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Las posiciones binarias que en el deporte se consolidan como un clásico, del tipo Boca River, son un expresión del reduccionismo que riega los debates en todos los temas que tocan a la gente.

Sin dudas que el valor intrínseco de una posición tomada es incuestionable, como lo es la capacidad de revisar en el tiempo ese pensamiento para ver si todavía nos cuadra. Y, si así no fuera, entender con valentía que ha llegado la hora de cambiar de opinión.

Muchos argentinos y varios de ellos, entrerrianos siguen con mucha cercnía el debate sobre la legalización del aborto, cuestión que ha ido sumando adeptos y detractores conforme pasa el tiempo, los argumentos en una u otra dirección y por qué no, los cambios en el proyecto de ley que se tratará en Diputados la semana entrante.

Interesante gimnasia por cierto la de ser parte de una conversación multitudinaria en la que ni está todo dicho, pero en la que afortunadamente todos tienen pasión por resolver.

Qué cosas son pertinentes al tema en cuestión, cuáles están ligadas a otras cuestiones y qué es lo que debe dejarse a la moral, a la ética o a la religión son preguntas presentes en este debate que puso en marcha una gimnasia perdida, con lo cual ya dimos un gran paso.

Antes pasó con el matrimonio igualitario, y hasta hoy los resultados siguen siendo buenos. Inclusivos. Marcos para crecer.

Que surja hoy un clamor por la educación sexual es un avance sustantivo y significativo, aunque personalmente no tenga claro cuál es el vínculo que tiene ese tema con la discusión sobre la legalización del aborto. Y, aunque entienda que esa educación es al menos una herramienta a largo plazo.

La educación sexual que hoy se pide deberá ser de un giro rotundo a lo preconcebido que tiene un claro tinte patriarcal, y que apunta más a la misoginia que a los derechos por los que se pujan en estos días.

La otra pregunta de fondo es cómo se define el Estado frente al cuidado de una vida y frente a otra que no puede elegir libremente si es que prospera la posición de los que rechazan la legalización.

La semana entrante la Cámara de Diputados trataría la legalización del aborto, que luego deberá pasar al Senado para su sanción definitiva o no.

En el medio, nos atravesó un hecho significativo que fue la posibilidad del diálogo. De escucharnos y de comprender que aún pensando diferente, y de ir por distintos caminos, podemos buscar un mismo objetivo.

La percepción del Estado también quedó alterada en este debate. Las miles de mujeres que se movilizaron en una u otra posición demostraron que las políticas públicas, al menos en salud, no pueden escribirse sin la participación masiva de sus destinatarios.

Y, demostraron también que el Estado puede ser otra cosa que un benefactor: Puede también ser un disparador de paradigmas que pongan en la mesa las cosas que pasan en cada casa.

Quedarán para un debate posterior muchas aristas de este tema. Entre ellas, una lectura acerca de las causales que hacen que la vasectomía no se practique, y de que más allá de que un embarazo ponga a la mujer como protagonista, hay de hecho involucrado un hombre en el proceso al que hoy no se lo interpela.

Quizás, la discusión sobre la legalización del aborto tuvo también tintes de machismo.

Y por qué no cierta ausencia de evaluación economicista para determinar cuánto le cuesta al Estado salir en socorro de las secuelas de las malas prácticas médicas, para no hablar de cuánto le beneficia a ciertos médicos el aborto siga en la ilegalidad.

La semana entrante la votación pondrá blanco sobre negro el resultado del trabajo en comisiones, transparentará las convicciones y pondrá claridad en los mandatos personales y políticos.

Esa suerte puede ratificarse o cambiar en el Senado, pero lo que no podrá modificarse es la conquista de la expresión de las ideas y el espacio ganado por la participación colectiva.

A sabiendas ahora de que hay un espacio público de debate, queda la sensación de que finalmente hubo un Congreso para todos. A favor o en contra, pero abierto que muestra que cuando nos sumamos, podemos mejorar las cosas.
Fuente: El Entre Ríos

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