permitir el traspasamiento generacional, no es así.

-Pero lo toma como una cuestión generacional, no porque se sintió defraudado.

-Sí, generacional. La defraudación o lo que yo pueda sentir es totalmente independiente, lo que sí siento es que hay que seguir realmente peleando por nuestra gente, seguir tratando de mejorar la calidad de vida. Cuando yo comencé a militar hace muchos años pensaba que se podía cambiar una realidad; después de 40, 45 años, me doy cuenta que estamos peor que antes, y bueno, sobre eso nunca hay que perder la esperanza de cambiarlo, si no ¿dónde estamos?
Fuente: Análisis Digital

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