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Hugo Plez (63) recuerda que en 1969 vivía en una “casita” que tenía un almacén de ramos generales con estación de servicio integrada. El negocio lo había iniciado su padre cerca de donde hoy está el desarmadero de maquinaria agrícola y se convirtió a lo largo de los años en la apuesta económica de la familia. El local, donde tienen maquinaria principalmente nueva, está ubicado sobre la ruta 12, a pocos kilómetros de San Benito, localidad entrerriana del área metropolitana de Paraná, y se ha transformado en una referencia de las autopartes agrícolas.

“Mi papá había hecho el local acá para poner la estación de servicio y el almacén de ramos generales, pero YPF en ese momento no permitía poner una estación de servicio a menos de 13 kilómetros. Había empezado la compra de materiales chatarra, le vendió a mi tío allá y se vino para acá. Hoy esas instalaciones -pensadas para la estación de servicio- son el salón de repuestos. Comenzó a salir a los campos, a comprar chatarra por kilo y llevaba a Rosario”, comenzó a relatar. Cuando Hugo cumplió 18 años, la familia compró un campo a 80 kilómetros, donde empezaron con la producción agropecuaria. Para entonces, la chatarra ya no era un negocio.

“Después compramos un pedacito más [de terreno]y teníamos muchos fardos para vender; salíamos a ofrecer por la zona de Santa Fe. En ese tiempo era muy caro el combustible. El precio de las naftas era el doble que el gasoil, y veíamos que la gente le sacaba los motores a las cosechadoras más viejas y se los ponía a las camionetas. Así comenzamos a comprar algunas máquinas viejas para comenzar a sacarle los fierros. Al principio, las cosechadoras las traíamos enganchadas, marcha atrás del camión, porque no había carretón ni nada”, describió.

De esta forma, comenzó a tener forma el desarmadero que hoy atiende la familia, y que en aquel momento quedaba alejada de la zona urbana. En ese lugar predominan las cosechadoras. “En 1989 hicimos el primer carretón de acoplado con mi hermano para traer las máquinas nosotros mismos”, contó. Un año después, en 1990 el padre de Hugo dejó el establecimiento a nombre de sus dos hijos, Hugo y Sergio, quienes se reinventaron, mientras hacían fletes y continuaban con el desarmadero.

“Recuerdo que en 2002 se comenzaron a quemar las máquinas más grandes, las más nuevas y desde entonces comenzaron a traer ese tipo de máquina a través de las compañías de seguro y comenzaron a venir de todo el país a comprar repuestos, porque no hay muchas personas que hagan este tipo de trabajo”, agregó.

El año pasado, la empresa pasó a ser SRL, ahora constituida por Andrea, Paola y Juan, sus hijos, y su esposa Raquel, quienes lo acompañan desde muy chicos en el negocio. “Ellos, desde chiquitos estuvieron siempre, los fines de semana salíamos a ver máquinas para tener durante la semana acá. A raíz de andar por todos lados, la gente se va enterando y se corre la bolilla del negocio”, dijo. En el negocio tienen principalmente repuestos de cosechadoras y en menor escala de tractores. “El secreto de un desarmadero es tener lo que se está usando, no máquinas viejas que ya no se usan”, explicó.

“Llegaban propuestas de camiones y vehículos para hacer este tipo de negocios. Nunca me gustó por los robos y los papeles. La clientela del sector agropecuario es distinta al del repuesto de autos y camiones. No te va a ofrecer una máquina que sea robada”, aseguró. Hugo prefiere el rubro agropecuario, porque “en el momento de cosecha”, estas máquinas tienen que estar 100% para trabajar. “Si la máquina se rompe hoy, tiene que estar, ya sea fin de semana o fiesta. En el caso de un vehículo o un tractor, podés tenerlo unos días parado, pero la cosechadora no la podés tener parada, tenés que seguir trabajando, y más ahora que vivimos a las carreras, porque le meten otra máquina y le quitan el trabajo”, señaló.

En esa zona, relató, no hay muchos contratistas rurales de maquinaria grande, como sí hay en Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires, Chaco o Santiago del Estero. “Ese cliente es el que más se mueve a lo largo y ancho del país, que ahora ya fue a trillar trigo a Salta y ahora está en Olavarría cosechando trigo”, explicó. En cambio, en esa región sí está ubicado el productor chico que cosecha sus propios cultivos y que es el que se acerca a buscar repuestos.

Entre la maquinaria actual deshuesada tiene en una esquina una Forzani, de los años 60, que espera convertirla en chatarra. “La máquina que no se vende, la cortamos y la convertimos en chatarra para que no siga ocupando lugar. Hay máquinas, por ejemplo, una John Deere 1175, que se vende rápidamente en repuestos; traes una Bernardin y tarda más tiempo. Hace poco trajimos una que en seis meses ya no quedaba nada. Después, hay máquinas que están en el mismo lugar desde hace cinco años”, afirmó. Los repuestos de los tractores no tienen la misma salida que las cosechadoras, por la cantidad de esta maquinaria que se maneja normalmente en los campos, a diferencia de las cosechadoras.

“Siempre vamos comprando en la medida que vamos teniendo la posibilidad de lo que se va vendiendo. Juntamos 10 y si nos falta una máquina nueva la compramos; esa es la forma de trabajar. Siempre tratamos de ser responsable, nunca quedar mal con el cliente, el productor, el contratista o quien sea. Es la forma de trabajar que tenía mi papá, que tengo yo y que tienen mis hijos”, expresó

Una regla general del negocio es no comprar a plazo. “El productor la factura, nosotros hacemos el depósito o cheque, pero hoy está todo bancarizado. Además, las máquinas desde el 1997 que comenzaron a salir con tarjeta verde tienen todos los papeles registrados y hay que darlas de bajas”, detalló. Una particularidad que les ha permitido conocer bien su trabajo durante todos estos años es que muchas máquinas tienen el mismo repuesto, por eso conocen al dedillo todos los accesorios.

Los Plez recorrieron y recorren todo el país para ver la maquinaria que puede servir en el establecimiento. “Nunca nos olvidamos que un domingo de 1994, hicimos un flete a Villa Minetti, Santa Fe, con las dos nenas sentadas en el medio, y Juan, que tenía cuatro meses con una almohada para que no sintiera calor, porque no teníamos aire acondicionado. No me olvido nunca del entusiasmo de los chicos para ir a ver máquinas”, recordó.

Los viajes normalmente duran un día y los hacen mayormente los fines de semana. La pandemia, además, potenció las negociaciones de manera virtual. “Los viajes en familia eran algo lindo, los disfruté mucho con mis hijos y mi señora que siempre me acompaña”, sintetizó. Hugo, además de hacer las tareas en el desarmadero, cuenta chistes el ciclo radial por LT 14, del sitio Campo en Acción, donde recuperaron su historia de emprendedurismo familiar.
Fuente: De Belkis Martínez para La Nación

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