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Oriundo de Larroque ubicado en el corazón del Departamento Gualeguaychú, el suboficial principal Roberto Ramírez cumple funciones como secretario del comandante del Área Naval Atlántica. Tiene 48 años y a 32 de ellos los ha transitado en las filas de la Armada Argentina.

Llega temprano a destino, acomoda sus pertenencias, repasa la agenda del día, revisa todo pendiente de interés, da indicaciones al personal e inicia su jornada. Con una particular cadencia al hablar -por sus raíces entrerrianas o la mesura y el protocolo que su cargo exige-, lo describen como amable y jovial, dado que se comunica pausado pero a la vez locuaz, eligiendo cada palabra a pronunciar.

Siempre quiso conocer el mar, tanto que ya no consigue recordar cómo comenzó esa inquietud. Lo cierto es que, con 15 años de edad, decidió ingresar a la Armada motivado por sus propios anhelos y los relatos de un suboficial, casualmente Ramírez, quien le explicó que en la institución podía planificar su vida, conocer el mar y navegar.

Así fue que, tras tomar tan importante decisión, su abuelo materno -entonces su única familia y quien lo crio- lo despidió en la estación ferroviaria local cuando pasó el Tren Urquiza (ramal Larroque - Constitución), con cientos de recomendaciones: “Fue difícil para los dos, a mí también me costó mucho dejar a mi abuelo, pero sentía esa curiosidad y la posibilidad de comenzar a crear mi futuro”.

De Larroque, su pueblo natal, recuerda todo: sus aromas, sus calles, su gente. Recuerda el día que tomó aquel tren y se despidió de su abuelo, y cada vez que regresa, el reencuentro con los amigos de toda la vida, los de la infancia, lo reciben con los brazos abiertos. “Los recuerdos de mi pueblo siempre está presentes, las raíces tiran”, dice.
El camino dentro de la Armada
Lo primero fue el ingreso a la Escuela de Suboficiales de la Armada en 1988, donde se le asignó una especialidad: “Había una vacante para hacer servicios camareros y acepté”.

La especialidad le encantó y se destacó en su grupo. Al egresar, su primer destino fue en el entonces Liceo Naval Militar “Capitán de Fragata Carlos María Moyano” en Necochea. Allí cumplió funciones en Casa de Oficiales y tomó el cargo de camarero del director. Por esos años conoció a Andrea, quien poco después se convertiría en su esposa.

El primer traslado llegaría un par de años después al rompehielos ARA “Almirante Irízar”, donde participaría de una campaña antártica. Mientras tanto, terminaba el secundario a distancia. Siguió la corbeta ARA “Parker” y la fragata ARA “Libertad”, con numerosas navegaciones y el viaje de instrucción, respectivamente, donde sus primeros anhelos de navegar se iban cumpliendo.

Volvió a los destinos en tierra, en la Base Naval Puerto Belgrano en la casa del comandante de la Flota de Mar, ya como cabo primero; y al cabo de dos años, fue trasladado a Ushuaia donde cumplió funciones con el comandante del Área Naval Austral. Sus siguientes destinos fueron en la corbeta ARA “Drummond” y con el jefe del Estado Mayor General de la Armada y con el comandante del Área Naval Atlántica. Luego de un nuevo paso por la fragata, estuvo en la Escuela Naval Militar y regresó a Mar del Plata.

Pero confiesa que su mayor sorpresa llegaría con la selección para cursar en el Instituto de las Fuerzas Armadas y la consecutiva comisión a España por 2 años como auxiliar de defensa para el Estado Mayor Conjunto y auxiliar naval, desempeñándose los últimos meses como suboficial a cargo de la Agregaduría Naval.
Un estilo de vida
“Pertenecer a la Armada es un estilo de vida, la Marina me dio la posibilidad de formarme y me inculcó valores”, afirma sin dudar y agrega: “Por sobre todas las cosas, creo que la columna vertebral de mi vida dentro de la Armada es la familia”.

Andrea, su esposa desde hace 28 años, es quien lo ha acompañado en toda su carrera naval: “Siempre digo que soy un agradecido a ella porque juntos logramos los objetivos y en parte le debo el éxito de lo vivido. El amor de mi familia es fundamental”. Su hija mayor se llama Yamila y tiene 26 años, Martina 16 y Francisco 6. “Todos se sienten parte de la familia naval, quieren mucho a la institución, y sienten un gran respeto hacia ella”, confiesa.

Su próximo desafío es ascender en jerarquía a suboficial mayor y poder contribuir desde su lugar y experiencia a la formación de hombres y mujeres en la Armada, en tanto que considera el ejemplo como uno de los factores elementales de la conducción: “Si bien yo no me siento ejemplo de nadie, busco siempre dar lo mejor de mí para los que tengo que conducir”.

“Es importante querer la especialidad, yo amo lo que hice durante tantos años, y todo lo que podemos ofrecer es parte de un arte, es la representación de la Armada para con la sociedad. He procurado enseñar, dejar el legado de que uno tiene que amar lo que hace con pertenencia a la institución”.

Además de su extensa experiencia en la Armada, cursó una Tecnicatura Superior en Organización de Eventos y Servicio de Catering perfeccionándose en sus tareas: “Fui incursionando para poder estar hoy en el lugar que ocupo, busqué siempre ir un poco más allá de la especialidad. La Armada me enseñó cuál era el camino, lo tomé con esfuerzo y sacrificio, sin perder de vista el sentido de pertenencia”.
Fuente: Gaceta Marinera

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