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“Me gustaría informar sobre el llamado verdín de agua que estamos viendo en las playas”, dijo el lunes a través de redes sociales la Prof. de Biología Liliana Viollaz, especialista en Educación Ambiental. Su explicación –acompañada por fotografías que había tomado el día anterior en los arenales del Caraballo– rápidamente despertó interés por tratarse de un tema sobre el cual la información no siempre es clara y por el riesgo que representa para la salud si no se toman medidas preventivas.

Ante la propuesta de El Entre Ríos, la docente colonense aceptó ampliar algunos conceptos y despejar dudas.
Una especie hepatotóxica
Diferenciando a las algas de las cianobacterias, explica que las primeras “son organismos compuestos por células eucariotas que forman estructuras complejas, de las que existen una gran variedad en aguas dulces y saladas; en cambios las cianobacterias son procariotas unicelulares (formados por una sola célula). Ambas presentan pigmentos (clorofila) capaces de captar la luz solar, el mismo que las caracteriza por su color verde-azulado. Estas últimas son bacterias capaces de realizar la fotosíntesis al igual que las algas y las plantas, es decir con los elementos básicos: luz solar, dióxido de carbono y agua pueden elaborar su propio alimento, moléculas orgánicas de las cuales obtienen la energía necesaria para vivir”.

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Respecto a su toxicidad, “hay una gran variedad de cianobacterias; dependiendo de las cepas son tóxicas o no”, señala la profesora de Biología. Y añade que “una gran parte producen cianotoxinas”.

La especie fotografiada “se llama Microcystis, que es uno de los tipos más comunes que aparecen en el río Uruguay en época estival. Producen una toxina llamada microcistina y es hepatotóxica, es decir afectan al hígado, pudiendo causar dolor abdominal, vómitos, diarrea, debilidad, problemas renales y disfunción general en humanos”.

Entre las recomendaciones ante la presencia de las mismas, recuerda la importancia de “no tomar o estar en contacto directo con aguas que contengan capas visibles de algas verde-azuladas, no permitir que los niños o mascotas jueguen en estos florecimientos algales, si tuvo contacto lavar bien las zonas afectadas” y fundamentalmente “consultar al médico” si presentan alguno de los síntomas mencionados.

“Otras toxinas –como las saxitoxinas o anatoxinas– afectan el sistema nervioso provocando temblores musculares, dolor de cabeza, náuseas, parálisis. También las llamadas dermatotoxinas causan irritación en la piel, los ojos, nariz y garganta. Por estas toxinas es que considero de suma importancia que se mantenga la integridad de las algas verde-azuladas. Por ejemplo, si se hierve el agua se rompe la estructura de la célula que la conforma y liberan las toxinas siendo potencialmente peligrosas para la salud”.
Una “exhaustiva” potabilización del agua
Por otra parte, indica que “existen niveles de estas algas que pueden ser tolerables en el agua, según recomendaciones de la OMS. El problema es que, como el río o las aguas están cargadas de nutrientes y contaminantes, se generan las condiciones óptimas para su proliferación de manera exagerada. Entonces nos encontramos ante el desarrollo de enormes masas o colonias de algas”.

“La potabilización del agua debe ser exhaustivamente controlada y debe contar con el anexado de productos químicos específicos para que a la red no lleguen las algas y mucho menos las cianotoxinas”.

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En el mismo sentido, expresa: “Considero que el problema no son las cianobacterias, estas existen de épocas primitivas en la tierra y al ser organismos capaces de realizar la fotosíntesis tienen una importancia vital en los ecosistemas. El inconveniente es que se está favoreciendo su desarrollo en grandes cantidades y de forma ilimitada porque se están prestando las condiciones ideales”.

“Lo que necesitamos son políticas públicas urgentes, eficaces y conjuntas, porque no es una ciudad la que arroja contaminantes, líquidos cloacales, efluentes químicos; son todas. Tampoco es una ciudad que tiene un tratamiento deficiente de los residuos; entendemos que son todas, es un país, un planeta. Existen soluciones no solo para matar las algas sino para reducir los niveles de contaminación que favorecen su desarrollo”.

En otro tramo, la Prof. Viollaz opinó del método implementado en Uruguay para evitar la proliferación de algas. “El ultrasonido es una de las medidas de solución parcial y económica. Considero que es un comienzo, un avance; aunque debemos atacar la causa real de la problemática”. “Los gobiernos deben financiar y estimular el desarrollo políticas públicas y ambientales. Las soluciones están y de más está mencionarlas, la cuestión es que los tratamientos resultan costosos y sumado a una planificación urbana inadecuada de base se dificulta más aún”, agrega.
Muy lejos de los niveles tolerables para la salud
En cuanto al panorama actual en su ciudad, “en Colón, como medida inicial, la gente debe tomar conciencia real del problema y conocer la situación con información clara”.

“En mi opinión, las playas no deberían estar habilitadas para bañarse si se observan grandes masas de algas. Ya cuando vemos que el agua esta tornada de un color verde, con manchas que se pueden observar desde alturas, hay una exagerada concentración de cianobacterias y está muy lejos de ser los niveles tolerables para la salud”.

“Tenemos un río hermoso, un paraíso natural para vivir y no solo en torno a las algas es mi preocupación, sino en la calidad del ambiente en general. Las personas somos parte de la naturaleza: cada acción, cada hábito bueno o malo repercute al conjunto de especies. Cuidar el ambiente es responsabilidad individual y grupal. Debemos interiorizar valores y conductas solidarias y amigables para con el medio que tiendan a reivindicar el respeto por la vida”, concluye Liliana Viollaz.
Fuente: El Entre Ríos

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