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Araceli Lissa nació en Colonia Racedo, donde transitó sus primeros pasos en la educación. En Concordia se recibió de profesora de Lengua y Literatura y durante 10 años ejerció en Chajarí.

En 2021, las circunstancias la llevaron a conocer, en Rosario, a una persona con la que iniciaría en breve un viaje para tramitar la ciudadanía italiana.

“En ese momento pensé: ‘qué ganas de estar en ese lugar’”, contó Araceli Lissa, quien no se quedó con las ganas ni con el “qué hubiera pasado si…” y emprendió un viaje que en un año la llevó a conocer distintos países.
Un apellido conocido para ella
Además, el contexto se había alineado, pues la joven que conoció realizaría la ciudadanía con el apellido Calgaro, el mismo con el que ella estaba emparentada. “Busqué un poco de información, y resultamos ser parientes. Ella ya tenía el acta de nacimiento de mi bisabuelo quien había venido desde Italia. Fue el destino, o no sé cómo llamarlo, pero ahí decidí unirme a ese plan. No podía desperdiciarlo”, relató.

En mayo del 2022 viajó a Italia. “Pensamos realizar la ciudadanía en Nápoles pero vimos que fijar residencia, entre otros, era complicado (…)”, dijo, comentando que finalmente se radicaron en un pueblo del sur de ese país.

Iniciaron los trámites para la ciudadanía y al mes recibieron la primera respuesta positiva y “un mes después ya teníamos nuestra carta de identidad italiana”.
Tropiezos en el primer tiempo
Araceli señaló que tuvo tropiezos en cuanto a lo laboral. “En el sur de Italia se paga informal. Busqué trabajo como moza en lugares turísticos pero me trataron mal, no me pagaron, o me pagaron menos de lo acordado, sumado a que me hacían trabajar mínimo 12 horas diarias”. “(…) una vez que fui adquiriendo el idioma, también empecé a dar clases de español, cuya experiencia fue excelente. También aprovechamos con mis primas y nuevos amigos argentinos que estaban ahí haciendo el mismo trámite, a pasear por la costa amalfitana”, agregó.

Con el pasaporte en mano y ayudada por un amigo oriundo de Concordia, probó suerte en Dublin “en la tierra de los verdes más verdes y la cerveza”, apuntó.

A los días ya tenía dos propuestas laborales. “Elegí trabajar en un café/restaurante italiano, donde justamente creo que me eligieron por el hecho de saber manejar el italiano además del inglés. Estaba feliz”, contó.

De a poco sumó las clases de español, desarrollando su profesión. “Fue así como conseguí trabajo en el Instituto Cervantes. Estaba muy feliz porque había comenzado a desarrollarme en mi carrera; nuevamente esta experiencia fue muy enriquecedora para mí”.

Pero eso no fue todo y también dio cabida a su formación en pintura, “por lo que empecé a pintar y vender cuadros”.
“Un sueño hecho realidad”
Fue incorporando vínculos con pares argentinos y de otros países y empezó “a recorrer las ciudades vecinas y me vi feliz. Me vi conociendo y disfrutando de este mundo que antes solo veía por redes sociales de algún conocido que siempre me hacía pensar ‘¿y por qué no lo puedo hacer yo también?’”.

“Era un sueño hecho realidad. Llegué a viajar y conocer 8 países diferentes. Probé platos típicos, aprendí otro idioma, hice amigos de otros lugares. La experiencia personal que tuve con todo esto era algo que quería lograr. No me fui por el tema económico -al menos no solo por eso- sino para encontrarme, para aprender, para ‘salir del molde’. Hoy sonrío y me alegra poder compartir esta experiencia, de quizás incentivar a otros a animarse, de saber que no es fácil, pero sentirme fuerte por todo lo que logré, de no haberme quedado con el ‘qué hubiera pasado si’”, expresó Araceli.
Fuente: Chajarí Al Día

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