Dijo Matías Almeyda: "Cuando sos dueño de un lugar y tenés gente a la que vos le das trabajo, al mínimo detalle tenés tu juicio. Y me cansé de todo eso. Después estoy dentro del 23% o 24% que paga impuestos. Y los pago con gusto eh, pero los quiero ver reflejados”.
Dijo el campeón de lucha argentino cuando le comentaron el gran monto que tendría que pagar en impuestos si su idea era traer a la Argentina el millón de dólares del premio recién ganado en el exterior. “No voy a ser tan boludo de llevar un dólar para Argentina, jajaja”.
“No voy a ser tan boludo de llevar un dólar para Argentina, jajaja”
Ni Almeyda ni Sordi nacieron en cuna de oro y todo lo que han ganado hasta ahora, ha sido sin ninguna ayuda oficial y sin hacer ningún negocio con el estado, es producto de una gran esfuerzo y sacrificio. Tal vez Almeyda exprese mejor y más claramente lo que siente, en lenguaje bien llano y para que todos lo entendamos. Trajo su plata, invirtió, le fue bien, otras veces no tanto, le cambiaron las reglas de juego todo el tiempo y los impuestos lo ahogaron. Para mejor, y lo dice con todas las letras, a esos impuestos “no los ve reflejados”. Esto quiere decir que a cambio de sus impuestos el estado no lo retribuye ni con seguridad, ni con educación, ni con salud, por lo menos no acorde a la generosidad de sus aportes.
Seguramente Tolstoi no estaba pensando ni en Almeyda, ni en Emiliano Sordi, ni en Argentina y su eterna crisis económica cuando escribió lo que acabamos de leer más arriba. Pero sí describió de manera casi quirúrgica cómo se sienten los argentinos que pagan impuestos. Ellos son ese hombre, más bien flaco y escuálido, que lleva en sus espaldas a ese señor gordo y culposo que es el estado. Cada vez más débil debe hacer un esfuerzo notable para seguir su camino con el gordo a cuestas mientras este le pesa horrores y encima lo sofoca.
”En su reflexión, Tolstoi describió de manera exacta como se sienten los argentinos que pagan impuestos”
No hay que ser muy despierto para saber cómo termina la historia del hombre débil y flaco. En un hospital, sino muerto, y el gordo sin tener nadie que lo lleve, a la deriva. Esa es hoy, y viene siendo desde hace rato, la historia de la Argentina. Llevamos tiempo así pero la buena noticia es que ese estado enorme que hemos elegido tener no ha podido liquidar todavía al pobre y débil flaco que es el sector privado. Pero mal que nos pese, estamos en ese camino. Almeyda y Sordi, unos tremendos afortunados, podrán verlo desde bien lejos. No la misma suerte que habrá de tocarnos al resto de nosotros.
