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La muerte del exjuez federal Norberto Oyarbide (70) alcanzó amplia repercusión en los medios nacionales en los que habitualmente era “noticia”, pero también en algunos mentideros del territorio provincial donde todavía resuenan historias vinculadas a su familia.

Poco después de su nacimiento en Concepción del Uruguay, sus padres decidieron instalarse en la localidad de Villa Elisa (Departamento Colón). De joven se mudó para Colón ciudad, estudió en el Colegio San José y, cuando se recibió de perito mercantil en el año 1969, se trasladó a la localidad de San José. Tras un breve paso por su ciudad natal, “la histórica”, en 1971 se mudó a Capital Federal, donde vivió en una modesta habitación de pensión mientras estudiaba Derecho en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y, por la noche, trabajaba en maestranza. “No tengo por qué ocultarlo, barría el piso”, había dicho durante un reportaje.

Más tarde, ingresó el área de Recursos Humanos de la firma Bunge & Born mientras hacía sus primeras armas en el Poder Judicial como empleado auxiliar ad honorem en el Juzgado Correccional Nº 6 de la Capital Federal, gracias a la recomendación de profesores de la UBA.
Recuerdo de una dura infancia
El siempre polémico y cuestionado Oyarbide se animó a hablar por primera vez de su historia familiar en Entre Ríos, en un reportaje publicado en septiembre de 2016 en la sección “Políticos al diván” del diario La Nación, revelando episodios de la niñez que marcaron su vida. “Cuando era niño -decía- vivíamos en una hermosa localidad llamada Villa Elisa, en una casita muy humilde donde mi papá, Gregorio Mario, tenía su peluquería: ¡No sé por qué me pusieron Norberto, me hubieran puesto Gregorio, que es más poderoso! Mi padre era un galán muy requerido por las mujeres y lo sorprendí en situaciones de infidelidad”.

“Tenía 5 años cuando descubrí a mi padre robándole un beso en la boca a una dama que no era mamá”, revelaba en el transcurso de esa entrevista. “Él vio que lo descubrí y me prohibió hablar. Me dijo que tuviese mucho cuidado: esas palabras me quedaron grabadas como si hubiese sido Hitler el que me estaba hablando (con los ojos húmedos)”.

Así, el exjuez federal comenzaba a abrir las puertas a una historia poco conocida a nivel nacional, pero que toda una generación lugareña recordaba anecdóticamente y traía a colación cada vez que su compueblano se coinvertía en protagonista de algún revuelo mediático, por los más variados motivos.

“Yo jamás abrí la boca”, aseguraba Oyarbide tras relatar esa escena. “Años después, gracias a algunas lecturas, descubrí que yo tenía rasgos perfeccionistas. Y entendí que yo me forcé en ser perfeccionista para salvar la dignidad de mi familia”, expresaba para completar la historia y dejar en evidencia cuánto influenció ello en su personalidad.

“Mi perfeccionismo -según el exmagistrado- fue evolucionar al salir del medio del campo, entre la bosta de las vacas, y hacer una carrera brillante. En realidad, señores, fue todo una máscara: interpreté a un personaje que trató de rescatar la dignidad de mi familia, porque mi padre era alcohólico. Si bien no la castigaba ni a mi madre ni a mí, a mí me avergonzaba verlo llegar ebrio a casa”.
Inicio de un largo recorrido
Con el título de abogado bajo el brazo, en el año 1980 Oyarbide fue nombrado auxiliar de la Fiscalía Nacional de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional Nº 20 de Capital Federal.

En esa misma época, llevó a sus padres entrerrianos a vivir con él a Buenos Aires, procedentes de Concepción del Uruguay.

Fue ascendiendo y más adelante lo designaron secretario de un juzgado, luego asumió como fiscal y, en 1994, durante el gobierno de Carlos Menem, fue nombrado juez nacional en el Fuero Penal y Correccional Federal.

Así, se fue escribiendo la historia y construyendo el perfil excéntrico y controversial de un personaje de la Justicia, que perdió la vida este
Fuente: El Entre Ríos

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